Heidegger es una de las figuras filosóficas con más repercusión del siglo
XX. Se encuentra influido por la fenomenología de su maestro Edmund Husserl
pero da un paso más allá. Realiza un tipo de reflexión filosófica en los que
dialoga con grandes maestros del pasado como Parménides, Platón, Aristóteles,
Agustín de Hipona, Duns Escoto o Nietzsche.
Heidegger en su primera etapa filosófica cimentó su fama en su obra Ser y tiempo, dedicada a su maestro
Husserl, publicada en 1927. En la elaboración de esta obra encontramos varios
presupuestos. Señalamos en primer lugar el neokantismo porque es en este ámbito
donde Heidegger madura sus temas filosóficos pero extendiéndolos hacia lugares
donde el neokantismo no se aventuraba a filosofar. No podemos olvidarnos de su
maestro Husserl: en el año 1913 ya publicó La
teoría del juicio en el psicologismo en la que proclama, al modo de Husserl
la autonomía de la verdad lógica frente al psicologismo de John Stuart Mill que
afirmaba que las leyes lógicas se basaban en último término en la experiencia.
Concretamente en su tesis de docencia privada sobre Scoto es donde Heidegger
trata el tema de la validez de las categorías. La interpretación heideggeriana
de la fenomenología pone de manifiesto una intención y una tendencia de
desarrollo que de algún modo ya estaba presente en la fenomenología misma. Destacamos
también la figura del vitalismo de Dilthey porque es el punto en el que la
analítica existencia de Ser y tiempo
afirma que el tiempo es lo que define ontológicamente al Dasein.
Más allá de los autores anteriores, Heidegger se refiere explícitamente al
filósofo danés Kierkegaard como un autor que plantea filosóficamente el
problema de la existencia y lo hace dentro del marco general de la ontología
clásica de Hegel. Por tanto, el planteamiento heideggeriano sobre el ser en su obra Ser y tiempo supone un recorrido que va
del Neokantismo, la fenomenología hasta el existencialismo. El ser humano se
define como Dasein, como Ser-ahí y es el único ente capaz de
formular la pregunta por el ser en la medida en que ya posee una cierta precomprensión.
¿En qué consiste esta precomprensión del Dasein? Esta reflexión conducirá a Heidegger a reconocer la
importancia del lenguaje dentro de nuestra relación de apertura con el mundo.
El ser humano no puede ser algo dado
y definido de antemano sino que a diferencia de las cosas su existencia se
aplica sobre un conjunto de posibilidades. La esencia del ser humano no es nada
acabado y hecho sino poder ser. Pero
este Dasein no es un elemento aislado
sino que es en el mundo y para el mundo. El mundo no se presenta como opuesto
al Dasein sino que es un carácter del
Dasein mismo. El modo que tienen las
cosas de aparecernos no son como objetos
independientes de nosotros mismos sino que son instrumentos. Las cosas son
instrumentos pero no de forma aislada sino que
siempre es un instrumento para algo. Y en este punto reconoce Heidegger
la importancia crucial del lenguaje: el ser constitutivo del Dasein no se reduce a un mero estar en
medio de una totalidad de instrumentos sino que es un estar familiarizado con
una totalidad de significado, y esto nos conduce como hilo conductor a la
reflexión sobre el lenguaje como una dimensión del Dasein.
Las cosas siempre tienen una función porque tienen un significado previo y
todo ello porque a su vez se encuentra en una totalidad de significados.
Estamos ante una concepción del conocimiento que va más allá de la distinción
moderna entre sujeto y objeto. El Dasein
no es un sujeto recogido sobre sí mismo sino que sale de sí para encontrarse
con el mundo sino que, por el contrario, es siempre relación constitutiva con
el mundo.
¿Cómo debería ser nuestra relación y apertura con el mundo? Heidegger trata
del mundo del se, de la falta de
autenticidad, la charla sin propósito ni fundamento. En contraposición, el Dasein alcanza la autenticidad al
apropiarse de sí y asume como propia su posibilidad más básica. Al tomar
consciencia de nuestra finitud y condición mortal comenzamos el tránsito desde
el estado inauténtico al auténtico. ¿Cómo debe ser nuestra relación con la cosa? Pues debemos apropiarnos de la
cosa y esto significa de modo radical incluirlo dentro del proyecto de nuestra
propia existencia. No se trata del sujeto puro cartesiano o el sujeto
trascendental kantiano sino que siempre estamos situados frente a las cosas.
Nuestra posibilidad más última e íntima es la muerte. Pero, a su vez, la muerte
hace que el Dasein sea un todo. El Dasein alcanza el sentido y la unidad de
su vida cuando logra anticipar su propia muerte. No significa renunciar a las
posibilidades de nuestra existencia sino entender estas posibilidades en su
verdadera naturaleza de puras posibilidades, más allá de los intereses
intramundanos en las cuales podríamos dispersarnos.
¿Por qué quedó Ser y tiempo
inacabada? Tal como señala Heidegger en su obra de 1947 Carta sobre el Humanismo, es debido a la insuficiencia del lenguaje
heredado de la tradición filosófica que siempre atenta a la concepción del ser
como presencia. En su segunda etapa de pensamiento Heidegger evolucionará desde
el Dasein hasta el ser, lo cual no
significa una contradicción con lo anterior.