sábado, 25 de diciembre de 2021

Pesadilla en Elm Street V (1989), de Stephen Hopkins.

Pesadilla en Elm Street V constituye una muestra más de la decadencia de la famosa saga sobre el personaje de Freddy Krueger. La primera fue una impactante película que sentaría las bases de la mitología de Freddy Krueger. La segunda entrega supuso una pequeña decepción, aunque compensada con una muy buena tercera entrega. La cuarta entrega fue una cinta parcialmente fallida en la que el personaje de Freddy comenzaba a perder su elemento terrorífico por un mayor elemento cómico. Esta entrega que analizamos posee una muy baja calidad cinematográfica. Quizás sea la peor de la saga: carente de ritmo, muy repetitiva, fundamentalmente con la cuarta entrega, donde ni siquiera destacan las muertes de sus personajes, a diferencia de las otras entregas.

La película retoma el persona de Alice que vive feliz con su marido esperando el nacimiento de su hijo. Sin embargo, Freddy Krueger aparecerá de nuevo con la intención de apoderarse del alma del hijo. Como novedad, en esta cinta Freddy no mata a través de los sueños de cada uno, sino a través de una persona que todavía no ha nacido.

Respecto al reparto, nada destacable, ni los principales ni los secundarios sobresalen de manera especial a través de unos personajes desdibujados y carentes totalmente de carisma. Siguiendo la línea de la cuarta entrega, el personaje de Freddy despliega su vena más humorística. El guión es muy pobre y ni siquiera los efectos especiales me llegan a convencer, a diferencia de lo que había sucedido con las anteriores entregas.

El niño de los sueños carece de intensidad y de angustia respecto a sus predecesoras, siendo una tremenda decepción incluso para los más fanáticos del personaje pues todo se vuelve aburrido, insustancial y carente de valor cinematográfico. La película fue estrenada un año después del estreno de la cuarta entrega, lo que pone de manifiesto que no hubo un tiempo suficiente para realizar una historia innovadora. Justamente por ello está muy unida a la cuarta entrega, pero mucho peor, rutinaria y repetitiva.

Todo ello a pesar de contar una historia a priori interesante y que suponía una novedad respecto al resto de la saga como era usar los sueños de un niño aún por nacer para acceder a sus víctimas. Pero la cinta no va más allá de esta premisa inicial para quedar estancado y acabar desarrollando ciertos tópicos de la saga que pueden resultar llamativos desde un punto de vista visual, pero que falla por lo pobre de su guión. Su entramado narrativo es prácticamente nulo, con unos diálogos absurdos hasta el punto que lo único que puede levantar la película son las gracias de Freddy Krueger.

El director de la cinta es Stephen Hopkins que procedía del mundo de la publicidad, aspecto que se refleja perfectamente en la cinta a través movimientos de cámaras, colores diversos y ángulos imposibles. Está lejos de ser su mejor obra, aunque posteriormente se redimiría con algunos títulos excelentes del cine de acción como Depredador II (1990) con Danny Glover, Volar por los aires (1994) con Jeff Bridges y Tommy Lee Jones y Los demonios de la noche (1996) con Michael Douglas y Val Kilmer.

En definitiva, esta quinta entrega de la saga Freddy Krueger podía haberse aprovechado más pues la premisa argumental de la película resultaba interesante. Esta decadencia que caracteriza a la saga de Pesadilla en Elm Street también ocurrió en otras sagas como La matanza de Texas, La noche de Halloween y Viernes 13. Nada o muy poco se puede destacar de esta cinta..



 

sábado, 18 de diciembre de 2021

Pesadilla en Elm Street IV (1988), de Renny Harlin.


    Cuarta entrega de la saga de Pesadilla en Elm Street dirigida por Renny Harlin y protagonizada otra vez por Robert Englund en Freddy Krueger. La cinta recupera a los personajes supervivientes de la tercera. Sin embargo, Patricia Arquette abandona el papel de Kristen Parker al encontrarse embarazada siendo sustituida por Tuesday Knight, quien, además, interpreta uno de los temas de la banda sonora.

La película es una cinta de terror con gran aroma ochentero donde se combina el terror con la comedia. Es sumamente entretenida, no aburre en ningún momento y no decepcionará a los seguidores de la saga ni del cine de terror. Quizás su principal problema derive del hecho de ser la continuación de Los guerreros del sueño que fue la mejor continuación de la saga convirtiéndose en un gran éxito tanto a nivel de crítica como comercial.

Si bien es cierto que la película se mantiene con dignidad, también es cierto que con Pesadilla en Elm Street IV la saga empezará a sufrir una gran decadencia debido a la falta de propuestas originales a nivel de guión y la gran cantidad de continuaciones en un período de tiempo muy breve. Ya comienza a insinuarse aquí la pérdida del lado el terror, para ganar más peso el humor, característica que se convertirá en norma en el resto de continuaciones. Nos encontramos esta vez con un Freddy excesivamente sarcástico y humorístico, mucho más de lo que debería haber sido.

El guión corre a cargo del debutante Brian Helgeland y que posteriormente sería el responsable encargaría de los guiones de L.A. Confidential (1997) de Curtis Hanson, Mystic River (2003) de Clint Eastwood y El fuego de la venganza (2005) de Tony Scott. Existen dos partes claramente diferentes en la película: una primera donde el centro de la acción será el personaje Kristen y una segunda parte donde el centro será el personaje Alice. La introducción de este último personaje constituye todo un acierto en la cinta. Está interpretado por la actriz Lisa Wilcox, siendo un personaje que experimenta una gran evolución psicológica. Sin embargo, como todos podemos ya suponer, será Freddy Krueger el auténtico protagonista de la cinta. Otros personajes secundarios que pululan a largo del metraje serán Rick,el novio de Kristen y hermano de Alice, que vive con su padre, una persona con problemas con el alcohol motivados por la muerte de su mujer.

Como señalamos más arriba, en el primer tramo de la cinta aparecerán nuevamente tres de los supervivientes de la tercera parte que, tras la muerte de Freddy, llevan una vida aparentemente feliz una vez superado los traumas del pasado. La historia comienza con Kristen, protagonista de la tercera entrega, teniendo un sueño terrorífico con el regreso de Freddy. Recurriendo a su habilidad para atraer gente a sus sueños acabará invocando a sus otros dos amigos supervivientes: Kincaid y Joey que también comenzarán a sentir el regreso de Freddy.

A destacar el trabajo de Renny Harlin capaz de desarrollar escenas de gran espectacularidad con una personalidad propia. Renny Harlin aplica un estilo muy propio. aplicando, además, un gran derroche de imaginación a través de conseguidos movimientos rápidos de cámara y un gran ritmo. Renny Harlin desarrollaría una carrera cinematográfica centrada sobre todo en el cine de acción con títulos como La jungla 2 (1990), con Bruce Willis, Máximo riesgo (1993) con Sylvester Stallone y Deep Blue sea (1999) con Thomas Jane. También dirigiría títulos que fracasaron en taquilla a veces de manera injusta como fueron Las islas de las cabezas cortadas (1995) con Gena Davis y Mathew Modine y Driven (2001) con Sylvester Stallone. Respecto al género de terror dirigiría El Exorcista: el comienzo (2004) y La alianza del mal (2006) que no serían precisamente grandes éxitos.

La película se encuentra repleto de grandes momentos, especialmente con las escenas de acción y el momento de la resurrección de Krueger. La parte visual de la película es sobresaliente, con unos efectos especiales muy destacables, como por ejemplo aquella secuencia donde las almas de las víctimas tratan de salir del cuerpo de Freddy, Sin embargo, en algunos momentos, los personajes y diálogos resultan totalmente insustanciales, cayendo casi en el ridículo. A todo eso se añade, como hemos señalado más arriba, la pérdida progresiva del terror que si había en las entregas anteriores. Al igual que ocurre con otras sagas del cine de terror como La noche de Halloween o Viernes 13, dentro de la saga de Pesadilla en El Street llega un momento en el que la historia y el suspense desaparece totalmente y su único interés es descubrir cómo matará Freddy víctimas. A medida que nos vamos acercando al fin del metraje, todo se vuelve rutinario y repetitivo, defecto que incluso se incrementará en continuaciones posteriores.

En definitiva una película que contentará de manera especial a los seguidores del cine de terror de los 80 y de la saga de Pesadilla en El Street. Para el resto de espectadores, verán un producto cuyo fin es divertir al espectador sin más pretensiones.

martes, 17 de agosto de 2021

Pesadilla en Elm Street III: Los guerreros del sueño (1985) de Chuck Russell.


La tercera entrega de la saga de Pesadilla en Elm Street se estrenaría un año después de Pesadilla II, que había supuesto una gran decepción. Wes Craven, creador del personaje de Freddy Krueger y director de la primera entrega, volvía a la saga aunque en este caso no como director sino como productor y guionista. Todo ello acabaría repercutiendo muy positivamente en la cinta dotándola de la calidad cinematográfica de la que careció la segunda entrega. De este modo, la saga de Pesadilla en Elm Street se recondujo perfectamente más allá de Pesadilla II. La cinta recupera a la actriz protagonista de la primera entrega, Heather Langenkamp, que interpretaría de nuevo a Nancy Thompson, la chica que se enfrentó a Freddy Krueger en la primera entrega. También aparece John Saxon que vuelve a interpretar al padre de Nancy, además de, por supuesto, Robert Englund en el papel del terrorífico Freddy Krueger. Wes Craven eligió al debutante Chuck Russell como director de la cinta, una decisión bastante acertada pues supuso un nuevo enfoque de la saga bastante original desde la fantasía y la acción.


La acción tiene lugar años después de los sucesos de la primera entrega, donde aparece de nuevo el sanguinario Freddy Krueger irrumpiendo en la vida, más concretamente en los sueños, de unos jóvenes problemáticos que están internados en un centro psiquiátrico.


Como he señalado antes, la película tiene una gran dirección por parte de Chuck Russell. Chuck Russell, posteriormente conocido como Charles Russell, destacó durante la década de los 80 y de los 90 que adelanta en esta Pesadilla en Elm Street III muchos de sus constantes a lo largo de su carrera cinematográfica: los efectos especiales, la fantasía, la acción o su amor hacia el mundo de las viñetas, que posteriormente mostraría en El terror no tiene forma (1988) con Kevin Dillon, La máscara (1994) con Jim Carrey y Eraser (1996) con Arnold Schwarzenneger. En Pesadilla III Chuck Russell, más allá de los límites lógicos que Wes Craven le impondría en su labor productora y como guionista, logró trasladar a la saga de Pesadilla en Elm Street una visión muy propia transformando el mundo onírico de Freddy Krueger en una especie de cómic, con mucha acción e imaginación en la resolución de escenas que parecen en ocasiones más próximos al cine fantástico que al de terror. A destacar los efectos especiales en algunos stop motion con el esqueleto de Freddy Krueger ciertamente muy realistas. Lástima que la carrera de Chuck Russell decayera ya en el inicio del siglo XXI con títulos cada vez más olvidables y con menos repercusión.


Pesadilla III rompe con la mala dinámica de la segunda entrega para explorar, esta vez si, el mundo de los sueños del que Freddy Krueger forma parte. No sólo eso, sino que el director conjuga sabiamente diversos géneros cinematográficos como son terror, suspense, acción e incluso comedia. Es bien cierto que el sentido del humor está introducido con cuentagotas y en su justa medida, sin que el personaje de Freddy Krueger se convirtiera en el cuentachistes que acabaría siendo en las siguientes entregas. El tiempo, ese supremo juez, acabaría por convertir a esta Pesadilla III en una de las muestras más destacables del cine slasher ochentero, aunque lógicamente sea inferior a la original de Wes Craven de 1984. En este sentido, no resulta tan aterradora como la primera entrega, aunque si que recupera ese tono pesadillesco y oscuro.


Como he señalado, un aspecto a destacar de la cinta son sus efectos especiales de muy alto nivel, sin embargo, su uso excesivo acaba por restar a esta Pesadilla III un poco de ese halo inquietante. Y es que Pesadilla III debió ser la primera secuela de Pesadilla en Elm Street, ya que a diferencia de la anterior Pesadilla II supone una lógica evolución de muchos de los aspectos de la cinta original que permitirá al espectador conocer más acerca del origen de Freddy Krueger y cómo se desarrolló la vida de Nancy posteriormente.


Llama sobremanera la atención que la escritura del guión, además de Wes Craven, fuera desarrollada por Frank Darabont, gran seguidor de Stephen King y director de Cadena Perpetua (1994) con Tim Robbins y Morgan Freeman, La milla verde (1999) con Tom Hanks y La niebla (2006) con Thomas Jane. Se trata de un guión muy volcado a la acción, la fantasía y las aventuras.

Como hemos señalado, las nuevas víctimas de Freedy Krueger son unos jóvenes que están ingresados en un psiquiátrico. La cinta reflexiona, aunque a modo de apunte, sobre el mal trato que se les da a los enfermos internos en algunos centros. Esto nos lleva en cierta medida a la película de Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) de Milos Forman. Estos enfermos internos curiosamente poseen sus propios poderes aunque restringido al ámbito de los sueños con los que intentarán hacer frente a Freddy. De ahí el nombre que aparece como subtítulo a la cinta: los guerreros del sueño. En este mundo de los sueños, estos jóvenes poseen aquellas características de las que carecen en su propia vida cotidiana. En este aspecto, la cinta ya preludia ese cine de superhéroes que tan en boga en el cine desde el 2000. En esta tercera entrega se nos da a conocer ciertos datos de interés sobre el origen de Freddy Krueger: su madre fue salvajemente violada por los internos de un psiquiátrico.

En definitiva, estamos con la mejor de las películas que continuaron a la cinta original donde encontramos con un Freddy Krueger en plena forma. Como he señalado, esta Pesadilla III no alcanza el nivel de la primera entrega, algo muy lógico y razonable, pero que, además de ser una cinta muy entretenida, profundiza en la historia de Freddy Krueger, aspecto que había soslayado Pesadilla II. Pesadilla III consolidó definitivamente a Freddy Krueger como un personaje de peso dentro del cine de terror al nivel de los grandes clásicos de Drácula o Frankenstein.

lunes, 26 de julio de 2021

Pesadilla en Elm Street II: la venganza de Freddy (1985) de Jack Sholder.

 

Pesadilla en Elm Street II de Jack Sholder fue estrenada un año después de la primera entrega pero fue bastante mal recibida tanto desde la crítica especializada como del público en general. Los productores, seguramente ávidos de dinero fresco, quisieron repetir el éxito de Pesadilla en Elm Street en una secuela que en buena parte no respeta el espíritu de la cinta original. El equipo de realización demostró gran torpeza al no saber apreciar las grandes posibilidades argumentales del personaje Freddy Krueger en torno al mundo de los sueños. Lo más atractivo de la cinta original era la relación de Freddy Krueger con el mundo de los sueños y era esto lo que distinguía Pesadilla en Elm Street de cualquier otro producto slasher al uso. Este elemento fue lo que convirtió a Freddy Krueger en un icono del cine de terror situándolo al mismo nivel de otros grandes personajes cinematográficos como Norman Bates de Psicosis (1960), Leatherface de La matanza de Texas (1974) Michael Meyers de La noche de Halloween (1976) y Jason de Viernes 13 (1980). Sin embargo, sorprendentemente, los guionistas de Pesadilla II sin ningún tipo de escrúpulo ni pudor desecharon esta idea de explorar el mundo de los sueños y decidieron que Freddy Krueger tenía que ir al mundo real. También la ausencia del director Wes Craven, que se desentendió directamente del proyecto, limitó bastante la calidad cinematográfica de un producto que acabaría siendo muy rutinario y donde no nos ofrece ninguna pista acerca del origen de Freddy Krueger. La cinta se aleja de la mitología creada en la primera parte y que sólo posteriormente se pudo reparar con la realización de Pesadilla en Elm Street III: los guerreros del sueño con Wes Craven ejerciendo de guionista y de productor. Esta Pesadilla II es considerada por muchos críticos y aficionados como la peor película de la saga, aunque pienso que seguido muy de cerca por la quinta y la sexta entregas. La elección de Jack Sholder, desprovisto del talento de Wes Craven, como realizador tampoco resultó acertado, a pesar de haber debutado en el cine con una cinta titulada Sólos en la oscuridad (1982) protagonizada por Jack Palance que a día de hoy es considerado un título de culto del cine de terror. En definitiva, la cinta acabó convirtiéndose en un producto muy diferente del que los seguidores de la primera entrega hubieran esperado.

Como he señalado antes, el pecado capital de la cinta fue prescindir de las características que habían definido a Freddy Krueger en la cinta anterior. Con ello, seguramente los productores y guionistas pretendieron innovar en el personaje de Freddy Krueger trayéndolo al mundo real, cuando en realidad la primera entrega todavía tenía enormes posibilidades argumentales que explorar. Realizar una segunda entrega siempre es más complicada que la primera, y más en este caso de Pesadilla en Elm Street que había gozado de gran éxito artístico y comercial. El gran inconveniente de la cinta no es la película en sí misma, que perfectamente podría pasar por una cinta decente dentro del género de terror ochentero, sino precisamente en ser la continuación de Pesadilla en Elm Street. Los seguidores del personaje esperaban una mayor continuación entre la primera y la segunda entrega. En Pesadilla II apenas existen vínculos con la historia ni con los personajes de la primera entrega, a excepción de la casa donde transcurrieron los hechos en la primera entrega donde los protagonistas encuentran un diario escrito por Nancy, la protagonista de la primera película, relatando su experiencia terrorífica con Freddy Krueger.

Pesadilla II contradice varios aspectos de la cinta original y que lo convierte en una cinta muy distinta a lo que sería el resto de la saga. En la primera entrega nadie podía ver a Freddy excepto en el mundo de los sueños ¿Qué necesidad había en esta segunda entrega de hacer que Freddy Krueger abandonara su hábitat natural para conquistar el mundo real? Con este cambio de guión se eliminaba el gran atractivo del personaje de Freddy Krueger sin ninguna razón de peso.

¿Qué podemos destacar de esta cinta? Hay que reconocer de todas formas que su intención era inicialmente innovadora pero acabó por constituirse en un punto de ruptura. En Pesadilla II Freddy necesita de un cuerpo para iniciar el tránsito desde el mundo onírico de los sueños hasta el mundo de la vigilia y, de este modo realizar su venganza, tal como reza el título del filme. El guión nunca acaba de convencer muy centrada en la idea de la posesión. No hay giros argumentales ni diálogos o frases que puedan permanecer en la memoria colectiva de los espectadores. La banda sonora tampoco resulta destacable. La estética de la cinta resulta basta similar a la de la primera entrega, quizás un poco más colorido, lo cual repercute negativamente en la ambientación de la cinta. En definitiva, se trata de la típica película ochentera de terror, famosa por ser la secuela de la primera Pesadilla pero que se queda perdida en una producción de pobre guión.


domingo, 11 de julio de 2021

Pesadilla en Elm Street (1984), de Wes Craven.

    Pesadilla en Elm Street es una película del año 1984 dirigida por Wes Craven y protagonizada por Robert Englund, John Saxon y los debutantes Heather Lagenkamp y Johnny Deep. Así nacería uno de los grandes mitos cinenatográficos del cine terror ochentero como sería Freddy Krueger, con su cara quemada, su jersey a rayas y cuchillas en las manos, dando lugar a una de las grandes sagas de terror de mayor éxito de todos los tiempos, a la vez que constituirse en un clásico del cine slasher de los 80.

La acción de la cinta transcurre en un pueblo llamado Sprinwood, en Ohio, donde los hijos de la vecinos del lugar comienzan a sufrir pesadillas relacionadas todas ellas con un hombre de aspecto terrible llamado Freddy Krueger. A medida que avanza el metraje los espectadores irán descubriendo que Freddy Krueger había asesinado en el pasado a varios jóvenes del lugar. Sus padres tomaron la resolución de tomarse la justicia por su propia mano quemándolo vivo, ante la pasividad de la justicia. Sin embargo, Freddy Krueger no morirá de manera definitiva sino que se refugiará en el mundo de los sueños, o más bien de las pesadillas, con el objetivo de acabar con la vida de los hijos de los ejecutores.

La película comienza con una primera muerte excelentemente rodada hasta punto de no tener absolutamente nada que envidiar con la mítica escena de la ducha de Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock: una joven tiene una pesadilla que se repite constantemente en la que es perseguida por Freddy Krueger. Finalmente su novio será testigo de su asesinato siendo arrastrada por las paredes y por el techo por el asesino de las cuchillas.

El creador del personaje de Freddy Krueger fue Wes Craven que desde entonces comenzaría a ser reconocido en el mundo del cine. Antes había dirigido La última casa a la izquierda (1972) y Las colinas tienen ojos (1977), películas de bajo presupuesto que acabarían convirtiéndose en títulos de culto y establecería en buena medida las bases de gran parte del cine de terror de la década de los 70 y de los 80. Además, en la década del 2000 ambas películas fueron objetos de remake. Sin lugar a dudas, de toda la filmografía del director está será su película con mayor repercusión. Pesadilla en Elm Street daría lugar a una saga cinematográfica bastante irregular en sus resultades anque con gran éxito a nivel comercial. Después dirigiría Scream, vigila quien llama (1996), otro gran éxito de taquilla en el que Wes Craven realiza un ejercicio muy irónico sobre el cine de terror de los años 80. Scream acabaría convirtiéndose también en otra saga cinematográfica de gran éxito.

Pesadilla en Elm Street también acabaría convirtiéndose en una cinta de culto para todos los amantes del cine de terror de los 80. La cinta forma parte del subgénero slasher, muy típico de la época, pero, a diferencia de otras cintas, sumamente original: el asesino mata a sus víctimas no ya desde nuestro mundo real sino desde el mundo de los sueños y de las pesadillas. Se trata de una historia sencilla y sin demasiadas pretensiones pero con un guión muy bien escrito de la mano de Wes Craven demostrando su gran capacidad para crear personajes terroríficos que hacen pasar un mal rato a los espectadores.

Tal como señala el propio Wes Craven, el personaje Freddy Krueger nació a partir de dos sucesos cotidianos de su vida. En cierta ocasión, cuando Wes Craven era niño estaba contemplando en la ventana de su habitación y pudo ver a un hombre que llevaba un sombrero que le cubría el rostro y que fijó su mirada en él, provocándole un gran terror. Años después, en otra ocasión, Wes Craven escuchó en la radio que un joven había muerto mientras dormía. Este joven durante sus últimos días de vida luchó de manera incansable por no dormir pues alguien pretendía asesinarle en sus pesadillas.

¿Cuál es la novedad que introdujo Pesadilla en Elm Street en el mundo del cine slasher? A diferencia de La noche de Halloween (1978) y de Viernes 13 (1980), por citar los dos grandes ejemplos del cine slasher de la época, donde los asesinos (Michael Myers y Jason Voorhees)eran personajes reales que ejecutaban a sus víctimas haciendo uso de distintas armas: cuchillos, hachas…, en Pesadilla en Elm Street, como hemos señalado más arriba, el asesino pertenece al mundo de los sueños. Las víctimas trataban de evitar dormirse para no morir a manos de Freddy Krueger. Es cierto que en las sucesivas continuaciones de La noche de Halloween como de Viernes 13 se fueron introduciendo elementos fantásticos. Otra elemento identificatorio del personaje de Freddy Krueger es el humor. Freddy posee un carácter irónico y sarcástico y en películas posteriores irá incluso en aumento. Este sentido del humor marcaría una nueva tendencia en el modo de hacer cine de terror y que influirá en otras cintas de la época como Noche de miedo (1985) de Tom Holland y House: una casa alucinante (1985) de Steve Miner, donde se combinaba con gran acierto el terror y el humor. En Pesadilla en Elm Street el humor se introducirá en pequeñas dosis, a diferencia de lo que ocurriría en posteriores secuelas donde se radicalizará. Las continuaciones bajaron el nivel cinematográfico de la primera película, a excepción de la extraordinaria Pesadilla en Elm Street III: Los guerrero del sueño (1986) de Chuck Russell y La nueva Pesadilla (1994) dirigida por el propio Wes Craven.

El principal atractivo de la cinta será el personaje de Freddy Krueger, interpretado por Robert Englund, que en las películas posteriores acabaría convirtiéndose en el principal reclamo con un sentido del humor exacerbado convirtiéndolo prácticamente en un bufón. El Freddy Krueger de Robert Englund es un personaje que posee su propia mitología, no teniendo nada que envidiar a otros grandes monstruos de la pantalla como el Drácula de Christopher Lee o el Frankenstein de Boris Karloff. Al igual que estos personajes, Freddy Krueger posee también una serie de elementos icónicos del propio personaje: el cuerpo quemado, el jersey a rayas, el sombrero o las cuchillas de las manos convirtiéndolo en una de las figuras más emblemáticas del cine de terror.

Freddy conoce los miedos más profundos de sus víctimas y los utiliza a su favor, premisa argumental que también aparecería años después en la reivindicable Horizonte final (1997) de Paul W. S. Anderson. En Pesadilla en Elm Street, los espectadores se sienten siempre atraídos por Freddy Krueger y la razón de ello se encuentra seguramente en su humor, aunque ciertamente se encuentra a medio camino entre el terror y lo cómico. A diferencia de otros asesinos del universo cinematográfico, Freddy no se encuentra en ningún lugar concreto, ya sea un motel como Norman Bates de Psicosis, un psiquiátrico como Michael Myers de La noche de Halloween o un campamento como Jason Voorhees de Viernes 13 sino, como hemos señalado antes, forma parte de los miedos más íntimos de cada individuo. A diferencia de Norman Bates, de Michael Myers y de Jason Voorhees, que eran personajes reales que una vez detenido y encarcelado dejaban de ser una amenaza (aunque es cierto que en el caso de Michael Myers y de Jason Voorhees en las secuelas sucesivas fueron revistiéndose cada vez más de un halo sobrenatural), Freddy Krueger pertenece al mundo de los sueños y, por tanto, no podía morir. Así, solamente cuando los protagonistas dormían, sus vidas podían correr peligro.

Pesadilla en Elm Street crea un vínculo fuerte entre Freddy Krueger y Nancy, muy parecido al que ya se establecía entre Norman Bates y Marion Crane en Psicosis, Michael Myers y Laurie Strode en La noche de Halloween o Hannibal Lecter y Clarice en El silencio de los corderos. Se trata de una relación en la que cada polo necesita de su polo contrario para sacar lo máximo de sí mismo.

Al igual que Robert Englund, es muy destacable el papel de Heather Langenkamp que debutaba en el cine en esta cinta y que se encargará de dar perfecta réplica a Freedy Krueger no desentonando en su papel en ningún momento. También nos encontramos a un joven Johnny Deep en un breve papel antes de sus grandes películas de Eduardo Manostijeras y Piratas del Caribe.

Respecto a la banda sonora de la cinta destaca especialmente la melodía principal que acompaña a lo largo de la cinta compuesta por Charles Bernstein y que la dota de un clima muy onírico y perturbador.

Pesadilla en Elm Street, al igual que el filósofo Descartes en su obra Discurso del método, reflexiona acerca de esa distinción entre el mundo real y el mundo ficticio, confundiendo de manera permanente tanto a los personajes de la película como a los espectadores. De este modo y éste el el elemento original de la película tal como señalábamos más arriba, el género slasher es llevado al mundo de los sueños y del inconsciente freudiano indagando los grandes miedos de la mente humana.

Llama la atención la descripción tan negativa y pesimista con la que retrata Wes Craven el mundo de los adultos de la películas, quienes teóricamente deberían ser los máximos referentes de los jóvenes y velar por su seguridad. Se muestran incapaces de asumir las consecuencias de las acciones que llevaron a cabo en el pasado. Y lo que es peor, no son capaces de proteger de manera adecuada a sus propios hijos de un ser maligno del que ellos fueron máximos responsables.

Respecto al desenlace del final de la película. Wes Craven inicialmente tenía pensado un final cerrado que imposibilitara la realización de nuevas continuaciones. Sin embargo, el productor de la cinta, Robert Shaye, siendo consciente de las posibilidades argumentales del personaje de Freddy Krueger impuso un final abierto que hiciera posible una continuación de la cinta, lo que acabaría pasando finalmente.

Pesadilla en Elm Street constituyó un soplo de aire fresco en el cine de terror gracias a su sentido del humor, la dualidad realidad-fantasía que introduce y, por supuesto, su terror. Aunque esté lejos de ser una obra maestra al modo de Psicosis (1960), pero es muy superior a la mayoría de las cintas de slasher de la época. En definitiva, estamos ante una cinta sumamente recomendable y que todo aficionado al cine tiene la obligación de visionar, al menos una vez en la vida.



sábado, 5 de junio de 2021

Beyond Reanimator (2003), de Brian Yuzna.

 Beyond Reanimator es el cierre de una saga irregular que fue de más a menos en la sucesión de películas desde la cinta original Reanimator (1985) dirigida por Stuart Gordon pasando por una prescindible La novia de Reanimator (1990) dirigida esta vez por Brian Yuzna, el mismo director que dirige esta Beyond Reanimator. De todos modos se trata de una cinta sin pretensiones de ningún tipo, entretenida y perfectamente olvidable a los pocos minutos de haberla visionado. No por ello deja de estar un escalón por debajo de sus predecesoras, que ya es decir. La dos primeras, sobre todo la primera había logrado conjugar perfectamente terror y la comedia más desmadrada.

Respecto a la génesis de la saga de Reanimator habría que remontarse hasta la década de 1980 donde el director Stuart Gordon y el productor Brian Yuzna se unían en la adaptación de un relato corto de Lovecraft cuyo título era Herbert West: Reanimador. A su vez, Stuart no solo se encargaría de la dirección sino que escribiría el guión junto a Dennis Paoli. El doctor Herbert West sería interpretado por Jeffrey Combs creando un personaje que se convirtió en todo un icono y una referencia obligada para las películas de terror de serie B que se llevarían a cabo desde entonces. Se trata de un científico cuya obsesión por conservar la vida más allá de la vida le lleva al borde la locura. Tras el éxito de Reanimator (1985) Brian Yuzna se encargaría de dirigir y escribir el guión de La novia de Reanimator (1980) donde su referencia iba ya más allá de Lovecraft hasta el clásico de La novia de Frankenstein (1935) de James Whale. Brian Yuzna es un director que carecía del talento narrativo de Stuar Gordon pero que, a pesar de ello, también demostró que podía hacerlo muy bien en películas como El regreso de los muertes vivientes (1993) y El dentista (1996).

La tercera entrega sigue siendo un subproducto de serie B que el espectador no puede tomar en serio en ningún momento y que baja el nivel respecto a las dos primeras entregas.


La historia se abre justo en el final de la secuela anterior: uno de los cadáveres reanimados del doctor West realiza su aparición en la casa del niño Howard Phillips acabará asesinando a su hermano mayor. El doctor Herbert West, como es lógico, acabará en la cárcel. 13 años después Howard, ya convertido en un joven médico, iniciará su trabajo en el mismo recinto carcelario donde se encuentra West. El doctor Howard a diferencia de lo que cabría esperar no busca la venganza sino que se encuentra muy interesado en trabajar con el doctor West con el propósito de encontrar una cura contra la muerte.


Ambientar la historia en una cárcel pudiera resultar a priori atractivo tanto por la escenografía carcelario como la idea de combinar el terror-gore con el cine carcelario. Sin embargo, seguramente esta idea fue consecuencia del bajísimo presupuesto de la cinta.

Para servidor lo mejor de la película se concentra en la primera parte donde se va definiendo el entramado de la cinta. Sin embargo una vez que comienza la trama, parece como si la historia dejara de interesar pues, asumámoslo, es muy poco original


Jeffrey Combs, al igual que sucedía con las otras cintas, sigue siendo el ingrediente más importante de la película con una interpretación a la vez terrorífica como cómica del doctor Herbert West. Jason Barry interpreta al joven doctor Howard, dando réplica al personaje interpretado por Jeffrey Combs. No deja de ser un papel parecido al que en las dos primeras entregas realizó Bruce Abbot, aunque quizás menos brillante. Me ha gustado la actuación del villano de la cintainterpretado por Simón Andreu, que ya protagonizara en el pasado ese clásico ochentero de Los señores del acero dirigida por Paul Verhoven, y que hace las veces de David Gale en las dos primeras entregas que interpretaba al doctor Carl Hill.


¿Recomendaría esta cinta? Supone un cierre de trilogía que queda lejos de lo conseguido en las dos películas pretéritas no logrando el brillante equilibrio entre terror, humor y exceso visual de éstas acabando por resultar una vi parodia. No hay que tomarse en serio la cinta en ningún momento. Y es cierto que el nivel alcanzado por la segunda entrega dejaba ya bastante que desear, de modo que haberla superado era a priori tarea fácil. A pesar de ello, sigue siendo una secuela muy digna dentro de lo que es este tipo de cine, manteniendo algunos de los elementos comunes con las dos primeras entregas de la saga, especialmente la primera.

sábado, 15 de mayo de 2021

La novia de Reanimator (1990), de Brian Yuzna.

La novia de Reanimator de Brian Yuzna es la continuación de Reanimator (1985) de Stuart Gordon, una cinta donde combinaba terror, comedia y gore de manera sorprendente dando lugar a un producto sumamente atractivo para el género de terror de los ochenta. La cinta acabó convirtiéndose en un título de culto del terror fundamentalmente por su gran éxito en videoclubs. Reanimator significó el comienzo de una fructífera alianza entre Stuart Gordon como director y Brian Yuzna como productor y que repetirían hasta en dos ocasiones más. El filme es una versión cómica y paródica del mito Frankenstein, en concreto de La novia de Frankenstein de James Whale, sólo que con situaciones rocambolescas y sangrientas con un exceso de marcado carácter bizarro. Jeffrey Combs vuelve para ponerse en la piel del doctor Herbert West y ciertamente lo hace brillantemente. Herbert West juega a ser Dios y su propósito es crear vida pero sus experimentos dan lugar a monstruosas creaciones en un intento insuficiente de imitar la vida humana.

Esta vez el productor de la primera entrega, Brian Yuzna, se hace cargo de la dirección, sustituyendo a Stuart Gordon y el resultado es manifiestamente inferior. Aunque es cierto que Yuzna lo intenta, no tiene el talento de Stuart Gordon y su película es una cinta muy entretenida pero llejos de la primera entrega. El filme tuvo una fría acogida y no cosechó el éxito de la cinta original en el mercado de videoclub que el mercado destinado originalmente, Yuzna había debutado un año antes, en 1989 con la película de Society, y La novia de Reanimator sería su segunda película como director. El tono humorístico de la película original está por entero ausente salvo en contadas excepciones. Y esto constituye una de los puntos flacos de la cinta. Gordon y Yuzna tienen ciertas similitudes en lo que se refiere al gusto por el terror, pero más allá de ello son directores muy diferentes principalmente a la introducción del humor. Brian Yuzna no es capaz de imprimir el humor negro que pide la cinta y que Stuart Gordon hizo de manera sobresaliente en la anterior entrega. Reanimator es una película de terror con grandes dosis de comedia negra, y La novia de Reanimator es una cinta de terror con sutiles dosis de comedia.

Jeffrey Combs destaca sobremanera en la interpretación del doctor West, una de las figuras claves para el cine de terror de serie b ochentero. El resto de actores también lo hacen muy bien. El aspecto visual de la película está bastante cuidado con una gran la iluminación, gran diseño de las criaturas y todo ello gracias a un más elevado presupuesto.

Poco después de los acontecimientos narrados en la primera entrega el doctor Herbert West sigue obsesionado en el desarrollo de sus experimentos que tendrán que ver no sólo por hacer regresar a los muertos a la vida de nuevo sino crear vida en un nuevo ser mediante la unión de distintas partes de varios cadáveres. El comienzo de la película resulta atractivo con la cabeza del doctor Carl Hill advirtiendo a West que en esta ocasión no escapará. El doctor Hill no está muerto sino que sobrevivió a la explosión de la morgue en la anterior película. A su vez, un médico trabajará en devolverle a la vida. La acción de la película nos sitúa en Perú donde los doctores Herbert West y Dan Cain siguen realizando macabros experimentos en plena guerra. La relación entre el doctor Cain y el doctor West es mucho más manifiesta que en su antecesora: parecen un viejo y cansado matrimonio que discuten constantemente pero que en el fondo no pueden vivir el uno sin el otro. El doctor Dan amenaza con marcharse y abandonar las investigaciones pues consideran que han superado una linea roja. Sin embargo, West le mostrará el corazón de la novia de Dan, muerta en la entrega anterior, que se ha conservado sorprendentemente bien a pesar del tiempo transcurrido, y le promete colocarlo en un nuevo cuerpo para que vuelva a latir. De este modo conseguirá su propósito y convencerá a su compañero a seguir con sus experimentos.

La novia de Reanimator pretende ir más allá de su predecesora: el doctor West ya no desea únicamente a reanimar a muertos sino crear vida a partir de restos pertenecientes a cuerpos diferentes. En su loca obsesión dará vida a criaturas macabras. La aparición final de la creación es de gran calidad en su aspecto visual. Pero el conjunto de la cinta es irregular. En comparación con la primera entrega le falta terror, además de carecer de toda sorpresa en un guión muy plano. Como es habitual en toda segunda entrega de cine de terror, y como parodió Wes Craven en Scream 2, cuenta con un presupuesto un poco más elevado y todo ello da lugar a más sangre, más mutilaciones, buenos efectos especiales. Pero se trata en el fondo de contar la misma historia que su predecesora pero sin originalidad y de manera rutinaria. Es de destacar sus efectos especiales sumamente sofisticados, recurriendo a la técnica del stop motion, cuidadosos diseños y grandes maquillajes. La ambientación sigue la línea de Reanimator: oscuro y asfixiante.

Falta fluidez en la narración porque la cinta acaba siendo un poco lenta en comparación con la primera entrega. A pesar de ello la película resulta entretenida. Habría sido necesario un guión más trabajado pues la historia, como hemos señalado, apenas innova y repite lo ya visto en la anterior.

En definitiva, una cinta perfectamente disfrutable para los amantes del cine de terror de serie b con una acumulación de secuencias pensadas para el lucimiento de unos buenos efectos especiales. Y a todo ello se le suma un bizarrísimo exagerado que lo hace muy divertido. La cinta no decepciona sino que cumple perfectamente en su cometido de pasar el rato. 

viernes, 2 de abril de 2021

Reanimator (1985), de Stuart Gordon.

 

Reanimator fue la segunda película dirigida por Stuart Gordon en 1985, producida por Brian Yuzna, que posteriormente se encargaría de rodar la segunda y la tercera entrega de la saga y protagonizada por Jeffrey Combs, en el papel del doctor Herbert West, David Gale, que interpreta al villano de la función: el doctor Carl Hill, Barbara Crampton, que interpreta a Megan, hija del Decano de la Universidad y Bruce Abbott interpreta a Dan Cain, estudiante de Medicina y novio de Megan. El guión está escrito por el propio Stuart Gordon, además de William Norris y Dennis Paoli, que fueron colaboradores habituales tanto de Gordon como Yuzna en otras películas. La película resultó ganadora en el festival de Sitges en el año 1985. Se trata una película de bajísimo presupuesto, lo cual no significa que sea una mala película sino, justo al contrario, ponen de manifiesto el enorme mérito de aquéllos que se encuentran detrás de la producción de la película. Tiene sabor a serie b ochentero y es un tanto inclasificable desde el punto de vista del género al que pertenece, pues combina suspense, terror, gore y comedia negra sumamente macabra, además de tratar la temática zombie, como consecuencia del deseo del protagonista de revivir a los muertos. En este sentido, la película La noche de los muertos vivientes (1968), de George A. Romero será uno de sus grandes referentes. como hemos señalado, su bajo presupuesto no se nota en absoluto sino que se compensa por el gran ingenio de su director y de los técnicos de efectos especiales: es la necesidad hecha virtud, con un uso inteligentísimo efectos prácticos y artesanales.

La película adapta de un modo bastante libre un relato corto de H. P. Lovecraft que se tituló Herbert West: Reanimator del año 1922, y que, por cierto, no se encuentra entre lo más conocido del famoso escritor. Al igual que muchas otras películas de su época, Reanimator tiene todo el aroma añejo del de cine que se realizaba en los años 80 siguiendo la estela de otras películas del género como La noche de Halloween (1976), de John Carpenter, Viernes 13 (1981) o las secuelas de Psicosis. Su deuda con esta última es más que evidente, concretamente si nos fijamos en el tema principal de la banda sonora de Reanimator, firmada por Richard Band, autor de bandas sonoras de películas de temática parecida como Ghoulies (1985) y que suena durante todo el metraje es un homenaje a la banda sonora de Bernad Herrman de Psicosis, o mejor dicho, un plagio descarado. Stuart Gordon se inspira en las películas de terror de la década de los 30, concretamente Frankenstein (1931) y La novia de Frankenstein (1935), ambas dirigidas por James Whale, y s actualiza al cine de los 80 con un estilo muy característico muy exagerado y sangriento. Es una película muy bizarra, sin concesiones, dinámica en su segunda parte, que no da tregua al espectador a base de sangre y truculencia, unido a su ritmo absorbente que atrapa al espectador desde el primer momento. La película posee una primera parte sorprendentemente bien trabajada que se toma su tiempo para establecer las tramas argumentales y conflictos éticos, además de definir los personajes. Este aparente ritmo pausado desaparecerá en cuando llegue la segunda mitad con un ritmo trepidante y en la que Stuart Gordon definirá los cimientos del gore posterior y que, por ejemplo, Peter Jackson lo radicalizó en su película Brainhead de 1992, que en España tuvo el título imposible de Tu madre se ha comido a mi perro.

La película se basa en un ingenioso guión, que aunque no sea Shakespeare, rebosa ingenio y originalidad, con tensión y sorprendentes dosis de humor negro, cuya intensidad va creciendo a medida que la trama se va desarrollando. Al igual que el relato en el que se basa, la película se inspirará de Frankenstein de Mary Shelley pues reflexiona sobre la licitud ética o no rebasar el límite estrictamente natural para avanzar en las investigaciones: ¿El científico debe establecer algún límite en su investigación? ¿Cuál es ese límite? ¿Quién lo debe establecer? Mary Shelley reflexiona sobre la muerte y la posibilidad de crear la vida a partir de lo muesto, desafiando a Dios, al modo de Prometeo. Pero no nos engañemos estas reflexiones son de carácter meramente superficial sin el menor desarrollo, como pretexto para el posterior espectáculo de sangre y de vísceras. Es cierto que el paso del tiempo no le ha pasado factura en absoluto a la cinta, es más, ha ganado con el tiempo hasta convertirse en un título de culto y de referencia para el cine gore posterior. Hoy en día Reanimator es un filme perfectamente disfrutable pues resulta bastante innovadora al mezclar muy diversos géneros de modo brillante, con un tono irreverente muy alejado del cine políticamente correcto de hoy en día. Observamos como muchas cintas de los años 80 eran mucho más valiente a la hora de desarrollar sus historias, que contrasta sobremanera con el ambiente de temor permanente que parece caracterizar la industria cinematográfica hoy en día caracterizado por el temor permanente de que nadie se ofenda y con la pretensión de contentar a todos. Aunque eso implique idiotizar las historias que se vayan contando. Si una película tiene tantos momentos que se han grabado en la memoria colectiva y permanecen todavía en la retina del espectador medio a pesar de los años, es indicativo de que sea convertido en un clásico: el doctor West rompiendo lápices ante las explicaciones del doctor Carl Hill, el gato que vuelve a la vida, las jeringuillas resucitadoras, la cabeza separada del cuerpo que tiene vida propia. Todos los actores realizan sus papeles de modo brillante, en la que destaca Jeffrey Combs en su papel de científico obsesivo y meticuloso que no le importa lo más mínimo ir más allá de la moral en aras al desarrollo científico. Jeffrey Combs acabó por convertirse en un icono del cine de terror ochentero con una interpretación que va del espíritu crítico que le impulsa al conocimiento de la verdad y al desvelamiento de los misterios de la naturaleza hasta la locura al comprender como su experimento se le va de las manos. Lo mismo le sucedía a Victor Frankenstien en la novel a de Mary Shelley. No podemos olvidarnos del actor David Gale interpretando al inicialmente serio doctor Carl Hill, que, a su vez, protagonizará varias escenas especialmente cómics. Es un persona que simboliza la vieja escuela de la medicina basada en el respeto absoluto al pasado y la prohibición taxativa a aventurarse a un campo de la investigación que vaya más allá de lo establecido previamente.

Respecto a la génesis de la película, originariamente estaba concebida como la adaptación del relato de Lovecraft al medio televisivo por parte de Stuart Gordon cuya única incursión hasta ese momento en el mundo del cine había sido una película llamada Bleacher Bums, del año 1979. La serie constaría de 10 capítulos de aproximadamente 30 minutos de duración cada uno. Sin embargo, Stuart Gordon no tuvo éxito y no logró vender su historia a ningún canal de televisión. Finalmente, el productor Brian Yuzna, consumado especialista en descubrir talentos cinematográficos, quedó cautivado por la historia y puso el dinero suficiente para que Reanimator pudiera convertirse en realidad cinematográfica. Finalmente la película fue distribuida por Empire Pictures. Stuart Gordon acabó por convertirse en un director de culto con otras películas como From Beyond (1986), Dolls (1987), El pozo y el péndulo (1991)

Analicemos algunos aspectos de la película a continuación. El doctor Herbert West es un obsesivo científico que estudia en Suiza un método que haga posible la resurrección de los muertos. Sin embargo, tras un fallido experimento en el que acaba falleciendo su propio compañero se verá obligado a huir y trasladarse a Estados Unidos. Allí se matriculará en una prestigiosa universidad de Masachussets donde retomará de nuevo sus estudios. A partir de esta premisa argumental se seguirá una serie de acontecimientos muy cómicos y, a la vez, macabros dando lugar a resurrecciones varias, aunque el resultado final dista mucho del esperado. Para desarrollar sus investigaciones y experimentos contará con la ayuda de Dan Cain, un estudiante de medicina con el que, además, compartirá piso junto a su novia Megan

Podemos identificar varias líneas argumentales en la película. Como hemos señalado antes, Mary Shelley y su mito de Frankenstein está presente a lo largo de toda la trama. Al igual que Victor Frankenistein, el doctor West rebasará los límites de éticamente correcto para regenerar la vida a partir de lo muerto. Igual que sucedía con Victor Frankenstein de la novela de Mary Shelley, el doctor West es un joven ambicioso que antepone la ciencia y su desarrollo a cualquier otra cosa, aunque vaya más allá de la moral imperante o de los convencionalismos sociales. Este carácter entra en conflicto con el del doctor Carl Hill que representa un tipo de pensamiento científico de carácter mucho más clasicista y meramente academicista, anquilosado al pasado y opuesto a cualquier novedad.. Frente a ello el doctor West representa un tipo de ciencia crítica y novedosa que cuestiona de manera permanente los logros pasados de la ciencia y establece la necesidad de adentrarse a nuevos hacia campos inhóspitos de la investigación científica. Para llevar a cabo sus investigaciones el doctor West contará la con la colaboración de Dan Cain, un joven estudiante, que pronto se fascinará con sus investigaciones y que se convertirá en su aliado. Ambos compartirán piso, además de la novia de Cain, Megan. La unión entre West y Cain resulta sumamente provechosa para ambos. En primer lugar West con una persona de su absoluta confianza que tiene acceso a los recursos de la universidad, esos mismos recursos que el propio West necesitaba para desarrollar sus investigaciones. A su vez, Dan, al formar equipo con West, podrá obtener el reconocimiento del padre de su novia Megan que es el decano de la Universidad de Medicina. De todas formas, se trata de una relación sumamente ambigua: podría ser interpretada como amistosa inicialmente aunque finalmente se degenerará en una relación profesional al descubrir Cain el carácter trastornado de West.

Uno de los aspectos más reivindicables de la cinta es su humor negro y macabro, además de una crítica hacia muchas instituciones universitarias y la forma de entender la educación por parte de muchos profesores basado en la transmisión de las teorías del pasado sin permitir el menor atisbo de crítica y de creatividad por parte de los estudiantes. Como he señalado antes, la película es una adaptación muy libre del cuento de Lovecraft desprendiendo toda su seriedad a cambio de un gran sentido del humor, sin convertirse nunca en una parodia, aunque sabe perfectamente reírse de sí misma.

La película daría lugar a dos continuaciones más, ya no tan buenas y perfectamente olvidables pero que serviría para inspirar a otros directores en lo que es un lavado de cara al cine de zombies. Ambas secuelas cinematográficas serán dirigidas por el propio Brian Yuzna. La primera llegó en el año 1990, cuyo título La novia de Reanimator es un homenaje a la película La novia de Frankeinstein (de 1935), dirigida por James Whale. La segunda secuela se estrenaría ya en 2003 y se tituló Beyond Reanimator, protagonizada también por Jeffrey Combs, y que contaba en el reparto con Elsa Pataky y Santiago Segura. Se trata de una película tardía y parcialmente fallida y que no entusiasmó a los seguidores de las películas anteriores. En definitiva, una película sumamente recomendable para todo amante del cine de terror de los 80, donde disfrutará de grandes dosis diversión.

viernes, 26 de marzo de 2021

María Zambrano (1904-1991): la Razón Poética.


    María Zambrano fue una de las figuras cumbres de la Filosofía Española del siglo XX sobre todo a partir de su teoría de la Razón Poética. Nació en Vélez-Málaga y estudió Filosofía y letras en la Universidad Central de Madrid donde tuvo como profesores a José Ortega y Gasset, Manuel García Morente y Xabier Zubiri. Sus referencias filosóficas fueron múltiples desde los auntes señalados antes pasando por Platón, Plotino, Agustín de Tagaste Spinoza o Nietzsche. Todo ello creó en María Zambrano un poderoso caldo de cultivo a partir del cual pudo desarrollar un pensamiento que aún partiendo de las fuentes anteriores fue muy propio y original. Se trata de un pensamiento donde las fronteras del conocimiento, la metafísica y la ética se entrecruzan de manera permanente.

Nos referiremos en primer lugar a José Ortega y Gasset que desarrolla un tipo de filosofía donde pretendía sintetizar dos planteamientos en principio muy antitéticos como fueron el racionalismo y el vitalismo. El ser humano nunca puede resultar independiente de sus circunstancias y que ambos constituyen la realidad radical. La razón no puede desarrollarse en la soledad sino que siempre ha de incardinarse en una situación concreta. La razón es parte constitutiva de la vida y , por tanto ha de partir siempre de ella. El ser humano es un ser que posee una naturaleza inacabada e incompleta y por ello, a diferencia del resto de seres vivos, su vivir exige dotar de sentido a la vida. María Zambrano, sin embargo, desarrolló un tipo de filosofía donde, si bien nunca negó la razón pero que se interesó más por el ámbito personal. Como hemos señalado antes, una de las aportaciones esenciales del pensamiento de María Zambrano fue el concepto Razón Poética donde pretendía aunar términos que en una primera aproximación parecerían repelerse como son filosofía, poesía y religión. Todo ello da lugar a un método sumamente original que pretende dotar de una orientación adecuada al ser humano recurriendo a ámbitos cognoscitivos que no son estrictamente racionales.

Desde los orígenes del pensamiento filosóficos podemos observar como el ser humano ha transitado desde una actitud poética a otra filosófica. Esto lo encontramos desde el tránsito del pensamiento mítico hasta el pensamiento denominado filosófico e incluso, ya dentro del marco de la filosofía presocrática hasta la filosofía de Sócrates y Platón. Observamos como en autores como Parménides y Heráclito la palabra tiene una importante carga simbólica a través de la poesía y que a partir de la cual se pretendía acceder a la realidad primigenia. Sin embargo, con Sócrates y sobre todo con Platón se producirá una pérdida de la carga simbólica de la palabra a través de su crítica a la poesía. La pregunta filosófica surge de la duda, y del caos, del vacío. La respuesta pretende ordenar ese caos convirtiendo el mundo en un lugar habitable. Esto lo supo apuntar Giorgi Colli y Heidegger quienes reivindicaron la importancia del pensamiento presocrático.

La poesía nos permite hallar a la persona en su singularidad perenne e indisociable. Sin embargo, en la Filosofía alcanzamos a la persona en su generalidad máxima y universalidad. Por ello el poeta es el único capaz de ir más allá de la razón y acceder a lo particular huyendo del orden y de la coherencia de lo universal. El filósofo quiere alcanzar la esencia de todo pues no quiere que nada se le escape sino que todo quede atrapado dentro de las categorías de la razón. La poesía huye de la totalidad y no teme perder nada y encontrarse dentro de las particularidades de lo mundano. La poesía no se basa en la verdad, al menos en la verdad tal como se entiende en la filosofía, ni tampoco en la distinción entre la apariencia y lo real. A través de la poesía alcanzamos la realidad de manera directa sin ningún método prefijado. La palabra en poesía nos permite alcanzar el éxtasis de lo dionisíaco, el baile, la danza y la música. La filosofía huía de las sombras pues únicamente denotaban apariencia. Pero la poesía no sólo se limita a las sombras de la caverna de Platón sino que es capaz de crear nuevas sombras que se manifiestan a través de las palabras.

María Zambrano parte de la crítica platónica de la poesía justamente para dar la vuelta al platonismo y dar su lugar a la poesía. La filosofía aspira alcanzar la verdad siempre a partir de un método previo. Sin embargo, este encuentro de la filosofía con la verdad es efímero y temporal, a diferencia de lo que ocurre con la poesía, desprovisto de cualquier método, donde el encuentro con la verdad es inmediata, además de eterna. María Zambrano pretende con su Razón Poética unificar filosofía y poesía. Tal como afirmaba su maestro Ortega, la razón no puede alejarse de la vida, ni la vida de la razón. El ser humano por naturaleza es poeta y filósofo. Filosofía y poesía tienen intereses y motivaciones diferentes. La filosofía parte del fracaso y de la incapacidad de alcanzar aquello de lo que carecemos y que necesitamos de modo necesario. La poesía por su parte, no busca sino que encuentra a partir del éxtasis de información que le proporciona la experiencia vital su verdad.

María Zambrano distingue entre la expresión de lo sagrado y de lo divino. Lo sagrado corresponde al fundamento último de toda realidad, mientras que lo divino se refiere al modo en que el ser humano accede a esa realidad. Lo divino se ha ido manifestando de muy diversos modos. En un principio originario los dioses eran revelados a través de la poesía. Sin embargo, la multiplicidad de los dioses suscita en los griegos el deseo de unidad. La filosofía surge de la pregunta metafísica ¿Qué son las cosas? . De aquí surgiría la filosofía como saber trágico. Todo esto se sucede de manera circular una y otra vez. Los dioses surgen a partir de una acción sagrada. Sin embargo hay también un proceso sagrado de destrucción de lo divino pues sólo a partir de su muerte es posible la restauración del universo sagrado del principio.

María Zambrano se ocupa del Dios cristiano que no constituye otra manifestación más de lo sagrado. El Dios de la Revelación de la tradición judeo-cristiana es conocido como Creador de la totalidad y presenta un carácter absoluto, autosuficiente que obliga al ser humano a la realización de su propia vida desde su propia soledad. El ser humano es totalmente libre para realizar el proyecto de su propia vida. Indudablemente esto acaba generando un gran vacío pues ha de enfrentarse al mundo desde su propia soledad. .


domingo, 7 de marzo de 2021

Comentario de El Exorcista: La versión Prohibida (2005) de Paul Schrader.


 Estamos con la segunda versión de la precuela de El Exorcista, esta vez dirigida por Paul Schrader y no por Renny Harlin. Las dos cintas son fallidas, especialmente desde la existencia de dos películas que comparten una misma trama, un parecido equipo de intérpretes. Todo es un cúmulo de despropósitos cuya culpabilidad ya no es tanto del equipo de rodaje sino unas nefastas decisiones de unos productores ávidos de dinero y que parece que no les interesa mucho la calidad cinematográfica de la cinta. El tema de la película, al igual que sucedía con la versión de Renny Harlin es sumamente atrayente: el primer encuentro entre Merrin y el diablo. Ciertamente no parece una cinta de terror sino más bien un drama intimista con gotas de terror y de tensión. No se puede entender por qué los productores pensaron en el director Schrader como sustituto de John Frankenheimer que había fallecido poco antes del inicio del rodaje. ¿Qué criterio usaron los productores? ¿Acaso tiene un nulo conocimiento del mundo del cine y no sabían quién era Paul Schrader? ¿Tampoco se molestaron en leer el guión? El guión ya adelantaba ciertamente lo que luego se vería en la pantalla. Una vez visualizado el producto final, los productores se dieron cuenta que resultaba escasamente atractivo y para atraer al público de cara a la taquilla.


A pesar de contar una misma historia, los cambios respecto a la versión de Renny Harlin son sustanciales. En primer lugar el tono que es muy diferente al de la versión de Renny Harlin: menos violento y efectista pero de carácter reflexivo. Llama poderosamente que siendo pretendidamente la película una cinta de terror carece prácticamente de escenas de terror para apostarlo todo hacia la psicología de los personajes. No es que parezca mal, al contrario, es un intento muy loable de hacer algo diferente, pero se equivocan de película. Por eso mismo se trata una versión poco fiel y con poca continuidad con la cinta original, a diferencia de lo que sucedía en la versión de Renny Harlin donde los homenajes eran constantes.


Al igual que sucedía con la versión de Renny Harlin, el protagonista de la cinta es Merrin que a partir de un capítulo traumático vivido durante la 2ª Guerra Mundial sufrirá una profunda crisis de fe que le llevará a alejarse de Dios. Abandona el sacerdocio para dedicarse a su oficio de arqueólogo. Y se encargará de dirigir una excavación arqueológica al este de África donde han localizado una antigua Iglesia Cristiana enterrada. La secuencia con la que se abre la películalleva al espectador al corazón mismo de la cinta: observamos como en la 2ª Guerra Mundial una serie de soldados nazis asesinarán de la manera más vil posible a personas inocentes, obligando a Merrin a escoger quiénes deberían vivir y quiénes morir. Este hecho llevará a Merrin a perder la fe en Dios y la esperanza en la bondad de la naturaleza humana.


Es una película que , a diferencia de la versión de Renny Harlin, tiene un ritmo pausado. No le importa detener el tiempo necesario para que podamos entender el mundo interior de Merrin. Esto contrasta sobremanera con la versión de Renny Harlin que conduce la cinta directamente a la acción desde el principio, a base de escenas truculentas, un recurso permanente a la banda sonora, sustos fáciles y unos efectos especiales que a veces destacan y no precisamente por su calidad visual. La trama terrorífica es abandonada en beneficio de una trama psicológica, como hemos señalado más arriba. Personalmente me gustó la idea de la que parte la historia pero es que el guión no está bien construido. y también falla la dirección de Schrader que es bastante fría e impersonal, como si no le acabara de convencer lo que estaba haciendo. Uno tiene la sensación de que el veterano director no acaba por involucrarse de modo completo en la producción y esa desgana da lugar u un trabajo muy neutral e impersonal. Y es que esta desidia se transmite al equipo de actores, muy especialmente a Stellan Skarsgard que está peor que en la versión de Harlin y se le ve perdido y desganado en un papel que en principio poseía los matices necesarias para haber hecho una interpretación más que interesante. No existe ningún clima lo suficiente atrayente ni para terror ni para drama. No hay un diablo terrorífico ni ninguna lucha interna representado en el personaje de Merrin.

Me gustó más la versión del exorcismo en la versión de Paul Schrader que la de Renny Harlin. Se trata de un diablo mucho más inquietante que conoce los temores del protagonista y los utiliza en su contra resulta mucho más inquietante. No se dedica, a diferencia del de la versión de Harlin a insultar y gritar. Son interesantes las conversaciones que mantienen Merrin y el diablo, pero que apenas duran dos minutos en pantalla. Y es la única vez en la cinta donde el aspecto psicológico está bien desarrollado.


Pazuzu posee a un joven del lugar para poder manifestarse. Se trata de un ser manipulador e inteligente que no usa apenas la violencia. Merrin sufrió la ausencia de Dios cuando fue obligado por el ejército nazi a una terrible decisión en plena 2ª Guerra Mundial. Todo ello le dejó una herida profunda que siempre llevó consigo. Y es que el mal no es ninguna realidad concreta sino los nuestros miedos e inseguridades que nos impiden realizar una vida verdaderamente plena. Es interesante la perspectiva que Merrin defiende a lo largo de esta fase de la película: al modo existencialista creer que el ser humano está solo en el mundo y sólo él pude superar sus problemas ante un mundo siempre hostil y violento.



En la película de Schrader aparece bien tratado el conflicto entre los nativos indígenas y los británicos pero, sin embargo, nunca cobra una dimensión verdaderamente importante. Al igual que ocurría en la versión de Renny Harlin la construcción de la Iglesia es meritoria con una iconografía muy trabajada.


En definitiva, estamos ante la segunda precuela del clásico de 1973 El Exoricista que parte de una premisa inicial muy interesante como era el primer encuentro entre Merrin y el diablo. Sin embargo, por culpa de una dirección desapasionada e ineficaz se hace pesada y aburrida, que es lo que una cinta de error no debería ser. Se pretende ahondar en la figura de Merrin, sus inseguridades y miedos, pero la película es lenta, sin terror ni suspense, a lo que se le añade la ausencia de unos efectos especiales que estén a la altura. Justamente la falta de presupuesto de la cinta, sobre todo en los efectos de postproducción, resultan evidentes, motivado seguramente por los problemas con los que contó Schrader en su enfrentamiento con los productores de la cinta. Pues es una película que debe visionar todo seguidor de la saga cinematográfica, a pesar de todos los problemas que ya hemos analizado.

domingo, 21 de febrero de 2021

El exorcista: el comienzo (2004) de Renny Harlin.

 

El Exorcista: el comienzo es la esperada precuela del clásico del cine de terror El exorcista (1973) de William Friedkin dirigida por Renny Harlin en 2004 y protagonizada por Stellan Skarsgard e Izabella Scorupco. Es todo un fiel reflejo de todos los avatares que sufrieron todas las secuelas de El Exorcista ya sea por guiones flojos o mal enfocados, directores equivocados o decisiones fallidas tomadas por el equipo de producción. A excepción de la película original, el resto de cintas parecen tocados por el despropósito y la calamidad. La película original de El exorcista, como todo aficionado sabe, acabó por convertirse en un clásico del cine de terror, además de iniciador de un nuevo subgénero de posesiones diabólicas y exorcismos. Es una auténtica referencia para el cine de terror posterior. Lo que llama la atención es que nació con vocación de cine comercial y de entretenimiento. La secuela de El exorcista llegaría a los cines en el año 1977 bajo el título de El exorcista 2: el hereje con una dirección que correría a cargo del personal John Boorman. Fue un error esta elección del director de la cinta pues, aunque se trata de un profesional del cine de un incuestionable talento tiene un universo cinematográfico muy definido y que difícilmente podía casar con el universo de El Exorcista. Su película fue tremendamente confusa, enigmática, por momentos tediosa pero también, ¿por que no?, fascinante con unos extraños viajes hipnóticos por el tiempo, plagas de langostas y bellas imágenes oníricas de carácter pesadillesco. Pero, no nos engañemos, nada de ello guardaba la más mínima relación con El Exorcista.. Aunque a servidor le gustara la película por proponer algo totalmente distinto para lo que previsiblemente debería haber sido una continuación de El Exorcista, no me sorprende en absoluto el batacazo que se llevó la película a nivel comercial y sobre todo artístico. Aunque ciertamente no fue un fracaso comercial en cuanto a taquilla pues recuperó con creces el dinero invertido para la producción pero quedó lejos de convertirse en el éxito de taquilla al que estaba destinado inicialmente y muy lejos, por supuesto, de la película original. Fue tanta la decepción que generó la cinta que la tercera entrega no llegaría hasta el año 1990, ya sin John Boorman y dirigida por William Peter Blatty, el autor de la novela de El exorcista y que adaptaba su novela Legión, continuación de El exorcista e ignoraba por completo todo lo acaecido en El exorcista II El hereje.. La película estuvo protagonizada por George G. Scott, que tampoco tuvo la mejor interpretación de su carrera. John Boorman volvería a recuperar el prestigio perdido con la gran Excalibur (1981).

El director inicialmente previsto para dirigir este El Exorcista: el comienzo era John Frankenheimer que contaba con una amplia experiencia en el mundo del cine con películas como El hombre de Alcatraz (1962), Siete días de Mayo (1964), ambas protagonizadas por Burt Lancaster, French Connection II (1975) con Gene Hackman, La isla del doctor Moreau (1996) con Marlon Brando y Val Kilmer o Ronin (1998) con Robert de Niro y Jean Reno. Sin embargo, John Frankheimer fallecería poco antes de iniciarse el rodaje de la película a partir de las complicaciones que se derivaron de una operación en la columna vertebral. La dirección correría a cargo esta vez de Paul Schrader, otro monumental error de elección tal como ocurrió antes con John Boorman. Paul Schrader, al igual que John Boorman es un director también con un universo muy personal y reconocible donde hizo una película en la que vertió todas sus obsesiones relativos a la pérdida de la fe y de la naturaleza del mal, pero muy alejado del tipo de película comercial que los productores demandaban llevar a cabo inicialmente. Paul Schrader es un excelente guionista de cintas como Taxi Driver (1975) y La última tentación de Cristo (1988), ambas dirigidas por su amigo Martin Scorsese y director de Posibilidad de escape (1992) y Aflicción (1997). Sin embargo, que seas un gran artista del cine no significa que pueda hacer todo tipo de película. Concretamente, esta cuarta entrega de El exorcista no pedía ser una película filosófica acerca de la pérdida de la fe y la maldad de la naturaleza humana sino una cinta más comercial dirigida hacia el gran público. La versión de Paul Schrader no acabaría por llegar a los cines pues no gustó nada a los productores. Éstos contrataron a un nuevo director, en este caso al competente Renny Harlin, responsable de éxitos como La jungla 2 (1990) con Bruce Willis, Máximo riesgo (1993) con Sylvester Stallone o Deep blue sea (1999) con Thomas Jane, para que arreglara el desaguisado de Schrader. Esto nos hace reflexionar que en ocasiones parecen basar sus decisiones en torno al mundo del cine más bien en el capricho y la arbitrariedad y que en un verdadero conocimiento. Se le dio a Renny Harlin un aumento del presupuesto y su pretensión era partir del material rodado por Schrader y rodar nuevas escenas que introdujesen mayor acción y dinamismo a la cinta. Una de las dificultades de las que partió Renny Harlin es que ya no pudo reunir el mismo elenco de protagonistas de la cinta de Paul Schrader, esto obligó a rodar una película prácticamente nueva. A servidor le gusta más la versión de Renny Harlin en primer lugar porque la película de Paul Schrader está inacabada, como podemos comprobar con su pobrísimo acabado visual de la película con unos efectos especiales que parecen sacados de una barata cinta de serie B. Renny Harlin desde el primer momento tuvo claro cuál sería su cometido en la cinta: aterrorizar al pobre espectador. Se trata de una misma historia pero contada en dos versiones distintas. Es manifiesto que Renny Harlin, a diferencia de Paul Schrader es un especialista del cine de acción pues su montaje es mucho más dinámica y enérgico, con un mejor acabado visual que el espectador sigue con interés sobre todo a lo largo de la primera parte de la cinta, evitando el ritmo cansino y lineal de Schrader. A pesar de lo dicho, no significa que estemos ante una gran película de terror. La versión de Renny Harlin fue la que acabó por exhibirse en las salas de todo el mundo siendo objeto de muy malas críticas y de escasa repercusión en taquilla hasta el punto de no recuperar el dinero invertido en él.


La película se inicia con un intenso prólogo que se remonta aproximadamente al siglo V después de Cristo donde el espectador puede darse cuenta que se trata claramente de una precuela, además de un homenaje a la cinta original. La película vuelve al siglo XX donde podemos observar a su personaje principal, Lankester Merrin, viviendo una crisis de fe debido a un episodio traumático vivido en la 2ª Guerra Mundial y que a lo largo de la cinta se va revelando en diversos flashbacks. Merrin acabaría abandonando los hábitos para retomar su profesión de arqueólogo. A lo largo de la cinta el espectador asistirá como testigo a la narración de esa historia. Unos oficiales nazis obligaron a Merrin durante la 2º Guerra Mundial a elegir entre 10 miembros de su congregación religiosa a morir, porque si no lo hacía morirían todos. Este sufrimiento interno llevará a Merrin a la pérdida de la fe en Dios y en la consideración de la maldad inherente al ser humano. Tales pensamientos llevará a Merrin a entregarse a la bebida. La película nos llevará a continuación hasta la región de Turkana, a Kenia, sometido por el dominio británico donde acaba de producirse el descubrimiento de una Iglesia Cristiana perteneciente a una época muy anterior a la llegada del Cristianismo. Poco a poco, a medida que la Iglesia es desenterrada, una ola de maldad se extenderá por toda la zona destruyendo todo aquello que se encuentra a su paso. Unas hienas devorarán a un pobre niño indefenso.

Se trata de un argumento poco novedoso respecto a la cinta original de William Friedkin, pero, a pesar de ello, Renny Harlin disponía de todos los mimbres necesarios para construir una cinta interesante. En su primera parte la película es ciertamente notable, tanto la ambientación y con una historia que logra interesar al espectador. Como he señalado más arriba, la cinta comienza de manera notable con una secuencia inicial maravillosa repleta de acción y que permite situar al espectador en el corazón del argumento. Observamos a un Merrin cansado, como si hubiera perdido todo interés por seguir viviendo, todo ello como consecuencia de su tormentoso pasado en la 2º Guerra Mundial. Este Merrin presenta una caracterización que a servidor le recuerda sobremanera a Indiana Jones, no sólo por ser arqueólogo sino por su vestimenta. Sin embargo, el innterés de la cinta decae de manera preocupante en la segunda mitad de la cinta, cuando debería haber sido lo contrario. Me han llamado la atención sus efectos especial que son un poco pobres, por ejemplo en la escena de unas hienas digitalizadas que parecen volar.


Ya con la contratación de Renny Harlin los productores pusieron de manifiesto que no había ninguna intención artística de hacer una película que pasase a la historia del cine sino una cinta convencional, nada innovadora, comercial y perfectamente olvidable una vez vista. No observo ninguna intención de contentar al verdadero aficionado del cine de terror sino que el enfrentamiento entre Merrin y el diablo fuera lo más sangriento y visceral posible para atraer a la máxima cantidad posible de gente al cinte. La cinta está llena de trucos baratos y tópicos, que podemos ver en cualquier otra cinta de medio pelo, y sin ya mencionar un final que parece merecer un capítulo aparte. Y es que, tal como sucedía El exorcista III parecía necesario introducir una escena de exorcismo aunque fuera de manera forzada y si se parece a la niña Regan de la película original original mejor. Me queda la sensación de no ser más que una parodia de la primera película, un poco como la cinta de Reposeída (1990) con Leslie Nielsen.

La cinta de Renny Harlin abandona el terror para centrarse solamente en los sustos fáciles. Éste es el mayor error de la cinta porque carece de toda esa ambientación terrorífica que sí tenía la cinta original. Y es que la película pasa perfectamente por un thriller de acción, sumamente efectista con escenas truculentas más o menos explícitas. El guión está mal resuelto porque se introduce un giro final pretendidamente novedoso para sorprender al espectador y que no lo consigue pues no hace sino repetir lo que ya se ha visto en otras cintas de temática parecida. Repito. el espectador, o al menos servidor, termina con la sensación de que la película tenía que introducir una escena de exorcismo ad hoc. Aunque lógicamente ya me diréis es que si no lo hace entonces el título de la cinta carecería de sentido.

También la película tiene algún aspecto positivo. El diseño de la Iglesia enterrada es muy potente y llama la atención que en lugar de señalar un camino hacia el Cielo, que sería lo más previsible, señala al interior de la tierra. Ese camino se inicia a partir de una tumba que a modo de una caja de Pandora encierra la esencia del Mal en su interior. En la película se plantea ciertamente cuestiones filosóficas muy interesantes en torno a la existencia del mal en el mundo, de la libertad y la culpa pero únicamente a modo de pinceladas pues son interrumpidas constantemente por escenas de acción y de susto, que es lo que más le interesaba expresar Renny Harlin. En este aspecto sí que me gustó más la versión de Paul Schrader.

Volviendo a Paul Schrader, éste mantuvo un juicio con los productores para conseguir la exhibición de su versión, y logró justo un año en una versión en DVD y un lanzamiento para video-clubs. Se trata de una obra indudablemente inacabada: su acabamiento visual es bastante pobre debido a sus limitaciones de presupuestos. Una virtud de su versión es que no hay tantas visceras gratuitas ni tanto efecto digital pues esto en el fondo no hacía sino restar verosimilitud a la historia que está contando. Renny Harlin parece tener mucho más claro el propósito de su película ofreciendo al espectador lo que quiere ver. La cinta de Paul Schrader es más pretenciosa, al modo de Prometheus (2012) de Ridley Scott, la precuela de Alien, donde los fantasmas interiores de Merrin están más presentes que la historia que inicialmente quería contar. El error de Paul Schrader es su falta de coherencia, no puedes hacer una película de arte y ensayo cuando la intención era llegar al máximo numero posible de audiencia. En la versión de Renny Harlin sí que tiene una continuidad con la primera cinta. Sin embargo, que la versión de Harlin sea más coherente con la historia original, más entretenida, aunque igualmente olvidable una vez vista, no significa que estemos ante una gran película, como he señalado antes. Renny Harlin usa los mismos trucos para asustar que el espectador atento ha visto en muchas otras cintas como por ejemplo la saga Scream de Wes Craven o clásicos ochenteros como La Noche de Halloween (1978) de John Carpenter y Viernes 13 (1980) de Cunningham donde manda los escenarios poco iluminados y los sustos fáciles, pero aún así logra sobrecoger al espectador. La película se encuentra a años luz de la cinta de Friedkin, no engaña a nadie y su única pretensión es entretener, algo que consigue holgadamete. Por tanto, es una película que todo seguidor de la saga de El Exorcista debería ver, aunque, indudablemente su calidad cinematográfica deje a veces bastante que desear.


domingo, 7 de febrero de 2021

El Exorcista III (1990) de William Peter Blatty.

El presente comentario puede revelar datos relevantes del argumento de la película. El exorcista III es una continuación de la famosa cinta El Exorcista (1973) de William Friedkin dirigida y escrita por el propio novelista William Peter Blatty adaptando su propia novela Legión del año 1983. Está protagonizada por George Scott, Brad Dourif, Ed Flanders y Nicol Williamson. El éxito alcanzado por la película original hizo posible una muy fallida continuación en el año 1977 dirigida por el británico John Boorman y que fue un fracaso tanto a nivel comercial como artístico en una obra incomprensible. El Exorcista III hace caso omiso de la película de John Boorman, aunque tampoco la contradice, y desarrolla una historia que en su génesis era independiente recogiendo y desarrollando solo algunos elementos de la película original, aunque finalmente los productores exigieron ciertas modificaciones drásticas que lo vincularan lo más posible a la cinta El Exorcista.

Willian Peter Blatty al hacerse con la dirección de la película evitaría repetir las repetidas discusiones que mantuvo con William Friedkin en la gestación del guión de la película. Como sabemos sería finalmente William Friedkin el que impondría su visión sobre la historia de carácter muy pesimista. La polémica no finalizaría aquí sino que una vez finalizado el rodaje los productores, una vez visionada la película, exigieron rodar un nuevo final incluyendo una escena de exorcismo y cambiar el título originalmente previsto de Legión por el del supuestamente más comercial El exorcista III. Lo que quedó al final fue un thriller policíaco con elementos sobrenaturales y que en cuanto historia se desmarca de la historia que se cuenta en El exorcista.

La película comienza de manera sumamente interesante mostrando las famosas escaleras de la primera entrega por donde cayó y supuestamente falleció el padre Karras. El teniente Kindermann, personaje que apareció en la primera entrega como secundario, desarrolla una investigación sobre unas recientes muertes en Georgetown, Nueva York, las cuales tienen el mismo modus operandi que un asesino en serie llamado Géminis y que fue ejecutado años atrás por la justicia. El asesino dejaba unas señas claramente identificativas en los cuerpos de sus víctimas pero que fueron distorsionadas por la prensa con el objetivo de librarse de los muchos imitadores. Casualmente el mismo día que Géminis fue ejecutado en San Francisco, Karras y Merrin practicaban el exorcismo. En un hospital psiquiátrico despierta un paciente que ha estado en coma durante mucho tiempo que nos recuerda sobremanera al padre Karras. Este Paciente X explica detalles sobre los asesinatos que dice haber cometido.

El Exorcista III es una película muy interesante pues no deja de ser una continuación de uno de los clásicos del terror pero en su desarrolla se revela un tanto irregular pues se alternan momentos brillantes con otros más prescindibles. Intenta mantener ese clima de suspense y de terror que los consigue en varios momentos,además de plantear algunas reflexiones filosóficas sobre la naturaleza del bien y del mal, aunque de modo germinal. La película contó con un presupuesto de 11 millones de dólares y logró recaudó en los cines de EEUU 26 millones de dolares que sumando la taquilla internacional alcanzaría casi 40 millones. Sin ser un fracaso si que quedó lejos de las perspectivas de taquilla que plantearon inicialmente sus productores.

La fotografía y los ambientes están muy conseguidos donde se palpa en muchos momentos una gran tensión, sobre todo a medida que se van acumulando los asesinatos, sin necesidad de introducir ninguna violencia gráfica.

El trabajo de George G. Scott es correcto pero sale perdiendo en su comparación con el papel del mismo personaje que interpretó J. Lee Cobb en la cinta original. J. Lee Cobb falleció el año 1976, lo que le impidió repetir en el papel. Brad Dourif destaca en su papel componiendo a un asesino sumamente perturbador. Sus escenas en la celda 11 resultan aterradoras. Por su parte, Jason Miller , en su retorno a la saga, sólo está correcto y no por culpa suya sino por el breve papel que le encomiendan.

Como hemos señalado más arriba, originariamente la película debería haberse titulado Legión, al igual que la novela pero debido a la introducción de una gratuita escena de exorcismo impuesta por los productores, la película deja de ser un spin off hasta convertirse en una continuación directa de la cinta original de El Exorcista. Sin embargo, este cambio no mejoró los resultados, justamente sucede lo contrario. En realidad la película no tenía por qué haber tratado el tema de los exorcismo pues no es afín con el estilo de la película: el eje central gira en torno a los asesinatos cometidos por el asesino en serie Géminis. Buena parte del desarrollo de la película tiene lugar en un centro psiquiátrico donde el protagonista investiga el caso de unos misteriosos asesinatos. Todo parece indicar que el responsable es el famoso asesino Géminis. Es sumamente interesante cuando Kindermann concluye que el ser que poseyó a Regan se refugió en Karras. Ahora ambas entidades conviven en el mismo ser. Permanece encerrado en una sala aislada, poseído por el asesino Géminis y es a través de su cuerpo como Géminis ha realizado sus últimos crímenes.

Un aspecto ha destacar de la película fue el enfrentamiento dialéctico entre el paciente X y el teniente Kindermann y donde el primero lleva a cabo sorprendentes revelaciones. Como señalamos más arriba Blatty se esfuerza por dotar a la película de una cierta entidad intelectual y de un transfondo teológico sobre todo a partir de los debates que mantienen el teniente Kindermann y el padre Dyer. Estos debates tienen que ver con la naturaleza del bien y por qué si Dios existe, por qué permite el mal en el mundo. De todos modos solo queda en meros apuntes.

En conclusión, podría haber sido una grandísima película policíaca con toques sobrenaturales, pero, debido a los productores, al querer que formara parte del universo de El exorcista pierde de modo completo toda la originalidad que pudiese ostentar en un principio. La película pedía a gritos ser una historia autónoma, como lo tenía planteado inicialmente William Peter Blatty. Tiene un buen guión, los personajes perfectamente definidos a través de grandes actuaciones por parte de los actores. La película fue estrenada en EEUU un mes antes que la comedia Reposeída protagonizada por la mismísima Linda Blair y Leslie Nielsen. Ya en la década del 2000 nos llegaría dos precuelas fallidas de El Exorcista tituladas El Exorcista el comienzo (2004) de Renny Harlin y El exorcista: la versión prohibida (2005) de Paul Schraeder.