domingo, 11 de julio de 2021

Pesadilla en Elm Street (1984), de Wes Craven.

    Pesadilla en Elm Street es una película del año 1984 dirigida por Wes Craven y protagonizada por Robert Englund, John Saxon y los debutantes Heather Lagenkamp y Johnny Deep. Así nacería uno de los grandes mitos cinenatográficos del cine terror ochentero como sería Freddy Krueger, con su cara quemada, su jersey a rayas y cuchillas en las manos, dando lugar a una de las grandes sagas de terror de mayor éxito de todos los tiempos, a la vez que constituirse en un clásico del cine slasher de los 80.

La acción de la cinta transcurre en un pueblo llamado Sprinwood, en Ohio, donde los hijos de la vecinos del lugar comienzan a sufrir pesadillas relacionadas todas ellas con un hombre de aspecto terrible llamado Freddy Krueger. A medida que avanza el metraje los espectadores irán descubriendo que Freddy Krueger había asesinado en el pasado a varios jóvenes del lugar. Sus padres tomaron la resolución de tomarse la justicia por su propia mano quemándolo vivo, ante la pasividad de la justicia. Sin embargo, Freddy Krueger no morirá de manera definitiva sino que se refugiará en el mundo de los sueños, o más bien de las pesadillas, con el objetivo de acabar con la vida de los hijos de los ejecutores.

La película comienza con una primera muerte excelentemente rodada hasta punto de no tener absolutamente nada que envidiar con la mítica escena de la ducha de Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock: una joven tiene una pesadilla que se repite constantemente en la que es perseguida por Freddy Krueger. Finalmente su novio será testigo de su asesinato siendo arrastrada por las paredes y por el techo por el asesino de las cuchillas.

El creador del personaje de Freddy Krueger fue Wes Craven que desde entonces comenzaría a ser reconocido en el mundo del cine. Antes había dirigido La última casa a la izquierda (1972) y Las colinas tienen ojos (1977), películas de bajo presupuesto que acabarían convirtiéndose en títulos de culto y establecería en buena medida las bases de gran parte del cine de terror de la década de los 70 y de los 80. Además, en la década del 2000 ambas películas fueron objetos de remake. Sin lugar a dudas, de toda la filmografía del director está será su película con mayor repercusión. Pesadilla en Elm Street daría lugar a una saga cinematográfica bastante irregular en sus resultades anque con gran éxito a nivel comercial. Después dirigiría Scream, vigila quien llama (1996), otro gran éxito de taquilla en el que Wes Craven realiza un ejercicio muy irónico sobre el cine de terror de los años 80. Scream acabaría convirtiéndose también en otra saga cinematográfica de gran éxito.

Pesadilla en Elm Street también acabaría convirtiéndose en una cinta de culto para todos los amantes del cine de terror de los 80. La cinta forma parte del subgénero slasher, muy típico de la época, pero, a diferencia de otras cintas, sumamente original: el asesino mata a sus víctimas no ya desde nuestro mundo real sino desde el mundo de los sueños y de las pesadillas. Se trata de una historia sencilla y sin demasiadas pretensiones pero con un guión muy bien escrito de la mano de Wes Craven demostrando su gran capacidad para crear personajes terroríficos que hacen pasar un mal rato a los espectadores.

Tal como señala el propio Wes Craven, el personaje Freddy Krueger nació a partir de dos sucesos cotidianos de su vida. En cierta ocasión, cuando Wes Craven era niño estaba contemplando en la ventana de su habitación y pudo ver a un hombre que llevaba un sombrero que le cubría el rostro y que fijó su mirada en él, provocándole un gran terror. Años después, en otra ocasión, Wes Craven escuchó en la radio que un joven había muerto mientras dormía. Este joven durante sus últimos días de vida luchó de manera incansable por no dormir pues alguien pretendía asesinarle en sus pesadillas.

¿Cuál es la novedad que introdujo Pesadilla en Elm Street en el mundo del cine slasher? A diferencia de La noche de Halloween (1978) y de Viernes 13 (1980), por citar los dos grandes ejemplos del cine slasher de la época, donde los asesinos (Michael Myers y Jason Voorhees)eran personajes reales que ejecutaban a sus víctimas haciendo uso de distintas armas: cuchillos, hachas…, en Pesadilla en Elm Street, como hemos señalado más arriba, el asesino pertenece al mundo de los sueños. Las víctimas trataban de evitar dormirse para no morir a manos de Freddy Krueger. Es cierto que en las sucesivas continuaciones de La noche de Halloween como de Viernes 13 se fueron introduciendo elementos fantásticos. Otra elemento identificatorio del personaje de Freddy Krueger es el humor. Freddy posee un carácter irónico y sarcástico y en películas posteriores irá incluso en aumento. Este sentido del humor marcaría una nueva tendencia en el modo de hacer cine de terror y que influirá en otras cintas de la época como Noche de miedo (1985) de Tom Holland y House: una casa alucinante (1985) de Steve Miner, donde se combinaba con gran acierto el terror y el humor. En Pesadilla en Elm Street el humor se introducirá en pequeñas dosis, a diferencia de lo que ocurriría en posteriores secuelas donde se radicalizará. Las continuaciones bajaron el nivel cinematográfico de la primera película, a excepción de la extraordinaria Pesadilla en Elm Street III: Los guerrero del sueño (1986) de Chuck Russell y La nueva Pesadilla (1994) dirigida por el propio Wes Craven.

El principal atractivo de la cinta será el personaje de Freddy Krueger, interpretado por Robert Englund, que en las películas posteriores acabaría convirtiéndose en el principal reclamo con un sentido del humor exacerbado convirtiéndolo prácticamente en un bufón. El Freddy Krueger de Robert Englund es un personaje que posee su propia mitología, no teniendo nada que envidiar a otros grandes monstruos de la pantalla como el Drácula de Christopher Lee o el Frankenstein de Boris Karloff. Al igual que estos personajes, Freddy Krueger posee también una serie de elementos icónicos del propio personaje: el cuerpo quemado, el jersey a rayas, el sombrero o las cuchillas de las manos convirtiéndolo en una de las figuras más emblemáticas del cine de terror.

Freddy conoce los miedos más profundos de sus víctimas y los utiliza a su favor, premisa argumental que también aparecería años después en la reivindicable Horizonte final (1997) de Paul W. S. Anderson. En Pesadilla en Elm Street, los espectadores se sienten siempre atraídos por Freddy Krueger y la razón de ello se encuentra seguramente en su humor, aunque ciertamente se encuentra a medio camino entre el terror y lo cómico. A diferencia de otros asesinos del universo cinematográfico, Freddy no se encuentra en ningún lugar concreto, ya sea un motel como Norman Bates de Psicosis, un psiquiátrico como Michael Myers de La noche de Halloween o un campamento como Jason Voorhees de Viernes 13 sino, como hemos señalado antes, forma parte de los miedos más íntimos de cada individuo. A diferencia de Norman Bates, de Michael Myers y de Jason Voorhees, que eran personajes reales que una vez detenido y encarcelado dejaban de ser una amenaza (aunque es cierto que en el caso de Michael Myers y de Jason Voorhees en las secuelas sucesivas fueron revistiéndose cada vez más de un halo sobrenatural), Freddy Krueger pertenece al mundo de los sueños y, por tanto, no podía morir. Así, solamente cuando los protagonistas dormían, sus vidas podían correr peligro.

Pesadilla en Elm Street crea un vínculo fuerte entre Freddy Krueger y Nancy, muy parecido al que ya se establecía entre Norman Bates y Marion Crane en Psicosis, Michael Myers y Laurie Strode en La noche de Halloween o Hannibal Lecter y Clarice en El silencio de los corderos. Se trata de una relación en la que cada polo necesita de su polo contrario para sacar lo máximo de sí mismo.

Al igual que Robert Englund, es muy destacable el papel de Heather Langenkamp que debutaba en el cine en esta cinta y que se encargará de dar perfecta réplica a Freedy Krueger no desentonando en su papel en ningún momento. También nos encontramos a un joven Johnny Deep en un breve papel antes de sus grandes películas de Eduardo Manostijeras y Piratas del Caribe.

Respecto a la banda sonora de la cinta destaca especialmente la melodía principal que acompaña a lo largo de la cinta compuesta por Charles Bernstein y que la dota de un clima muy onírico y perturbador.

Pesadilla en Elm Street, al igual que el filósofo Descartes en su obra Discurso del método, reflexiona acerca de esa distinción entre el mundo real y el mundo ficticio, confundiendo de manera permanente tanto a los personajes de la película como a los espectadores. De este modo y éste el el elemento original de la película tal como señalábamos más arriba, el género slasher es llevado al mundo de los sueños y del inconsciente freudiano indagando los grandes miedos de la mente humana.

Llama la atención la descripción tan negativa y pesimista con la que retrata Wes Craven el mundo de los adultos de la películas, quienes teóricamente deberían ser los máximos referentes de los jóvenes y velar por su seguridad. Se muestran incapaces de asumir las consecuencias de las acciones que llevaron a cabo en el pasado. Y lo que es peor, no son capaces de proteger de manera adecuada a sus propios hijos de un ser maligno del que ellos fueron máximos responsables.

Respecto al desenlace del final de la película. Wes Craven inicialmente tenía pensado un final cerrado que imposibilitara la realización de nuevas continuaciones. Sin embargo, el productor de la cinta, Robert Shaye, siendo consciente de las posibilidades argumentales del personaje de Freddy Krueger impuso un final abierto que hiciera posible una continuación de la cinta, lo que acabaría pasando finalmente.

Pesadilla en Elm Street constituyó un soplo de aire fresco en el cine de terror gracias a su sentido del humor, la dualidad realidad-fantasía que introduce y, por supuesto, su terror. Aunque esté lejos de ser una obra maestra al modo de Psicosis (1960), pero es muy superior a la mayoría de las cintas de slasher de la época. En definitiva, estamos ante una cinta sumamente recomendable y que todo aficionado al cine tiene la obligación de visionar, al menos una vez en la vida.



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