Los Juegos del hambre es una película del año 2010, dirigida por Gary
Ross y protagonizada por Jennifer Lawrence, Elizabeth Banks, Woody Harrelson y
Donald Sutherland. Es una adaptación de la novela del mismo título que se
convirtió en Bestseller y que fue
escrita por Suzanne Collins. El tema central de la película gira en torno a la dominación y manipulación del ser humano. La película nos muestra a una nación poderosa
conocida como el Capitolio que somete al resto de naciones o distritos. Los
distritos se encuentra sometidos por el Capitolio, viven de forma miserable en
oficios duros, con dificultades para encontrar comida y la población cuya edad
oscila entre los 12 y los 18 años pueden ser escogidos para participar en lo
que se conoce como Los Juegos del hambre, que es una competición en la que los
participantes, que serán dos miembros de cada distrito, harán lo posible para
sobrevivir matando a sus competidores del modo que sea posible. Tal como se nos
muestra, el origen de semejante juego sangriento fue el intento de rebelión y
posterior fracaso en el que acabó los distintos distritos para acabar con el
Capitolio. Los Juegos del hambre tienen como objetivo el recordar a los
distintos distritos su papel de sometimiento respecto al Capitolio a través de
un espectáculo televisado para que todos puedan disfrutar de la violencia más sanguinaria y gratuita que nos
podamos imaginar. Los vencedores de los Juegos del hambre están destinados a
una vida de privilegios basados en la popularidad y en la riqueza.
Desde un punto de vista filosófico cabe preguntarse: ¿por qué las distintas naciones no se levantan y se rebelan ante el
autoritarismo que representa el Capitolio? Esto es lo que sucede en la
sociedad capitalista, tal como lo describe Marx. La base de la sociedad lo
constituye, señala Marx en el prólogo de su obra Contribución a la Crítica de la economía política, lo constituye la
estructura económica que se compone de fuerzas
de producción (se refiere a medios de producción que se refiere al
conocimiento o ciencia disponible para la elaboración, los materiales
disponibles para desarrollar efectivamente los trabajos y el objeto acabado) y
las fuerzas de trabajo (aquéllas
personas que poseen los conocimientos y las capacidades suficientes para
desarrollar su labor en la producción de un bien material) Por otra parte, la relaciones de producción
son las que se producen entre los productores y los propios de los medios de
producción y del capital. De la estructura económica se deriva la
superestructura que se compone de la política, el estado y la ideología.
En la sociedad capitalista el obrero quedaba fuera de sí, alienado porque
perdía el fruto de su trabajo a cambio de un salario. El salario nunca era lo
suficientemente amplio para compensar el trabajo llevado a cabo por el
trabajador ni para compensar los beneficios que dicho producto iba a generar.
Esta diferencia es lo que Marx denomina plusvalía, que queda en manos del
capitalista, de modo que las diferencias entre capitalista y proletariado se
radicalizaban aún más. El capitalista usará todos los mecanismos de control y
manipulación para seguir conservando el poder. El obrero queda animalizado, sin
ningún elemento de voluntad ni de autonomía, un mero suplemento de la maquinaria
humana. El obrero, además de encontrarse explotado, sólo aspira a mantener
satisfechas sus necesidades de alimentación y reproducción. Ni siquiera trata
con respeto a sus semejantes: se encuentran instrumentalizados por el
capitalista y, además, percibe a sus compañeros como rivales que compiten por
un mismo puesto de trabajo. Justamente esto sucede en la sociedad descrita por Los juegos del hambre. A los gobernantes
y dirigentes políticos les interesa que sus súbditos sean personas sumisas y
obedientes, carentes de creatividad y de capacidad crítica.
La ideología cumple una función
esencial dentro de la sociedad, tal como lo entiende Marx en la medida en que
es una imagen suplantadora, falseadora e
interesada de la realidad. Marx en su obra La
Ideología Alemana reflexionaba sobre la manipulación y el control que las
clases dirigentes realizaban sobre el resto de la población con el objetivo de
conservar el poder de manera permanente. El concepto clave que usa Marx para
explicar la manipulación es la ideología
que, según nos explica en la misma obra, que constituye una imagen suplantada e
interesada de la realidad, una representación falsa y falseadora de la realidad
que obedece a los intereses de la clase gobernante. Para que, dentro de la
ficción de la película, los distritos se alzaran contra el Capitolio era
necesario tener conciencia de clase. En la obra del Manifiesto Comunista, de Marx y de Engels, realizaba un análisis
sobre los diferentes tipos de socialismos y había uno que valoraba: el socialismo
utópico. El socialismo utópico es importante en la medida en que contribuía a
la toma de conciencia de clase por parte del obrero. Su problema residía en que
no poseía la base teórica suficiente que le permitiera ir más allá y cumplir
con la revolución socialista. En el
mundo descrito por Los juegos del hambre
los gobernantes y dirigentes del Capitolio hacia creer a los distintos
distritos que todos dependían de su subordinación al mismo Capitolio que les
suministraba comida para seguir subsistiendo. Además, usaban el programa
televisivo para infundir la creencia de que los intereses de cada uno de los
distritos eran distintos pues la supervivencia de uno constituía la muerte de
otro. Como el programa era seguido por todos, esto hacía engendrar el sentimiento
de que los diferentes distritos se encontraban enfrentados y no podían
compartir intereses comunes. La gran
virtud del gobierno es presentar estos mecanismos de control como elementos
invisibles. Uno muy evidente pero también muy imperceptible es la manipulación
informativa que llevan a cabo los diferentes medios de comunicación. Muchos
medios de comunicación tratan a sus ciudadanos como imbéciles y éstos al
carecer de elementos críticos de valoración ni siquiera se da cuenta. Llama la
atención como en España un mismo hecho puede ser interpretado de modo distinto
e interesado según el medio de comunicación e ideología imperante. Un medio de
comunicación que sea afín al gobierno siempre elogiará la labor del gobierno,
haga lo que haga, y minimizará en la medida de lo posible sus errores. Por el
contrario, un medio de comunicación que sea contrario ideológicamente al
gobierno lo criticará siempre e incluso lo hará desde la ignorancia. Cuando
hacen un recorrido por las noticias obvian o minimizan el contenido pernicioso
de aquéllas que le pudieran resultar perjudiciales.
Rousseau en su obra Emilio
desarrolla su concepción pedagógica en la que establece que el fin de la
educación es construir personas creativas y críticas. El programa de los Juegos
del Hambre tiene como objetivo fomentar el consumismo de la población porque
justamente el consumo de imágenes ultraviolentas no provocan en la persona sino
idiotización, que se desvíen de sus intereses primordiales y que se acomoden y
que no piense. La muerte de la persona se encuentra en la anulación de su
pensamiento y, en consecuencia de su individualidad. El modelo de vida que se
transmite tanto en los Juegos del Hambre así como en la mayoría de redes
sociales o programas de televisión sería, tal como señaló Aristóteles en su Ética a Nicómaco, son el dinero, la
popularidad y el placer. Aunque todos ellos son necesarios para alcanzar la
felicidad, ninguna vida basada en uno o en todos estos elementos podrá alcanzar
el nombre de felicidad. Aristóteles lo señaló perfectamente al pregonar un tipo
de vida basado en el conocimiento y en la vida contemplativa. La facultad más
elevada del ser humano lo constituye su inteligencia y por tanto el ejercicio
de la misma es la que nos debe permitir alcanzar el mayor grado de felicidad.
John Stuart Mill afirmaba que siempre es preferible ser Sócrates insatisfecho a
cerdo satisfecho. Un tipo de vida basado en el cultivo de la razón y en la
capacidad resulta mucho más complicada que una vida que haga del placer el
centro de veneración, pero más satisfactorio. Nosotros que poseemos la razón no
podemos contentarnos con un tipo de vida basado en el goce del placer como el
resto de seres vivos, como si fuéramos un animal.
¿Es la naturaleza humana buena o
mala? Esta cuestión se nos aparece
en la película de Los Juegos del hambre
y ciertamente ofrece una concepción bastante pesimista sobre la naturaleza
humana que lo acerca de modo claro al planteamiento sobre el ser humano
desarrollado por Thomas Hobbes. En la película se nos presenta a dos miembros
de cada distrito en un estado de naturaleza de salvajismo donde intentará
sobrevivir y haciendo uso de cualquier medio para acabar con su oponente. En
este contexto de salvajismo cobra absoluto sentido la afirmación de Hobbes Homo Homini Lupus, es decir, el ser
humano es un lobo para sí. En semejante situación solo sobreviven los más
fuertes o los más ingeniosos. Se trata de una situación donde el ser humano no
puede disfrutar de un desarrollo pleno en el sentido moral e intelectual pues
vivirá siempre sometido al temor ante la posible pérdida de sus bienes,
libertad e incluso vida ante los más fuertes. En contraposición Rousseau
desarrollaría una concepción optimista sobre el ser humano afirmando frente a
Hobbes que el ser humano es bueno por naturaleza y la sociedad le corrompe de
manera inevitable. El buen salvaje, tal como lo llama Rousseau, vive en estado
de aislamiento, en plena austeridad y en un estado de felicidad. Dos instintos
primordiales guían al ser humano: el instinto de conservación, que hace
enfrentarse a todo aquél que le haga mal, y la empatía, que le permite
solidarizarse con sus semejantes.
En definitiva, estamos ante una buena película que más allá del espectáculo
que ofrece permite al espectador atento reflexionar sobre las diversas técnicas
de manipulación que desarrollan los gobiernos de carácter totalitario con el
propósito de que los ciudadanos dejen de pensar y se conviertan en ovejas
dóciles que puedan ser guiados en un rebaño.