miércoles, 10 de junio de 2020

Los Juegos del hambre, de Gary Ross.


Los Juegos del hambre es una película del año 2010, dirigida por Gary Ross y protagonizada por Jennifer Lawrence, Elizabeth Banks, Woody Harrelson y Donald Sutherland. Es una adaptación de la novela del mismo título que se convirtió en Bestseller y que fue escrita por Suzanne Collins. El tema central de la película gira en torno a la dominación y manipulación del ser humano. La película nos muestra a una nación poderosa conocida como el Capitolio que somete al resto de naciones o distritos. Los distritos se encuentra sometidos por el Capitolio, viven de forma miserable en oficios duros, con dificultades para encontrar comida y la población cuya edad oscila entre los 12 y los 18 años pueden ser escogidos para participar en lo que se conoce como Los Juegos del hambre, que es una competición en la que los participantes, que serán dos miembros de cada distrito, harán lo posible para sobrevivir matando a sus competidores del modo que sea posible. Tal como se nos muestra, el origen de semejante juego sangriento fue el intento de rebelión y posterior fracaso en el que acabó los distintos distritos para acabar con el Capitolio. Los Juegos del hambre tienen como objetivo el recordar a los distintos distritos su papel de sometimiento respecto al Capitolio a través de un espectáculo televisado para que todos puedan disfrutar de la violencia más sanguinaria y gratuita que nos podamos imaginar. Los vencedores de los Juegos del hambre están destinados a una vida de privilegios basados en la popularidad y en la riqueza.
Desde un punto de vista filosófico cabe preguntarse: ¿por qué las distintas naciones no se levantan y se rebelan ante el autoritarismo que representa el Capitolio? Esto es lo que sucede en la sociedad capitalista, tal como lo describe Marx. La base de la sociedad lo constituye, señala Marx en el prólogo de su obra Contribución a la Crítica de la economía política, lo constituye la estructura económica que se compone de fuerzas de producción (se refiere a medios de producción que se refiere al conocimiento o ciencia disponible para la elaboración, los materiales disponibles para desarrollar efectivamente los trabajos y el objeto acabado) y las fuerzas de trabajo (aquéllas personas que poseen los conocimientos y las capacidades suficientes para desarrollar su labor en la producción de un bien material)  Por otra parte, la relaciones de producción son las que se producen entre los productores y los propios de los medios de producción y del capital. De la estructura económica se deriva la superestructura que se compone de la política, el estado y la ideología.
En la sociedad capitalista el obrero quedaba fuera de sí, alienado porque perdía el fruto de su trabajo a cambio de un salario. El salario nunca era lo suficientemente amplio para compensar el trabajo llevado a cabo por el trabajador ni para compensar los beneficios que dicho producto iba a generar. Esta diferencia es lo que Marx denomina plusvalía, que queda en manos del capitalista, de modo que las diferencias entre capitalista y proletariado se radicalizaban aún más. El capitalista usará todos los mecanismos de control y manipulación para seguir conservando el poder. El obrero queda animalizado, sin ningún elemento de voluntad ni de autonomía, un mero suplemento de la maquinaria humana. El obrero, además de encontrarse explotado, sólo aspira a mantener satisfechas sus necesidades de alimentación y reproducción. Ni siquiera trata con respeto a sus semejantes: se encuentran instrumentalizados por el capitalista y, además, percibe a sus compañeros como rivales que compiten por un mismo puesto de trabajo. Justamente esto sucede en la sociedad descrita por Los juegos del hambre. A los gobernantes y dirigentes políticos les interesa que sus súbditos sean personas sumisas y obedientes, carentes de creatividad y de capacidad crítica.
 La ideología cumple una función esencial dentro de la sociedad, tal como lo entiende Marx en la medida en que es una imagen suplantadora, falseadora  e interesada de la realidad. Marx en su obra La Ideología Alemana reflexionaba sobre la manipulación y el control que las clases dirigentes realizaban sobre el resto de la población con el objetivo de conservar el poder de manera permanente. El concepto clave que usa Marx para explicar la manipulación es la ideología que, según nos explica en la misma obra, que constituye una imagen suplantada e interesada de la realidad, una representación falsa y falseadora de la realidad que obedece a los intereses de la clase gobernante. Para que, dentro de la ficción de la película, los distritos se alzaran contra el Capitolio era necesario tener conciencia de clase. En la obra del Manifiesto Comunista, de Marx y de Engels, realizaba un análisis sobre los diferentes tipos de socialismos y había uno que valoraba: el socialismo utópico. El socialismo utópico es importante en la medida en que contribuía a la toma de conciencia de clase por parte del obrero. Su problema residía en que no poseía la base teórica suficiente que le permitiera ir más allá y cumplir con la revolución socialista.  En el mundo descrito por Los juegos del hambre los gobernantes y dirigentes del Capitolio hacia creer a los distintos distritos que todos dependían de su subordinación al mismo Capitolio que les suministraba comida para seguir subsistiendo. Además, usaban el programa televisivo para infundir la creencia de que los intereses de cada uno de los distritos eran distintos pues la supervivencia de uno constituía la muerte de otro. Como el programa era seguido por todos, esto hacía engendrar el sentimiento de que los diferentes distritos se encontraban enfrentados y no podían compartir intereses comunes.  La gran virtud del gobierno es presentar estos mecanismos de control como elementos invisibles. Uno muy evidente pero también muy imperceptible es la manipulación informativa que llevan a cabo los diferentes medios de comunicación. Muchos medios de comunicación tratan a sus ciudadanos como imbéciles y éstos al carecer de elementos críticos de valoración ni siquiera se da cuenta. Llama la atención como en España un mismo hecho puede ser interpretado de modo distinto e interesado según el medio de comunicación e ideología imperante. Un medio de comunicación que sea afín al gobierno siempre elogiará la labor del gobierno, haga lo que haga, y minimizará en la medida de lo posible sus errores. Por el contrario, un medio de comunicación que sea contrario ideológicamente al gobierno lo criticará siempre e incluso lo hará desde la ignorancia. Cuando hacen un recorrido por las noticias obvian o minimizan el contenido pernicioso de aquéllas que le pudieran resultar perjudiciales.
Rousseau en su obra Emilio desarrolla su concepción pedagógica en la que establece que el fin de la educación es construir personas creativas y críticas. El programa de los Juegos del Hambre tiene como objetivo fomentar el consumismo de la población porque justamente el consumo de imágenes ultraviolentas no provocan en la persona sino idiotización, que se desvíen de sus intereses primordiales y que se acomoden y que no piense. La muerte de la persona se encuentra en la anulación de su pensamiento y, en consecuencia de su individualidad. El modelo de vida que se transmite tanto en los Juegos del Hambre así como en la mayoría de redes sociales o programas de televisión sería, tal como señaló Aristóteles en su Ética a Nicómaco, son el dinero, la popularidad y el placer. Aunque todos ellos son necesarios para alcanzar la felicidad, ninguna vida basada en uno o en todos estos elementos podrá alcanzar el nombre de felicidad. Aristóteles lo señaló perfectamente al pregonar un tipo de vida basado en el conocimiento y en la vida contemplativa. La facultad más elevada del ser humano lo constituye su inteligencia y por tanto el ejercicio de la misma es la que nos debe permitir alcanzar el mayor grado de felicidad. John Stuart Mill afirmaba que siempre es preferible ser Sócrates insatisfecho a cerdo satisfecho. Un tipo de vida basado en el cultivo de la razón y en la capacidad resulta mucho más complicada que una vida que haga del placer el centro de veneración, pero más satisfactorio. Nosotros que poseemos la razón no podemos contentarnos con un tipo de vida basado en el goce del placer como el resto de seres vivos, como si fuéramos un animal.
¿Es la naturaleza humana buena o mala? Esta cuestión se nos aparece en la película de Los Juegos del hambre y ciertamente ofrece una concepción bastante pesimista sobre la naturaleza humana que lo acerca de modo claro al planteamiento sobre el ser humano desarrollado por Thomas Hobbes. En la película se nos presenta a dos miembros de cada distrito en un estado de naturaleza de salvajismo donde intentará sobrevivir y haciendo uso de cualquier medio para acabar con su oponente. En este contexto de salvajismo cobra absoluto sentido la afirmación de Hobbes Homo Homini Lupus, es decir, el ser humano es un lobo para sí. En semejante situación solo sobreviven los más fuertes o los más ingeniosos. Se trata de una situación donde el ser humano no puede disfrutar de un desarrollo pleno en el sentido moral e intelectual pues vivirá siempre sometido al temor ante la posible pérdida de sus bienes, libertad e incluso vida ante los más fuertes. En contraposición Rousseau desarrollaría una concepción optimista sobre el ser humano afirmando frente a Hobbes que el ser humano es bueno por naturaleza y la sociedad le corrompe de manera inevitable. El buen salvaje, tal como lo llama Rousseau, vive en estado de aislamiento, en plena austeridad y en un estado de felicidad. Dos instintos primordiales guían al ser humano: el instinto de conservación, que hace enfrentarse a todo aquél que le haga mal, y la empatía, que le permite solidarizarse con sus semejantes.

En definitiva, estamos ante una buena película que más allá del espectáculo que ofrece permite al espectador atento reflexionar sobre las diversas técnicas de manipulación que desarrollan los gobiernos de carácter totalitario con el propósito de que los ciudadanos dejen de pensar y se conviertan en ovejas dóciles que puedan ser guiados en un rebaño.