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Viktor Frankl (1905-1997). |
La lectura de El hombre en busca de
sentido, de Viktor Frankl, neurólogo y médico austriaco que sobrevivió al
holocausto, que se publicó en 1946, nos sumerge en la terrible experiencia del
autor en los campos de concentración de Auschwitz, durante la Segunda Guerra
Mundial. Originariamente su intención era publicar su obra de manera anónima,
poniendo únicamente su código de prisionero en la portada del libro. En esta
obra podemos encontrar las huellas de las filosofías de Nietzsche, Kierkegaard
y Sartre. Reflexionar sobre el significado de nuestra vida es una tarea
compleja de difícil realización, pero cuando se consigue obtenemos una
orientación en nuestra existencia, además de un equilibrio mental. Aquéllos que
huyen de su responsabilidad se están engañando a sí mismo, y en lugar de
alcanzar una existencia auténtica, vivirá una existencia vacía e hipócrita.
Kant señalaba en su opúsculo ¿Qué es la
Ilustración? ya advertía sobre lo cómodo que resulta que otras personas
piensen y decidan por nosotros mismos y de las nefastas consecuencias que se
derivan de tal irresponsable actitud. La frase de Nietzsche Quien tiene un por qué podrá soportar
cualquier cómo, que aparece en la obra de El ocaso de los ídolos del año1889, impregna toda la obra.
Viktor Frankl se encargó de fundar una nueva corriente psicológica conocida
como logoterapia que explica que para
prosperar y para sobrevivir en circunstancias extremas es necesario adquirir un significado personal de la vida. El
sufrimiento y el dolor no deben ser evitados a toda costa sino que es necesario
asumirlos para que nuestra no permanezca inerte. Nuestra tarea de vivir es
sumamente complicada pues con frecuencia nos encontramos desorientados y
perdidos debido a un problema que pensamos que no tiene solución… La gente se queja
de lo difícil que es la vida y el sufrimiento que puede deparar. Sin embargo,
si a todo esto unimos las atrocidades del holocausto en los campos de
concentración donde los prisionero ignoraban si vivirían al día siguiente, o si
lo iban a trasladar de campo, o si les iban a llevarlos a las cámaras de gas, o
si sus hijos y parejas seguirían con vida o no, la vida se torna más
complicada. Durante el mandato de Hitler, millones de hombres, mujeres y niños
fueron expulsados de sus hogares en contra de su voluntad. No había esperanza
para los prisioneros: Viktor Frankl perdió sus pertenencias físicas desde el
primer día, incluso un manuscrito que consideraba la obra de su vida.
Viktor Frankl establece que encontrar el sentido y el propósito de la vida
nos mantiene vivo independientemente de las circunstancias más oscuras que
podamos siquiera imaginar. Todos podemos hacer de nuestra vida una experiencia
extraordinaria, pero para ello es necesario conocer cuál es el propósito de tu
vida. Pero el sentido se adquiere
mediante la toma de decisiones que desarrollamos en este mismo momento presente.
Las terribles experiencias vividas por el autor le ayudaron a formular una
visión única de la vida humana.
¿Cómo podremos alcanzar el
significado de nuestra vida?
Viktor Frankl dedica esta obra a responder a esta cuestión. Toda persona que tiene
un por qué para vivir, consigue superar cualquier dificultad sobre cómo vivir. Pero
esto no es aplicable solamente para aquellas personas que han pasado por
experiencias traumatizantes en su vida, sino también para aquéllas han
alcanzado la fama, la riqueza. La mayoría de las personas buscan un significado
a su vida mediante la realización de su vocación: un trabajo que además de
proporcionarnos dinero para satisfaces nuestras necesidades básicas de vida, nos
dé un sentido a nuestro día a día. Pero más allá del significado que nos
pudiera proporcionar el trabajo también podemos encontrar significado a la vida
mediante el amor, haciendo favores, contribuyendo al voluntariado…
¿Qué significado puede dotar a
nuestra existencia la superación de problemas? Como hemos señalado, el sufrimiento y el dolor no
son un ingrediente necesario para buscar y encontrar sentido a la vida. Sin
embargo es posible encontrar significado a pesar del sufrimiento y del dolor. El
sufrimiento por sí mismo no tiene significado sino la forma con la que
respondemos a aquello que nos hace sufrir. Por tanto, un concepto esencial es responder ante el sufrimiento. No
podemos controlar todos los eventos que suceden a nuestro alrededor, pero sí
podemos controlar la forma en la que respondemos ante los eventos. La vida es
imprevisible pues cosas que no queremos que pasen simplemente pasan y cosas que
queremos que pasen no pasan. Podemos ser cuidadoso al conducir pero eso no
elimina totalmente la posibilidad de sufrir un accidente. Podemos ser sumamente
cuidadosos en el gasto de nuestro dinero pero puede ocurrir que un desaprensivo
nos robe el dinero. No por el hecho de que ciertas situaciones en la vida nos
parezcan incontrolables debemos poner excusar y no asumir la responsabilidad
respecto a aquello que nos pase. Hemos de
asumir la responsabilidad de nuestras acciones y decisiones. El ser humano
es un ser racional y, en consecuencia, responsable de su vida, y por ello
libre. El cambio depende de uno mismo. Cuando
nos enfrentamos a fuerzas que nos sobrepasan y que están más allá de nuestro control, jamás
podrán arrebatarnos de nuestra capacidad
de cómo responder a lo que ocurre en nuestra vida. Como decía José Ortega y
Gasset, al ser humano se le impone la vida, se le impone el mundo, la
circunstancia, que forma parte de su persona. Vivir no es elegir un lugar que
previamente hemos elegido, sino encontrarse de pronto, sin saber cómo, caído,
sumergido en un mundo que no se puede cambiar por ningún otro. En este sentido,
nuestra vida es imposición, fatalidad. A cada uno de nosotros se le impone la
vida y una circunstancia: nacemos con un cuerpo que tiene unas características
determinadas, en una determinada época, en una clase social concreta, en un
país… Pero lo que no se nos impone sino
que tiene que tenemos decidir continuamente, es cómo vamos a vivir esa vida.
La vida humana no está nunca previamente prefijada, puesto que en todo instante
el ser humano se ve forzado a elegir entre varias posibilidades.
Viktor Frankl narra en su libro como en un campo de concentración los prisioneros no eran tratados como personas
sino como objetos. Kant señalaba que la persona es un fin en sí mismo y nunca
un objeto, por eso era digno de respeto. En su Fundamentación de la metafísica de las Costumbres, del año 1784,
realizaba, entre otras, la siguiente formulación del imperativo categórico: Obra de modo que trates a la humanidad, ya
sea uno mismo, ya sea otra persona como fin y nunca meramente como medio. Sin
embargo, incluso ante este nivel de embrutecimiento y de inhumanidad, la
persona jamás podrá perder su dignidad. Desde su llegada al campo de
concentración, la vida del prisionero pendía de un fino hilo. Los oficiales
alemanes seleccionaban a aquéllos que parecían más fuertes para la realización
de trabajos forzados mientras que aquéllos que mostrasen algún síntoma de
debilidad eran exterminados.En tales circunstancias, el objetivo del prisionero
no podía ser otro que el de sobrevivir
cada día. Tal como nos cuenta Viktor Frankl, uno de sus grandes temores para
todo prisionero era ser trasladado a
otro campo de concentración pues eso podía significar la muerte ya sea por cámara
de gas o por hornos crematorios. En tales circunstancias parecería más
razonable optar por el suicidio, incluso la muerte por hambre. Desde que los
prisioneros llegaron hasta que definitivamente se asentaron en los campos de
concentración, experimentaron muy diversas reacciones. En primer lugar fue conmoción a su llegada. La mayoría de
los prisioneros ya conocían qué ocurría en los campos de concentración. Sin
embargo, desde su llegada los prisioneros pretendían autoconvencerse de que
para ellos las circunstancias serían totalmente diferentes. Los reclusos recién
llegados quedaban muy impactados al ser testigo de como otros prisioneros eran
castigados de la manera más brutal por los delitos más triviales y banales. Ante
la persistencia de este tipo de experiencias brutales los prisioneros perdían
la esperanza y comenzaron a contemplar la muerte como una buena salida. A
medida que pasaban los días en el campamento los prisioneros cayeron en un
estado de apatía, comenzaron a
acostumbrarse al horror y a la muerte, volviéndose emocionalmente aburridos. A
partir de ese momento todos sus pensamientos y emociones se centraron en la supervivencia. Los prisioneros soñaban
con la comida y con todo tipo de satisfacción vital que normalmente damos por
hecho. A diferencia de la primera fase donde los prisioneros huían del horror,
intentaban racionalizar todo lo que les pasaba y sufrían sobremanera al ser
testigo de las más atroces situaciones, en la segunda fase, las emociones desaparecían y esto constituía una especie de escudo para
soportar todo tipo de crueldades y aprovechar cualquier posibilidad de supervivencia. Nos cuenta Viktor Frankl
que en una ocasión muchas personas murieron por un brote de tifus y los
prisioneros ya acostumbrados a la deshumanización no sintieron ni aversión ni
lástima mientras ante la multitud de cadáveres, sino que, muy al contrario,
aprovecharon la oportunidad para recoger restos de comida, zapatos y prendas de
vestir. Esto constituye un síntoma bastante evidente sobre cómo se había alterado
su percepción del tiempo y del futuro. El ser humano, por lo general, vive su
vida desde el momento presente pero proyectado hacia el futuro. Sin embargo, la
mayoría de los prisioneros pensaban que su vida había finalizado y que esos
días en el campo de concentración constituía una prórroga macabra donde la
dignidad de su persona se había disipado de modo pleno. Como plantearse
siquiera la posibilidad de salir con vida de los campos de concentración,
resultaba muy remoto pues dicho evento no depende de ellos, y es una de las
ideas directrices que defiendo el autor, había que centrarse en la manera en
que reaccionamos ante semejantes situaciones tan dramática. Esto es una
decisión que sólo puede tomar nuestra conciencia. Esta dimensión del ser humano
no podía ser arrebato por ningún nazi en ningún momento. Es la última libertad:
la batalla que todos nosotros hemos de librar es interna y consiste en hallar
una razón para seguir adelante. Es muy célebre la distinción que Isaiah Berlin
desarrolló entre una liberta externa y otra interna. La libertad externa
consiste en que nadie nos impida trasladarnos y actuar como nos parezca
oportuno, dentro de lo que permitan las leyes y costumbres del propio país.
Este tipo de libertad es el que perdieron los prisioneros en el campo de
concentración. La libertad externa puede ser más o menos amplia, según sea el
marco jurídico y político de una sociedad. En cambio, la libertad interna consiste en poder decidir por uno mismo sobre las
cuestiones que nos afectan: es la libertad de querer una cosa u otra, también
llamada libertad de la voluntad. Ésta es la libertad que nunca podría ser
arrebata a los prisioneros, al menos en principio. Si la libertad interna no
existiera, no tendría sentido reclamar libertad política, puesto que la
libertad interna es libertad moral, es decir, la capacidad para conducir la
propia vida conforme a los propios criterios. Sin embargo, esta libertad tan
fundamental puede ser perdida cuando perdemos el control de nuestra vida
consciente, ya sea mediante sustancias estupefacientes, hipnosis, o a través de
las técnicas de control mental que suelen utilizar algunas sectas. El filósofo
existencialista Sartre afirmaba que el ser humando estaba condenado a ser
libre. No sólo podemos existir o no existir, también nos vamos haciendo, nos
define a nosotros mismos en cada acción, inventamos nuestras reglas y valores.
La libertad es radical y el ser humano es absolutamente responsable. No hay
excusa en Dios ni principio alguno: la elección siempre es posible, y el
principio de la elección surge siempre del ser humano.
Los prisioneros que tuvieron la suerte de sobrevivir a los campos de
concentración se enfrentarían a un nuevo desafío tras su liberación: la vida fuera
de los campos de concentración era muy distinta a la que había dentro de los
campos de concentración y cambiar de perspectiva era complicado. A los
prisioneros les resultaba complicar volver a experimentar alegría o placer. Muchos
de ellos, después de haber sido víctima de la más visceral brutalidad inhumana,
consideraron que ahora les tocaba a ellos infringir daño a los otros a modo de venganza.
A esto se une el hecho de que muchos de ellos no siempre recibieron una cálida
bienvenida cuando regresaron a casa, descubriendo que su familia había sido asesinada
y sus hogares destrozados. Se consideraban especialmente incomprendidos muchas
personas que parecían no tener la empatía suficiente para comprender todo su
dolor.
¿Cómo superar los horrores de la
guerra y conservar su cordura? Viktor
Frankl considera que es muy importante centrar nuestro foco de atención. Para
algunos pensar en sus seres queridos y recordar el pasado hizo posible escapar
de la brutalidad y deshumanización de su entorno. Los prisioneros que lograron
mantener una mayor estabilidad mental fueron los que fueron más capaces de
sobrevivir. Actividades sumamente cotidianas como encender las luces de una
habitación, la lectura de un libro, tomar un café son remedios muy útiles para
seguir conservando nuestro equilibrio mental cuando parece que todo nuestro
mundo se está desmoronando. El sentido del humor era un elemento muy importante
para los prisioneros de guerra pues implicaba pensar en el futuro alejado de
los campos de concentración y bromear sobre cómo eran las rutinas en el
campamento y cómo esto podía afectar a su vida posterior. También la toma de
decisiones aunque fueran las más banales. Muchos prisioneros aceptaron su
destino pero otros trataron tomar decisiones siempre que pudieron: elegir los
atuendos, los almuerzos o cómo disponer del dinero. Sin embargo, en el campo de
concentración, la capacidad de decidir por uno mismo adquirió un sentido
completamente nuevo: la gran mayoría de las decisiones era de vida y de muerte
y muchos prisioneros tenían miedo de tomarlas. Con frecuencia los guardias
pedían voluntarios para ir a otros campos, supuestamente áreas de descanso. Sin
embargo, no se podía estar totalmente seguro de que no se llevaran a los
prisioneros a las cámaras de gas. No había forma para saber cuál era la mejor
decisión. Por tanto, muchos prisioneros decidieron no intervenir en su destino.
A pesar de sus condiciones miserables, estos prisioneros procuraron vivir de
acuerdo con sus propios valores.
Cuanto mayor sea nuestro deseo por un futuro mejor, mayor será nuestra
capacidad para superar dificultades. En los momentos difíciles, como sucedía en
los campos de concentración, la vida se centraba en la supervivencia.
El prisionero que carecía de un propósito en la vida, se abandonaba y decaía.
Cualquier intento de reestablecer la fortaleza interna del recluso bajo las
condiciones de un campo de concentración pasa antes de nada por el acierto de mostrarle una meta futura.
Quien tiene algo que vivir es capaz de soportar cualquier cómo. Lo que
necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que
aprender por nosotros mismos y después enseñar a los desesperados que en
realidad no importa que no esperemos nada de la vida sino que la vida espera
algo de nosotros. El gran mensaje de Víktor Frankel es éste. Hay situaciones en
la vida que son tristes en las que cualquier ser humano puede ser oprimido
hasta el punto de desear que todo acabe. ésta es la pérdida de las ganas de
vivir, la pérdida en la creencia en el futuro. Víktor Frankl nos relata que
dependiendo de los trabajos realizados, los prisioneros recibían cupones que
podían ser intercambiados por cigarrillos. Y esos cigarros podían ser valiosos
porque si los guardaba podría intercambiarse a su ver por sopa y pan. Esto
podría ser decisivo para no morir de hambre. Así el enfoque era guardar esos
cigarros para esos momentos cruciales. Sin embargo, cuando un prisionero perdía
las ganas de vivir, dejaba de ahorrar los cigarros y en vez de usarlos como
moneda cambio empezaba a fumárselos. Éste es un acto en el que se pone de
manifiesto que el individuo ha llegado a su límite. Aquéllos que habían perdido
la voluntad de vivir querían disfrutar de sus últimos días. Una vez perdida la
voluntad de vivir, rara vez se recobraba. Esto significa que hay una conexión esencial entre nuestra
capacidad para realizar pequeños sacrificios hoy con la esperanza de un futuro
mejor. Cuanto mayor sea la creencia de tener un futuro prometedor mayor
será la capacidad de resistir a los deseos de la gratificación instantánea.
Cuanto más significativo sea tu deseo por un futuro mejor, mayor será tu
capacidad de superación. Por tanto, visualizar u futuro deseable ayuda a
desarrollar la resistencia, ganas de vivir. Es en el momento presente, en el
ahora cuando tomamos nuestras decisiones. Necesitamos ambiciones y es
importante visualizar un futuro mejor. Es un error mirar a una persona en su
condición actual y creer que es infeliz sólo por el hecho de estar lejos de su
sueño. La felicidad puede venir sólo del hecho de estar en el camino y disfrutar
del viaje. Una persona obesa que tiene el deseo de ponerse en forma, o una
persona que se encuentra endeudada y que desea tener prosperidad financiera.
Estas personas no tienen que esperar estar delgadas o estar sin deudas para ser
feliz, puede sencillamente ser feliz haciendo aquello que tiene que hacer, o
sea, disfrutando del camino. Siempre ha de existir una distancia entre nuestras
aspiraciones y nuestros logros, la distancia entre lo que una persona tiene hoy
y lo que le gustaría tener en el futuro no es en sí un motivo de infelicidad.
Es posible usar la disciplina para buscar lo que deseamos y éste puede ser un
camino feliz. Hay una tensión entre lo que ya hemos conseguido y lo que todavía
puede conseguirse en el futuro, la distancia entre lo que una persona es hoy y
lo que puede convertirse mañana. Esta tensión forma de la vida de todos
nosotros. Sólo uno mismo puede dotar de sentido a su propia existencia. Es preciso
evitar el estado de estancamiento en el que no exista ganas de mejorar, no es capaz
de ver el futuro, no se está esforzando por lograr algo que haya escogido
libremente. Muchas personas creen que la vida dócil es una vida buena donde
descansamos. Como señala Sartre, la falta de propósito conduce a una sensación
del vacío existencial, de falta de sentido de la vida. Muchas personas no se
toman en serio sus propios sueños por el miedo al fracaso. No debemos tener
miedo a fracasar sino más bien al arrepentimiento de nunca haberlo intentando.
¿Por qué hay sufrimiento? El sufrimiento ocurre cuando oponemos resistencia
a no aceptar la realidad. Si persiste el sufrimiento un mecanismo de defensa es
la apatía. La apatía es una especia
de muerte emocional, de tranquilidad del alma. Dejamos de mostrar emoción y nos
volvemos indiferentes. Y esto nos ayuda a lidiar con el dolor y con la
frustración. Sin embargo, con la apatía se disminuye la sensibilidad, la rabia,
la pena, o la repulsión. Pero la apatía está en todas partes: hay apatía en el
votante que ha perdido la esperanza en todos los partidos políticos, en el
joven cuando ha intentado conseguir un trabajo y nunca encontró una oportunidad
o en el funcionario cuando se da cuenta que su empresa es corrupta. Otra forma
de escapar del dolor y del sufrimiento es mediante el recuerdo de momentos felices
en el pasado. Sin embargo, quien atiende demasiado al pasado puede sentir la
dificultad de visualizar el futuro o, incluso de vivir el momento presente.
En situaciones difíciles tenemos la
oportunidad de crecer, podemos ver las dificultades como un examen a nuestra
fuerza interna. Si ignoramos el
dolor podemos y cerramos los ojos y la vida puede quedar desprovista de
sentido. El dolor y el sufrimiento de la vida pueden ser positivo en la medida
en que lo afrontemos como una oportunidad de crecimiento personal, de cerrar un
ciclo e iniciar otro nuevo lleno de esperanza y con nuevos significados. En los
momentos de dificultad, aumenta el grado de conciencia para observar nuestros
propios pensamientos. Cuando miramos a
nuestro yo interno frente a frente podremos comprender la trivialidad de muchos
de nuestros pensamientos habituales. Cuando pasamos por momentos difíciles si
fuéramos capaces de observarnos desde fuera, como si fuéramos otra persona nos
ayuda a tener un cierto distanciamiento respecto al propio sufrimiento. Desde
esta perspectiva, visualizar una situación concreta desde el exterior nos
permite conocer otras perspectivas más allá de nuestro punto de vista
individual. Todo ser humano siempre posee un cierto nivel relativamente estable
de felicidad a pesar de los acontecimientos positivos o negativos que pudiera sufrir.
Un tiempo después de ganar la lotería o de perder a un ser querido la tendencia
es volver a tener un nivel de felicidad parecido al que teníamos antes de haber
pasado por esos acontecimientos, independientemente de lo bien o de lo mal que
lo hayamos podido pasar. La vida, independientemente de quienes podamos llegar
a ser, siempre nos pondrá en situaciones no deseadas y en diversos grados desde
pequeñas decepciones a hechos devastadores. Por eso debemos estar siempre
preparados para enfrentarnos a la realidad tal como es. Después de una larga
fase de apatía existe el riesgo de perder la habilidad de sentir alegría.
Necesitamos entonces aprenderla de nuevo poco a poco. Psicológicamente éste es
el proceso llamado despersonalización:
todo parece irreal e improbable, como si fuese un sueño al final de un largo
período de sufrimiento. Debemos tener cuidado con las dificultades del reajuste
y adaptación. ¿Cómo conseguir superar una
dificultad? En primer lugar tener la esperanza de que podamos superar ese
problema y si esto no es el caso aceptarlo. La naturaleza de nuestras
decepciones cambia, pero los eventos no deseados y el dolor forman parte de la
vida humana de manera irremediable. Es necesario saber afrontar la realidad tal
como el porque si éste no es el caso, el sufrimiento no tendrá límites. En una
vida aparentemente cómoda podemos sufrir incluso con más intensidad. No sólo
debemos mejorar nuestras condiciones objetivas de vida, sino adquirir un
desarrollo personal adecuado. Necesitamos mejorar nuestra preparación interna
para lidiar con las frustraciones, las tristezas de la vida cotidiana. Lo
queramos o no, todos tenemos problemas en el día a día cotidiano. La alegría y
la tristeza son relativas en el sujeto capaz de percibirlas pues la naturaleza
humana se acostumbra a las diversas situaciones. Una noticia ligeramente
negativa puede ser percibida con alegría si nos encontramos en una situación
miserable: si un ladrón nos asalta y nos roba nuestra cartera, podemos al menos
alegrarnos de que no nos ha hecho ningún sufrimiento. Pero una noticia sólo
ligeramente positiva puede ser vivida con dolor: un famoso que se encuentra
instalado en un hotel y se le obsequia con un vino que no es de su gusto. Esto
es consecuencia de que el ser humano siempre vive mediante comparaciones. De
continuo nos creamos ciertas expectativas sobre cómo deberían ser las cosas y
las comparamos con cómo son en la realidad, y de manera inevitable nos sentimos
decepcionados. Nos compararnos con personas cercanas a nosotros y esto lejos de
beneficiarnos nos perjudica y nos hace infelices. En lugar de sentirnos
realizados con lo que hemos hecho nos debilitamos pues la felicidad ya no está
en ti sino en la otra persona.
¿Cuál es el sentido de la vida?
¿Es sencillamente sobrevivir? Viktor Frankl nos cuenta en su obra que en los
campos de concentración era necesario tener médicos voluntarios. Como él era
médico, quiso realizar esta acción como voluntario. Sus compañeros le
intentaron persuadir de que era una mala elección porque probablemente él
también enfermaría y podría morir rápidamente. El conflicto era la siguiente: ¿valía la pena seguir hasta el fin huyendo
de las situaciones arriesgadas para vivir una vida sin sentido o valdría más la
pena arriesgarse y ayudar a sus compañeros usando sus conocimientos médicos de
forma productiva? Cuando una persona obra de acuerdo con lo que cree que es
lo correcto, incluso sabiendo que podría sufrir riesgos. Pero es así es como logró
alcanzar la felicidad y la tranquilidad de saber que has tomado una buena
decisión. Éste es el modo de alcanzar nuestra paz interior. Las dificultades y problemas que podemos llegar a
tener en la vida sólo representan una pequeña parte de lo que somos. Tal como
hemos señalado antes, es la libertad interna la que define nuestra condición
humana y que nadie puede arrebatar. Tenemos la facultad de enfrentarnos a
nuestro destino del modo que queramos. Independientemente de cuáles puedan ser
nuestras condiciones de vida o los problemas a los que nos enfrentemos, siempre
tenemos la posibilidad escoger nuestras acciones, de mantener nuestra libertad
espiritual, nuestra independencia mental. Pero hay que asumir que el dolor es
una parte inevitable de la vida, igual que la muerte. La forma en la que aceptamos nuestro destino y el dolor que forma parte
del camino es una oportunidad para añadir un significado más profundo a la vida.
Podemos actuar con coraje, con dignidad, con generosidad, o podemos actuar de
manera resentida luchando por nuestra propia conservación, por encima de
cualquier cosa, olvidando nuestra dignidad humana y convirtiéndonos en un
animal que sólo reacciona ante los acontecimientos para sobrevivir. Es posible
practicar el arte de vivir en cualquier circunstancia, incluso en las más
opresoras pues tenemos la capacidad de controlar nuestra mente para superar el
sufrimiento.
Viktor Frankl fundó una perspectiva psicoterapéutica llamada logoterapia. Los campos de concentración
supusieron para nuestro autor una ocasión para probar las ideas con las que ya
estaba teorizando de antemano. La logoterapia se centra en los significados que
puede alcanzar y conseguir el paciente en el futuro. Mientras que el psicoanálisis
de Freud requiere un profunda acto de introspección en el individuo para
revelar el porqué de su neurosis, la logoterapia es totalmente diferente: no se
investiga en las vivencias pasadas del sujeto como causas de su patología sino
que pretende inculcar en el sujeto una visión amplia de modo que pueda reconstruir
el sistema de creencias y valores. La fuerza motora de la vida humana no es lo
inconsciente sino el significado: tener
un propósito en la vida es lo que nos empuja a seguir adelante. La búsqueda
de significado es la mayor motivación que podemos tener en nuestras vidas, de
modo que aquél que no encuentre un significado en su vida permanece en un
estado de vacío existencial. No es necesario sufrir traumas graves como el de
la propia vida de Viktor Frankl en los campos de concentración, para
experimentar ese vacío experimental. Muchas personas en la tranquilidad de una
mañana de domingo, cuando no tiene que soportar la presión en la que nos
sumerge la vida puede darse cuenta de que su vida es gobernada por principios
totalmente insustanciales. El paciente ha de enfrentarse a decisiones que guían
el significado de su vida. Cuando tomamos consciencia del significado de
nuestra vida, aumenta su habilidad de superar dificultades.
¿Existe un significado general de la
vida? No, no existe un significado
general de la vida sino que cada uno de nosotros tiene su propio significado
específico en un momento dado. Si el significado es único y específico,
entonces solo puede cumplirlo el propio individuo. No podemos esperar que otra
persona haga la tarea por nosotros. Así es como va a obtener el significado de
su propia existencia. ¿Cómo hacemos para
encontrar nuestro propio significado de la vida? Muchas personas creen que
antes de tomar decisiones importantes es importante descubrir su propósito en la
vida, pero esto no es lo que defiende Viktor Frankl. La logoterapia establece que nuestra forma de
actuar y la responsabilidad que sentimos ante nuestras elecciones es lo que
determina nuestro significado. Los prisioneros del campo de concentración que consiguieron
mantener un propósito en la vida lo hicieron en base a las decisiones que
tomaron en cada momento. La decisión de buscar la belleza en la naturaleza o
ayudar a otras personas más necesitadas les dio un propósito. Por eso, los
significados no pueden ser los mismos en cada una de las personas. Cada uno
tiene su propio sentido de la vida. Igual pasa para un maestro de ajedrez que
considera que no hay un mejor movimiento en general, sin embargo sí que hay una
mejor jugada dependiendo de las diferentes situaciones dentro del juego. Lo
mismo se aplica al significado de la vida, no hay un sentido general de la vida
sino que depende del conjunto único de circunstancias y decisiones de cada
individuo.
La logoterapia hace comprender a las personas que sus vidas pueden tener
sentido y que todos tienen que descubrir el propósito de sus vidas de acuerdo
con sus propias decisiones. El paciente es aquél que se encuentra impotente
para encontrar un significado. Por eso, como señaló Nietzsche, la persona que
tiene un por qué vivir, superará cualquier cómo. Cuando somos oprimidos y obedecemos
un mandato que consideramos injusto es justamente porque somos víctimas del
totalitarismo. Para liberarnos hay que hacer lo que tenga sentido para
nosotros. Cada situación de la vida va a representar un desafío para nosotros.
Esos son momentos valiosos para
encontrar un significado a nuestra vida. La interpretación que damos a eventos
azarosos, el sentido que prestemos a una situación es más importante que la
situación propia. En lugar de preguntar
qué esperamos de la vida, sería más correcto preguntar qué espera la vida de
nosotros. Todos nosotros podemos responder a esa cuestión y hay que hacerlo
responsabilizándonos de nuestras decisiones. La logoterapia hace que el
paciente tome consciencia de su responsabilidad. No podemos dejar en los demás
la responsabilidad de nuestra vida. Si seguimos lo que hacen los demás y
rechazamos ser el artífice de nuestra propia vida estamos siendo preso del
conformismo. La responsabilidad, en definitiva, es la esencia de nuestra
existencia humana.
La vida nos brinda las situaciones más variadas, muchas de ellas serán muy
dolorosas e incómodas. Viktor Frankl considera que podemos dominar nuestros
miedos persiguiéndolos de modo activo. La logoterapia usa la intención paradójica en la que se le
pide al paciente que haga justamente aquello que teme: cuando tememos que algo
suceda, a menudo sucede y cuando tratamos de forzar una situación para que
suceda no sucede. Supongamos el caso de aquella persona que no puede dormir,
entonces se le pedirá que haga esfuerzos para no dormirse, y justamente por
ello quedará dormido.
En definitiva el modo de superación de las situaciones dolorosas es
encontrar un significado y un propósito reinterpretando la situación de forma
de que tengamos un mecanismo de enfrentamiento. En primer lugar, debemos hacer
lo posible para invertir o controlar la situación. Pero si no es posible, la
última alternativa es aceptar el dolor. Si nos resistimos al dolor, esto lo que
hace en el fondo es ampliar el sufrimiento. Si nos oponemos al dolor que
sentimos, eso da lugar a la agonía y a la ansiedad. Cuando el dolor nos resulta
inevitable debemos aceptarlo y buscar cuál es el sentido que añade el dolor en
tu vida. Por eso podemos encontrar el sentido de nuestra vida mediante la
actitud que tenemos ante un dolor inevitable. Viktor Frankl cuenta que en
cierta ocasión un médico anciano con una fuerte depresión le confesó que no era
capaz de superar la muerte de su mujer. Para ayudarlo a encontrar un propósito a
Viktor Frankl solo le bastó una única pregunta: ¿Qué pasaría si tú te hubieras muerto primero y tu esposa tuviera que
sobrevivir sin ti? Ante esta cuestión el anciano respondió que hubiera sido
terrible si él hubiera fallecido primero porque sería su esposa la que estaría
sufriendo. Así, ante el dolor del luto logró encontrar el significado. El
sufrimiento de la mujer amada es salvado
y él que sigue vivo es el que va a lidiar con el dolor del luto. Este
sufrimiento es el precio que él paga para sobrevivir y al ahorrarle a la esposa
el dolor de seguir viviendo sin él. En este ejemplo, en esta percepción el
dolor logra adquirir significado y con significado el dolor no se transforma en
sufrimiento. El hombre en busca de
sentido es un libro actual porque hoy en día la gente se encuentra ocupada
de tareas sin propósito. Cuando conoces tu propósito eres capaz de enfrentarte
a cualquier dificultad.