viernes, 31 de enero de 2020

El caso de los ERE en Andalucía.


Manuel Chaves y José Antonio Griñán.
Recientemente salió por los medios de comunicación la sentencia de un tribunal de justicia de Sevilla sobre el famoso caso de los ERE fraudulentos que afectaba la PSOE andaluz y a su cúpula de poder cuando ocupaba la Junta de Andalucía. El veredicto dictado fue de culpabilidad por delito de malversación y de prevaricación. Esto nos lleva a la siguiente cuestión: ¿cuál es la ética del político? o mejor dicho, ¿Cuál es la no ética de los políticos?
El juicio se ha prolongado poco más de un año, y todavía está sin finalizar porque hay otros casos que se siguen del anterior y que están todavía por juzgar. Según la prensa, quedan aproximadamente doscientos juicios para que se pueda finiquitar el caso. La juez instructora María Núñez Bolaños, sustituta de la juez Mercedes Alaya, debido a la complejidad del caso decidió dividir la causa en varias subcausas. El PSOE andaluz ha sido condenado de manera ejemplar: Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ambos ex presidentes de la Junta, además de otros veinte ex altos cargos de sucesivos gobiernos socialistas en Andalucía como Magdalena Álvarez, Francisco Vallejo o Lourdes Medina. La sentencia indica que, según leemos en prensa, a lo largo de un período de aproximadamente diez años el PSOE andaluz hizo un uso fraudulento de unos 860 millones de euros y cuyo objetivo inicial no era otro que el de revitalizar empresas en crisis y trabajadores en paro. Los socialistas acusados hicieron lo posible, tal como señala la sentencia del tribunal, aunque no todos tuvieron el mismo grado de participación, por desarrollar una herramienta administrativa tramposa sin control alguno que hiciera posible un reparto caprichoso del dinero.
Nos preguntamos ¿dónde fue a parar ese despilfarro de dinero? El dinero se repartía en función de los intereses personales y partidarios del Partido político. Hubo quienes utilizaron parte de esas ayudas para pagar fiestas y drogas. Todo ello nos lleva al siguiente pensamiento: se ha producido una escisión entre ética y política. Esto contrasta con la concepción de la política que se tenía en la Grecia clásica y en los contractualistas modernos. Es evidente que la llamada casta política sale aun más debilitada ante casos de corrupción política. A partir de este caso y otros casos de corrupción, ¿qué confianza pueden los ciudadanos depositar hacia los políticos?¿Cómo fue posible que unos políticos que seguramente ingresaron en política por vocación y con el objetivo de procurar el bien común olvidaron tan pronto su deber?
La confianza de los ciudadanos hacia los políticos es totalmente nula. O, al menos, debería serlo. Aunque hay quienes se encaprichen por pura tozudez en defender la falsa ejemplaridad de nuestros políticos. Si hay algo que debería molestar a la ciudadanía respecto a la clase política es el deseo de alcanzar el poder por el poder mismo. ¿Por qué os consideráis muchos de ustedes impunes ante la ley? Muchos sois de vosotros sois auténticos tramposos porque elaboráis vuestras propias leyes o, en su caso, por un grupo de personas allegadas. ¿Por qué no desarrolláis para variar los procedimientos jurídicos pertinentes que permitan controlaros? Muchos de vosotros no teníais ninguna responsabilidad de rendir cuentas ante nadie.
El ejemplo de estos señores de la corrupción política en Andalucía que es extrapolable a muchos otros casos de corrupción tanto en otras comunidades autónomas como a nivel nacional. ¿No os dais cuenta que no podéis perpetuaros en el poder? En algún momento de vuestra trayectoria política olvidasteis que fuisteis elegidos por la población, algunos ni siquiera eso, y os creísteis propietarios de vuestro puesto. Ese puesto os podrá pertenecer pero sólo durante un breve período de tiempo. Os sentisteis, parafraseando la obra de Nietzsche, más allá del bien y del mal. Habéis ejercido el poder y sólo podíais ser controlados por vuestros propios amigos que habían conseguido previamente sus puestos gracias a vuestra maligna influencia.
¡Que bien les habría venido a los corruptos haber tenido cierto conocimiento de los autores clásicos como Platón y Aristóteles! Para Platón y Aristóteles existía una íntima relación entre la política y la ética: había que gobernar con justicia y con moderación. Había que alcanzar y conservar el poder siempre de una manera legítima. Para Platón la justicia era una virtud general de carácter ético y político que pregonaba que cada clase social debía desempeñar una única función que era aquélla para la que estaba más preparado por naturaleza. El político era el virtuoso en el sentido del griego areté: desempeñar su tarea de un modo excelente. Así, el político debía tener los atributos de sabiduría y de moderación. Asumía el poder político no como un bien supremo sino como un mal necesario que debía guiar al resto de la ciudadanía hacia la rectitud.
Al igual que pensaba Maquiavelo, parece que nuestros políticos han olvidado ese vínculo entre política y ética, no buscan la legitimidad sino los medios más eficaces para seguir ostentando el poder. Una vez que alcanzan el poder hacen lo posible por seguir conservándolo. En la medida de lo posible procurarán actuar siempre de manera virtuosa pero, cuando sea necesario no dudará en saltarse los principios de la ética para garantizar su poder.
Ante esa ruptura entre la política y la ética, la filosofía política de la modernidad planteó la cuestión de ¿por qué debemos someternos al poder? ¿Por qué debemos obedecer la ley? Autores como Thomas Hobbes, John Locke y Rousseau pretendieron, aunque de modo diferente, recuperar ese vínculo afirmando que la sociedad surge a partir de un pacto o contrato social entre los individuos que la compone. Thomas Hobbes pretendió fundamentar un modelo absolutista de estado porque consideró que únicamente un estado absoluto, fuerte e indivisible podría garantizar el mantenimiento del Estado. Además, desarrollaba una concepción muy pesimista sobre la naturaleza humana: homo homini lupus, es decir, el hombre es un lobo para el hombre. A través del pacto los individuos cedían al soberano todo su poder porque únicamente así es posible mantener el orden y la paz. Se trata de un pacto irrevocable. Este planteamiento que defiende Hobbes no sería recomendable que se aplicaran en nuestro mundo actual debido a la incapacidad de nuestros políticos. ¿De verdad podemos dar a nuestros políticos un poder absoluto en el que los ciudadanos no podamos hacer nada? Rotundamente no.
Mejor nos vendría con los planteamientos de Locke y de Rousseau. Para Locke los individuos a través de un pacto ceden ciertos derechos al soberano pero éste se compromete a que los individuos puedan gozar de una vida digna y pacífica. Pero se trata de un pacto revocable, es decir, existe el derecho de rebelión por parte de la población en el que caso de que el soberano exceda los límites acordado por el pacto. En esta línea se sitúa el suizo Rousseau cuyo planteamiento supone una fundamentación del estado democrático. El contrato social auténtico es la Voluntad General que no tiene un carácter cuantitativo, es decir no se reduce a la mayoría, sino cualitativo: representa a todos los individuos porque cuando nos sometemos a esa ley no obedecemos a ningún poder sino a nosotros mismos.
Los planteamientos anteriores son meramente teóricos y no prácticos, incluso utópicos. En cualquier caso, es necesario que haya un control consciente sobre las decisiones de nuestros políticos. Es más, siguiendo a Hume, debemos suponer en todo momento que son unos bellacos y que en cualquier momento pueden engañarnos. Sólo así será posible que el fundamento de nuestra sociedad no sea la aparente bondad del gobernante, porque como bien sabemos no todos son justos. Popper señalaba que todo gobernante puede ser criticado y que debía existir procedimientos para que los gobernantes fueran sustituidos en caso necesario sin derramamiento de sangre. Puede ocurrir también, que un dirigente político no se haya enriquecido necesariamente a partir su posición de privilegio pero sí que se haya beneficiado otra persona. En este caso el dirigente político es igualmente culpable porque no tomó las medidas oportunas para que eso no sucediera o, lo que es peor aun, miró hacia otro lado.
¿Qué solución tiene este cúmulo infinito de despropósitos y de corrupciones pertenecientes a las altas esferas políticas? Espero que el tiempo a partir de su inevitable paso provoque nuestro olvido ante tales hechos y que se avecine una nueva generación de políticos que se encuentren realmente comprometidos con la ciudadanía y no tanto con el poder y el dinero. Habrá que tener mucha paciencia para aguardar ese día.