Charles Chaplin en Tiempos modernos (1936). |
Uno de los grandes problemas de nuestra
sociedad actual es el consumismo, que es consecuencia en muy buena medida del
desarrollo tecnológico. Los grandes empresarios tienen como objetivo aglutinar
grandes sumas de dinero mediante el incentivo del consumo, hasta el punto de
que el consumo devenga en consumismo, que ya sería un problema. ¡Que poco se
preocupan estos empresarios por facilitar el desarrollo y el crecimiento
personal de los consumidores y no solamente convertirlos en meros consumidores
insatisfechos! Sin lugar a dudas, el gran gancho comercial para vender hoy
en día es la publicidad. Por todas las partes nos invade la publicidad, en
televisión, radio e Internet fundamentalmente. Esto nos convierte en meros
receptores ansiosos de que nos encandilen con nuevos productos.
¿Cuál es el fin oscuro que se pretende
obtener a través de la publicidad? Su objetivo es que los consumidores
gasten su dinero en productos generalmente inútiles, o en todo caso con muy
escasa duración en el tiempo. Hacen lo posible para que necesidades en
principio secundarias, como por ejemplo un nuevo móvil pero con una oferta
especial, se conviertan en primarias. Su no satisfacción engendra en nosotros
un permanente sentimiento de desgracia y de frustración. ¡Qué sociedad tan
materialista es la que vivismos!
Si comparamos esta sociedad
postindustrial, tecnológica y globalizada con las primeras sociedades
industriales observamos que hay algunas diferencias. En las sociedades
industriales se esclavizaba al obrero en su trabajo porque cuando no trabajaba
no producía. Y eso era negativo para los intereses de los empresarios. Sin
embargo, hoy en día observamos una contradicción evidente. A través del
desarrollo tecnológico se descarga a los trabajadores de las tareas más
pesadas. Y esto en principio, constituye una ventaja inevitable. Por ejemplo,
si atendemos al sector minero, descubrimos que hoy en día existen perforadoras
de tierra, y esa maquinaria no ha existido siempre. Por tanto, eso produce que
gradualmente se haya disminuido la jornada laboral y, en consecuencia, aumenta
el tiempo libre. Sin embargo, la contradicción es que este tiempo libre se
introduce dentro del ciclo productivo. O sea, en nuestra sociedad, es necesario
que los trabajadores tengan tiempo libre para que consuman, es decir, para que
gasten el dinero que previamente le han pagado con su sueldo, a diferencia de
lo que ocurría en las primeras sociedades industriales donde apenas había
tiempo libre. Y consumir no implica que estemos formándonos adecuadamente como
personas, en un número amplio de casos sucede justamente lo contrario. Es
curioso que lo que no consiguió el movimiento obrero lo haya conseguido el
desarrollo tecnológico.
El Black Friday es una costumbre
americana, que al igual que las fiestas de Halloween, ha sido exportada
con total éxito a Europa y concretamente a España, contando con un arraigo cada
vez mayor. Ya con varios días de antelación y como anuncio prenavideño las
tiendas de todo tipo ya anuncian el Black Friday con ofertas de todo
tipo: el 40% de rebaja, compras dos productos y te llevas tres y más ofertas
que el ingenio humano puede desarrollar. Aunque Black Friday en sentido
propio sólo se refiere al día del viernes, se extiende a todo el fin de semana,
e incluso toda la semana. El fenómeno del Black Friday también resulta
curioso. Podemos pensar con sano sentido común que estas ofertas se extienden a
todos los productos de la tienda. Pero no ocurre así necesariamente. Con
frecuencia el ingenuo consumidor se presenta en la tienda con la ilusión de que
su producto deseado esté rebajado descubre que no lo está. Otras veces los
empresarios aplican las rebajas a determinados productos y a otros productos no
sólo no los rebajan sino que incrementa su precio original. Los empresarios con
amplia experiencia en el sector saben sobradamente que muchos consumidores
comprarán productos, en su mayoría inútiles, que inicialmente no tenían pensado
comprar, a modo de mero capricho.
Igual ocurre con las compañías de
móviles que de manera agresiva pretenden vender sus productos cueste lo que
cueste. Números desconocidos procedentes de compañías como Yoigo o Vodafone nos
llaman por teléfono a horas intempestivas interrumpiéndonos en nuestros
quehaceres cotidianos sin ningún tipo de remordimiento. En mi caso, habitualmente
cuando estoy en la siesta, para vendernos una nueva tarifa del móvil, mil megas
para tener conexión a Internet, o para regalarnos una televisión. No quiero
televisión, ni nueva tarifa de móvil ni más tiempo de conexión a Internet,
les digo ligeramente malhumorado al sentir que me han fastidiado el momento de
la siesta. ¿De verdad que no lo quiere?, me vuelve a preguntar el
vendedor. Noooo… le vuelvo a contestar, pero ya con un grado de enfado
no disimulable. Pero si te cambias de compañía podrás llamar a cualquier
número de teléfono sin límites de minutos durante doce meses, ¿de verdad que no
te interesa?, me vuelve a insistir el vendedor. Noooooooooooooooo,
le contesto con una voz que parece proceder del mismo infierno. No quiero
nada de eso, sólo quiero que respeten mi siesta, y cuelgo directamente sin
ni quisiera despedirme.
Hay que consumir y hacer lo posible para
que el consumidor se sienta culpable si no gasta su dinero. Ésta es la táctica
de los agentes comerciales. En períodos de rebajas hay quienes esperan hasta
última hora con el propósito de que los precios bajen incluso más de la rebaja
inicial. Hay quienes que de tanto esperar, cuando decidieron finalmente
comprarse el producto ya no se encontraba en las estanterías.
¿Qué tipo de sociedad estamos
construyendo?
O mejor dicho, ¿qué tipo de sociedad estamos consintiendo que construyan a
nuestra costa? ¿Ésta es la sociedad que
vamos a legar a nuestros hijos? Estamos en un tipo de sociedad de
consumidores eternamente insatisfechos. No se valoran a las personas por lo que
son sino por lo que tienen. ¡Qué realidad tan triste! ¡De verdad! La
filósofa valenciana Adela Cortina acuñó un término que es muy pertinente para
describir un hecho muy habitual dentro de nuestra sociedad contemporánea: la aporofobia,
que designa el temor y rechazo al pobre. Por desgracia, un síntoma de la
sociedad tan hipócrita en la que vivimos es que se trata a las personas de
distinto modo según su condición económica. No se trata ya del racismo que por
desgracia ha caracterizado muchas etapas de la historia de la humanidad en las
que se discriminaba a las personas por su color de piel, usos sociales o
costumbres o religión. Vemos con frecuencia a ídolos de masas ya sea del
fútbol, del cine o cualquier otro ámbito que a pesar de haberse beneficiado
económicamente de la forma más vil son aclamados al entrar o salir de los
tribunales de justicia por multitud de ignorantes. Sin embargo, no ocurre lo
mismo con aquellas personas que han tenido que robar al encontrarse en una situación
de extrema necesidades y no disponer de ningún tipo de recurso. Con frecuencia,
las gentes los censuran del modo más cruel posible deseando que sean castigados
con la máxima pena
La velocidad de desarrollo de nuestra
sociedad tecnológica es apabullante: nuevas televisiones, nuevos ordenadores,
móviles… No hemos terminado de disfrutar de modo completo del producto cuando
ya ha salido uno mejor que lo sustituye. De modo inmediato perdemos ya el
interés por el producto comprado y nuestro pensamiento ya apunta al nuevo para
que lo sustituya. Y así sucesivamente con los nuevos productos que sustituyen a
velocidad vertiginosa a los viejos. Y tenemos unas inmensas ganas, mejor dicho,
ansiedad, de obtenerlo cueste lo que cueste. Si usted pregunta hoy en día a los
jóvenes acerca de su futuro es habitual que nos hablen directamente de cosas
estrictamente materiales: unos quieren dinero, otros quieren coches, otros
grandes mansiones…
Otra de las paradojas fundamentales de
esta sociedad tecnológica es que todos disponemos de alta tecnología pero
desconocemos su fundamentación teórica de funcionamiento de los aparatos
utilizados. Y esto supone necesariamente un retroceso porque nos hace
depender de los técnicos. Si un artefacto que nos costó mucho dinero empieza a
tener problemas de funcionamiento y lo mandamos a reparar, es normal que el
técnico, que es el que realmente sabe, nos presente una doble alternativa: o
bien se le repara el producto pero pagando una sustanciosa cantidad de dinero,
o bien, compra un nuevo producto porque, en el fondo, la diferencia entre
comprar uno nuevo y repararlo es mínimo y le saldría más rentable comprar uno
nuevo. Otras veces tenemos el fenómeno conocido como obsolescencia
programada: los productos técnicos nacen con una fecha de caducidad
prematura, a veces mezquinamente intencionado con el propósito de incrementar
el consumo y aumentar, en consecuencia, el beneficio económico. Además, se
trata de una sociedad efímera, pocos productos siguen conservando su valor en
el transcurso del tiempo. Pasa con el móvil o con las computadoras. Cuando yo
era niño el simple hecho de imaginar la existencia de teléfonos inalámbricos y
portátiles que podríamos usar mientras caminábamos en la calle ya me habría
resultado una idea increíble. Sin embargo, en contra de lo que podemos pensar
hoy en día, el móvil en sus inicios no fue un artefacto rentable. ¿Quién iba
a necesitar un móvil en los años ochenta? Únicamente altos ejecutivos o
empresarios que debido a su trabajan estaban continuamente trabajando. El resto
de personas se esperaba a llegar a su casa para llamar desde el teléfono fijo.
Tenía como alternativa la cabina telefónica en caso límite. Sin embargo, la
evolución del teléfono móvil lo convirtió poco a poco en un producto cada vez
más comercial. Primero llegaron los mensajes de texto, aunque todavía era un
poco rudimentario porque tenía un número limitado de caracteres y de palabras.
Posteriormente llegaron los politonos que cautivaron fundamentalmente al sector
adolescente: una persona llamaba a otra y sonaba tal canción. Y en poco tiempo
los móviles evolucionaron hasta convertirse en lo que son en la actualidad:
puedes escuchar la radio y música, puedes hacer fotos y videos, consultar
Internet, redes sociales, Whatsapp, mensajes de voz… Ha llegado el
momento en que los usuarios de móviles apenas lo usan ya para hablar. En muchos
casos, una persona que sale a la calle y olvida el móvil en su casa parece que
ha perdido parte de su identidad.
¿Cómo las compañías compiten entre sí
para obtener mayor beneficio? Desde un punto de vista estrictamente
darwiniano y evolucionista pero aplicado al ámbito de las compañías, el sentido
común parecería indicar que aquellas empresas que antes innovan tendrían que
adaptarse más fácilmente al cambiante mercado laboral, y en consecuencia, mejor
sobrevivirían. Sin embargo, la realidad es distinta porque hay empresas que
compiten pero sin innovar, limitándose a copiar el producto de la competencia.
Una de las grandes empresas copiadoras por excelencia ha sido Samsung y ha
recibido infinitas demandas por parte de Apple fundamentalmente y teniendo que
pagar importantes sumas de dinero. Sin embargo, los miembros de dicha
compañía ya tenían calculado el precio
de la demanda y el posible beneficio a conseguir, y aún así les sale rentable
copiar. Igual ocurre en España. Por ejemplo desde el punto de vista de las
compañías lácteas, si Danone pone un nuevo producto en el mercado, en poco
tiempo la marca blanca Hacendado saca el mismo producto pero un modelo más
barato, que, curiosamente se lo fabrica la misma Danone en muchos casos.
¿Cuáles son los valores que se
desprenden de este consumo desmesurado de productos tecnológicos? La felicidad
suprema que la mayoría de los mortales aspira a alcanzar es el bienestar
material. Se produce un retroceso de los valores del esfuerzo, la
dedicación o el estudio y lo que se busca a través de la técnica es la máxima
comodidad y el mínimo esfuerzo. Nuestros alumnos al realizar un trabajo de
investigación, muchos de ellos se limitan ir a Internet y copiar de manera
literal el texto. Los hay un poco más precavidos que suelen modificar el texto
y personalizarlo. Otros, sin embargo, sin el más mínimo pudor copian
literalmente el texto. ¿Es esto realmente un trabajo de investigación?
Cuando era alumno y tenía que hacer un trabajo de investigación tenía que leer
distintas fuentes y contrastar la información para, finalmente desarrollar mi
punto de vista.
El uso de las nuevas tecnologías ha
provocado la atomización y aislamiento de la población. En primer lugar
se asiste a la contemplación del mundo pero de manera diferida y mediatizada
por otras personas o compañías. Contemplamos como al viajar en metro los
pasajeros, al menos una amplia mayoría, tienen la cabeza inclinada hacia el
móvil sin advertir la presencia de nadie más y sin ni quisiera saludar. Es
bastante habitual si nos fijamos en las personas que toman algún café o
refresco en las terrazas o bares, o en muchas familias a la hora de comer. Es
lamentable el caso de conductores que hacen uso del móvil sin percatarse
aparentemente que dichas conductas comprometen seriamente su vida y la de los
demás. Esto provoca que nos estemos perdiendo la realidad, que estemos
desconectados de nuestro mundo, que perdamos nuestro nivel de concentración. Se
trata de un mundo cada vez más deshumanizado y más tecnológico. Cuando
recibimos información de los medios de comunicación ya sea de televisión, de
radio, prensa escrita o digital, pocos nos molestamos en contrastar esa
información con otras fuentes sino que las aceptamos pasivamente como si fuera
una fuente fidedigna de conocimiento.
Todo esto llega de manera inevitable al
ámbito laboral. Heidegger lo señaló muy bien en la segunda etapa de su
pensamiento llamando a esta época en la que tanto prolifera la técnica época de la imagen del mundo. Se trata
de un mundo en el que no solo se instrumentaliza el mundo, con el consecuente
ahogamiento del ser, sino a los propios seres humanos. Las personas dejan de
ser fines para convertirse en meros medios. Marx en sus Manuscritos de
filosofía y de economía ya advertía que el trabajador en las sociedades
industriales no se sienten realizados ni humanizados en sus trabajos porque
pierden el protagonismo de la labor productiva y su actividad queda reducida a
ser mero apéndice o auxiliar de la máquina. Si trasladamos lo que dice Marx a
nuestro ámbito cotidiano descubrimos que lo que afirma es verdad. Hoy en día,
en buena medida incentivado por el desarrollo tecnológico y capitalista, existe
un antagonismo entre trabajo y ocio. Se percibe el trabajo como malo, fuente de
estrés y de agobios, mientras que, por el contrario, el tiempo libre es lo que
nos permite realizarnos como personas y divertirnos en definitiva. Si hacemos
estas distinciones estamos accediendo en un ámbito peligroso porque se nos
olvida que la vida humana es una y que el trabajo como el ocio deben
retroalimentarse mutuamente. No es de extrañar que estemos en una época donde
muchos de nosotros sufren de ansiedad, depresión y de tristeza.
Esta atomización de la población acaba
con lo que Marx llamó la conciencia de clase. Nos hemos convertido en
individuos aislados y egoístas, sin el menor sentido de la empatía. No nos
damos cuenta que muchos de nuestros problemas no son meramente individuales
sino colectivos. Un ejemplo evidente es el teletrabajo, que en principio es una
ventaja incuestionable: la persona trabaja desde su casa, se organiza como
quiera y en consecuencia no se estresa. Sin embargo, pierde el contacto con
otros trabajadores y, en consecuencia ya no puede saber cómo le van las cosas
ni siquiera cuánto cobra. Esto irremediable provoca una pérdida de la
conciencia de clase.
¿Qué soluciones podemos proponer ante
dicha situación?
Debe quedar claro en todo momento que la técnica nunca es un fin sino un medio.
Debemos asumir la tecnología siempre desde un punto de vista crítico. Ortega en
su obra Meditación sobre la técnica planteaba un estudio histórico sobre
el fenómeno técnico y concluía que estamos en la época de la técnica del
técnico donde la técnica, a diferencia de otras épocas se ha convertido en
objeto de estudio específico y que permite al ser humano multitud de
posibilidades de desarrollo. Sin embargo, debido al carácter elástico y
caprichoso del ser humano que unas veces prefieres unas cosas y otras veces
otras, podremos ser cualquier cosa pero finalmente acabamos siendo nada porque
no existe ningún proyecto por el que se incline de manera clara. Es necesario
asumir en cualquier caso que la tecnología se ha presentado en la vida de las
personas para quedarse, no es posible volver al pasado y prescindir de esos
artefactos. Pero deben ser considerados como meros medios, nunca fines que
puedan dirigir nuestra vida. Si no existe un control consciente sobre la
técnica, ¿en que nos convertimos? Nos convertimos en meras marionetas,
en consumidores insatisfechos y abandonamos aspectos esenciales de la persona
como la libertad y la autonomía. Por favor, esfuércese en ser una persona
crítica y procure que no le tomen el pelo porque hay cosas más importantes que
ese bienestar material que nos prometen esta sociedad tecnológica.