fotograma de 12 hombres sin piedad (1957), de Sidney Lumet. |
¿El jurado popular es un mecanismo
eficaz hoy en día en la resolución de delitos? ¿Cuál es su propósito? El jurado popular es consecuencia en gran medida
de una tendencia a la democratización de la justicia y no es un fenómeno
especialmente reciente. Es una institución al menos controvertida que los
fundadores de la Constitución democrática de 1978 decidieron plasmar en su
legislación. En dicha Carta Magna, en su artículo 125, afirma que los ciudadanos podrán ejercer la acción
popular y participar en la institución de la política mediante la institución
del jurado, en la forma y con respecto a esos procesos penales que la ley
determine.
Un jurado popular tendría como cometido inicial evitar posibles abusos provenientes
de las altas esferas de la justicia tan frecuentemente politizados por los poderes
estatales. Dependiendo de la época el tribunal popular ha tenido mayor o menor
protagonismo. En su implantación inicial
a este país era considerado clasista pues sus miembros solían ser los mayores
contribuyentes municipales, el maestro de mayor antigüedad, es decir, no estaba
abierto a cualquier persona que sea mayor de edad y que sea leer y escribir. Los
delitos que pueden ser objeto de deliberación por parte de un jurado popular
tienen que ver con asesinatos, homicidios, allanamiento de morada, ayuda para
el suicidio, omisión del deber del socorro, y los de corrupción
¿Cómo está funcionando la instrucción
del jurado popular en España? Los jurados populares condenan
aproximadamente un 89 % de los condenados, que es superior a los magistrados.
Igualmente El número de veredictos rechazados emitidos por un jurado popular es
inferior al número de veredictos rechazados por un tribunal superior. Con estos
datos, parece que a priori los jurados populares funcionan muy bien.
¿Estamos capacitados los ciudadanos
ordinarios para proporcionar fallos tan delicados de la justicia? ¿Se hace
adecuadamente en España? ¿Se deben asesorar a los jurados populares con
magistrados?
Recientemente el jurado popular elegido para juzgar el caso de Diana Quer,
la joven asesinada por José Enrique Abuín Gey, conocido como El Chicle, tras una tarde y dos días
completos de deliberación y tras alcanzar un consenso suficiente, no supieron
plasmar su decisión de manera precisa. Tal era el número de incoherencias y
deficiencias que hacía imposible darla por válida. Tuvo que ser revisada
concienzudamente para subsanar todos sus problemas detectados y mejorar la
fundamentación jurídica del texto. Una cuestión fundamental que nos planteamos
sería: ¿cómo puede un ciudadano sin
formación ni preparación juzgar asuntos tan importantes como pronunciarse
acerca de la inocencia de una persona u otra? Además, ¿qué criterios de selección se han tenido en cuenta al elaborar un
jurado popular en España? Ninguno.
¿Qué utilidad tiene el jurado
popular? Podríamos suponer que
para evitar sentencias judiciales bochornosas y alejadas del sentido común tal
como sale alguna vez por los medios de comunicación. Desde esta perspectiva
pensaríamos que el escaso sentido común que atesoran muchos de nuestros
legisladores y jueces quedaría arreglado, al menos parcialmente, por la
sapiencia del jurado popular.
¿Por qué tienen los ciudadanos
perder su tiempo, incluso meses, estar apartados de sus trabajos y quehaceres
ordinarias costando dinero a la justicia y teniendo que fallar sobre asuntos
que no conoce con suficiencia?
Imagínese usted que por sorteo un ciudadano cualquiera, con independencia
de su formación y profesión tuviera que acudir a un instituto de enseñanza a
impartir una materia, ya sea Filosofía, Matemáticas o Física y Química. ¿No sería un contrasentido que esos
ciudadanos ocuparan cargos que no necesariamente han de tener formación o si la
tienen ha sido por mera casualidad? Me puedo imaginar un ciudadano medio
sin formación específica en el campo de la filosofía intentando explicar el
pensamiento político de Kant. Me lo puedo imaginar antes de iniciar la clase,
justo antes de cruzar la puerta del aula con aspecto nervioso. Justo antes de
empezar no le salen las palabras, tartamudea ante las primeras palabras.
Intenta improvisar un discurso lo más coherente posible pero sin éxito. Los
alumnos alborotan y hablan entre sí. Algunos se han levantado de su asiento. Y
nuestro novel profesor no se encuentra capacitado para hacerse con las riendas
de la clase. Es enteramente manifiesto que carece de los recursos y de la
preparación psicológica, ya no solo académica. ¿Podría usted imaginar a un ciudadano sin formación teniendo que
valorar la acción de un asesino?
Muchos de los casos que ha de atender el jurado popular tienen un fuerte
componente mediático, de modo que a veces les resultará muy complicado
sustraerse a las opiniones procedentes del resto de la ciudadanía, de los
familiares, de amigos y de los medios de comunicación. Esto provoca
irremediablemente que muchos de los acusados no se les respeten su presunción
de inocencia sino que llegan condenados previamente al juicio. Ésta constituye
otra de las principales dificultes del jurado popular. Los profesionales de los
medios de comunicación conocen todo tipo de técnica que hacen posible orientar
la opinión pública hacia una dirección u otra, y eso repercute indudablemente
en la opinión de los miembros del jurado popular A su vez, lo que tienen
posibilidades de dirigir la opinión de la prensa y de los medios de
comunicación son los poderosos, lo que mueven los hilos del poder.
¿Eso ocurriría en el caso de los
magistrados a los que suponemos una amplia experiencia? Parecería que el magistrado experimentado estaría
más habituado a afrontar situaciones de ese tipo, tendría mayor dominio de sí
mismo, además de mayor capacidad de aislarse de las presiones. Sin embargo, que
tenga más experiencia no significa que no se encuentre sometido a las mismas
dificultades y que frecuencia también se dejen influenciar por la presión
mediática.
¿Qué soluciones se podrían proponer
para superar las críticas que se realizan al funcionamiento y proceso del
jurado popular? En principio
podríamos pensar que se hace necesaria una reforma del jurado popular mediante
la elaboración de un tribunal mixto. Así, sus componentes podrían estar asesorados desde el inicio del juicio por un especialista:
se encargaría de aclarar las terminología y aquellas partes del procedimiento
que una persona no especialista no conocería. Supondría un pequeño avance,
aunque no suficiente ni realmente eficaz. Regresando a nuestro ejemplo anterior, el profesor novel
tendría que ser adiestrado durante meses por los mismos profesores
profesionales con el objetivo de formarlo lo máximamente posible. Me imagino a
nuestro profesor novel suspirando ante la realización de un trabajo que ni
domina ni le gusta, abandonando sus tareas profesionales y domésticas y
preguntándose constantemente ¿por qué a
mí?
¿No es cierto que cuando el Estado
al convocar oposiciones sobre cualquier sector, ya sea la educación, la
justicia o la sanidad no tiene otro objetivo que seleccionar los mejores
candidatos a partir de diversos criterios y mediante la realización de
distintas pruebas objetivas?
Dirán muchos de ustedes que el ejercicio de la ciudadanía no es solo tener
derechos sino también deberes y obligaciones. Del mismo modo que el ciudadano
con mayoría de edad tiene el deber cívico de votar un domingo o pertenecer a
las mesas de votación, tendríamos el deber de integrar un jurado popular cuando
nos haya tocado por sorteo. Pero, me pregunto lo siguiente: ¿es verdad equiparable el deber de ejercer
la ciudadanía mediante votación que ser miembro de un jurado popular?
De lo anterior podemos concluir que el jurado popular es un despropósito
desde un punto no sólo jurídico sino moral. Si ya los estudiosos y
especialistas del derecho emiten veredictos y sentencias que el ciudadano no
especialista percibe como un sinsentido, ¿qué
podríamos esperar de los miembros de un jurado popular? Estoy seguro que
como mínimo no van a mejorar los resultados. Quizás pudiéramos fantasear ante
la posibilidad de que los jueces y demás especialistas del derecho están muy
contaminados ya por el estudio de la ley y que este cúmulo de información les
impide alcanzar la verdad. En oposición, el ciudadano no especialista en
cuestiones jurídicas, al modo del buen salvaje de Rousseau, tendría la mente
tan despejado que le permitiría alcanzar la verdad mediante una intuición clara
y precisa. Pero ésta es una idea insostenible, demasiada ingenua y un poco
romántica. No podemos permitir que unas personas que no saben de nada puedan
juzgar hechos como un robo, un asesinato por encima que otras personas que
tienen una preparación suficiente. La justicia debe ser administrada por
profesionales y especialistas del derecho que han estudiado las leyes desde
años. ¿Estas personas serán objetivos y
neutrales en el ejercicio de su trabajo y en la emisión de sentencias y de
veredictos? No necesariamente, pero como todo lo humano. Es necesario que
nuestros jueces sean objetivos e imparciales y que no se encuentren
influenciados por las altas esferas. Sin embargo, es muy habitual que los
jueces sean unos meros muñecos de los gobiernos existentes y puestos a dedo por
los políticos de turno o de su signo.
¿Cómo podemos ejercer la democracia?
¿Un país es más democrático por el hecho
de que cualquier individuo pueda participar y tomar decisiones sobre
todo tipo de asuntos, incluso de aquellos en los que no tiene una formación
concreta?
De ninguna manera nos sentimos más democráticos por opinar sobre asuntos
que trascienden nuestros conocimientos. En las elecciones democráticas el
ciudadano participa y delega en ciertas personas, que se agrupan en torno a partidos,
la realización de ciertas tareas que posibilitan la convivencia de un país.
Otra cuestión distinta sería si lo hacen bien o mal. Debemos preguntarnos como
ciudadanos qué queremos realmente: ¿Queremos
personas preparadas para que tomen decisiones sobre asuntos importantes o
queremos que todas las personas participen de ello? ¿Están capacitados todos
los ciudadanos a tomar decisiones sobre cualquier asunto? Lo que quiere la
ciudadanía son individuos capacitados y competentes para la realización de sus
funciones lo más brillantemente posible. Obviamente no todos podemos realizar
de forma adecuada todas las funciones.