sábado, 23 de enero de 2021

El exorcista II: el hereje (1978), de John Boorman.

El exorcista II: el hereje es la continuación de la película El exorcista (1973) dirigida por John Boorman. Ni William Batty Blaty, guionista y productor de la primera entrega, ni William Friedkin, el director, manifestaron ningún interés por participar en la secuela de la misma. John Boorman, además de sustituir a William Friedkin en la dirección, se encargó de reescribir el guión junto a William Goodhart. Está protagonizada por Linda Blair, Richard Burton, Louise Fletcher, Kitty Winin y James Earl Jones. Todas las interpretaciones son muy correctas. Richard Lederer es el productor y el William Goodhart es el responsable de la escritura del guión. La banda sonora corre a cargo del compositor Ennio Morricone con una estupenda partitura muy sensible y melancólica pero que prescinde de la melodía de Mike Oldfield de la primera entrega.

En comparación con la primera entrega, El exorcita II sale perdiendo a todas luces gracias fundamentalmente a un guión complejo, impreciso y, en consecuencia muy confuso. La película es tan pretenciosa, como lo fue en su día 2001 una odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick para dar lugar finalmente a un producto hueco, tramposo y sin personalidad. La trama argumental se reduce a un conjunto de secuencias inconexas y sin sentido con una acción caótica y atropellada. Ni siquiera se trata de una película de terror como fue la original sino un thriller de intriga llena de aburridas reflexiones teológicas sobre el bien y el mal. Ciertamente tiene algunas escenas de terror sumamente interesantes pero insuficiente pues tratándose de una secuela de El exorcista, una de las películas más terroríficas de la historia del cine. Respecto al apartado técnico la película tiene una gran fotografía y planos muy sugerentes de muy difícil realización sobre todo la parte de la película que transcurre en África. Sin embargo, a pesar de estos aciertos a nivel visual, el espectador no encontrará en esta película aquello que seguramente le llevó a ver esta película: pasar un rato terrorífico. La película deja al espectador agotado, indiferente ante el grotesco espectáculo que está presenciando y con unas inmensas ganas que se acabe esa tortura, oda al aburrimiento.

La trama argumental de la película resulta compleja y enrevesada, lo cual no significa interesante. La historia se retoma cuatro años después de los acontecimientos de Georgetown, Washington, que narraba la primera película. Regan (Linda Blair), la niña que había sufrido la posesión demoníaca se ha convertido en una joven que vive en Nueva York en vida aparentemente normal. Tiene una tutora personal (Kitty Winn) y asiste a un psiquiátrico dirigida por la doctora Tuskin (Louise Fletcher). Tuskin piensa que, a pesar de que Regan confiesa no recordar nada de lo sucedido en el pasado, sus recuerdos se encuentran reprimidos.

La otra trama argumental gira en torno al padre Lamont (Richard Burton) que iniciará una investigación ordenada por la Iglesia sobre la muerte del padre Merrin (Max Von Sydow) y si éste se convirtió en un hereje cuando practicó el exorcismo a Regan en la primera película. El padre Lamont será visto al principio como un intruso por parte de la doctora Tuskin pues piensa que su presencia no hará sino dañar a Regan. El encuentro entre el padre Lamont y Regan se producirá con la mediación de una máquina sincronizadora que hace posible que las ondas cerebrales de ambos se unan entre sí, y también, indirectamente, con las del padre Merrin y el diablo Pazuzu. El padre Lamont comprende que Pazuzu poseyó en el pasado a un niño africano llamado Kokumo. Gracias al padre Merrin el diablo abandonó el cuerpo del niño practicándole un exorcismo. Para acabar con Pazuzu y el padre Lamont irá hasta África para encontrar a Kokumo, convertido en un brujo chamán que posee el conocimiento necesario para acabar con Pazuzu que todavía se encuentra dentro de Regan. Kokumo, disfrazado de langosta, le ensaña que para vencer a Pazuzu será necesario arrancarle el corazón. Lamont despierta en un hospital donde le aseguran que sufrió un desmayo como consecuencia de una insolación mientras buscaba el paradero de Kokumo. Sin embargo, el padre Lamont pronto descubrirá que Kokumo se ha convertido en un científico que estudia cómo evitar que los enjambres de langostas ataquen los cultivos del lugar.

¿Qué nos enseña la película? Podemos concluir que Dios entrega poderes a diferentes personas que han nacido con una sensibilidad especial, como es el caso de Regan o el de Kokumo. Regan es capaz de comprender la mente de los demás a través de sus poderes telepáticos. En la película observamos como ayuda a una niña autista. Pues del mimo modo, Satanás envía a Pazuzu para poseer a los elegidos por Dios y así evitar que hagan el bien. A Se supone que todos estos poderes psíquicos un día serán compartidos por la humanidad en su totalidad.

La película fue un fracaso tanto a nivel crítico como de público, algo que no sorprende en absoluto a nadie. Su empeño es seguir explotando la historia de Regan, intentando resolver algunas dudas planteadas en la primera entrega, sin comprender que estas preguntas sin responder es lo que le otorgaba un gran misticismo a la cinta. Lo que es peor que las respuestas que plantea son más oscuras que las preguntas que teóricamente pretende contestar.

La película no gustó prácticamente a nadie, o a muy poca gente en cualquier caso. A pesar de ser una continuación de una obra famosísima del cine de terror posee una originalidad propia e independiente, lo cual en este caso no constituye ningún punto a favor. La película durante muchas fases se hace tediosa y aburrida . Apenas tiene escenas de terror y esa máquina sincronizadora que usa para investigar la mente resultaron nada creíble. El argumento, para quien logre entenderlo, resultado poco creíble dentro de lo que es la ficción de la película y se aleja sobremanera de la cinta original.

El guión de William Goodhart es confuso lleno de simbolismos y metáforas cuyo final resulta un despropósito. Es muy habitual que la crítica se cebe, a veces de forma muy injusta con películas que fueron continuaciones de grandes clásicos del cine Esto ocurrió por ejemplo con Psicosis II, notable película de terror del año 1983, dirigida por Richard Franklin y que fue tremendamente criticada en su momento únicamente por ser la continuación de Psicosis (1960)de Alfred Hitchcock. Sin embargo, a diferencia de El exorcista II, Psicosis II si que fue un tremendo éxito a nivel comercial y gustó bastante al público.

Uno de los problemas capitales de la película que nos ocupa es, como ya hemos señalado, su guión. Resulta muy pretencioso porque más que una película de terror pretende ser un tratado de teología y de metafísica. Es más, ni siquiera es una película de terror sino en todo caso un thriller de suspense e intriga. A pesar de ser una película con vocación trascendental, acaba convirtiéndose en una película hueca y pedante, además de confusa, delirante y, lo que es peor de todo, sumamente aburrida. Y éste es precisamente el gran pecado que puede cometer una película, según advertía Orson Welles: aburrir. Después del éxito de su antecesora, lo que el público en general hubiera esperado de El exorcista II era una película que siguiera al menos siguiera el estilo y espíritu de su antecesora. ¿Cómo la Warner pudo invertir un presupuesto de hasta 14 millones de dólares para una película como ésta? ¿Acaso no leyeron el guión de la película? La película tenía inicialmente todos los mimbres necesarios para haber salido un gran cesto. En el reparto se incluye actores de la talla de Richard Burton, James Earl Jones, voz de Darth Vader de La Guerra de las galaxias, Lousie Fletcher que había destacada poco antes en Alguien voló sobre el nido del cuco, además de Linda Blair, la protagonista de la película anterior. Técnicamente la película está muy conseguida y tiene escenas que resultan realmente asombrosas: el plano subjetivo de la langosta cuando vuela en búsqueda de Kokumo con movimientos imposibles de cámara, que hoy en día sólo podrían conseguirse a través del ordenador.

Además de las incoherencias con la película original, El exorcista II introduce un inverosímil sincronizador con el que hipnotizar a sus pacientes y así estudiar su mente. De este modo se accede a los recuerdos de una persona y así se reconstruye la historia del pasado. Desde un punto de vista argumental no resulta comprensible que se la película sólo se ocupe de la figura del padre Merrin y sobre su muerte y nada de la figura del padre Karras de la primera entrega, cuando éste había desempeñado un papel fundamental en la primera entrega y su muerte se produce bajo oscuras circunstancias. En cualquier caso, se trata de un olvido, ya sea intencionado o no, imperdonable, además de ilógica.

Otro error de la película es que su banda sonora prescinde del tema principal de la película anterior firmada por Mike Oldfield que constituía la señal de identidad de la película, como otras tantas melodías de la historia del cine como Psicosis, Tiburón, Superman o La noche de Halloween. La banda sonora está firmada por Ennio Morricone esta vez, con una partitura de gran belleza y sensibilidad, pero poco apropiado para una cinta de terror.

El guión de la película fue sometida a constantes reescrituras por parte del propio Boorman a lo largo de la filmación. Hay en la película dos historias que se entrecruzan, una que cuenta la historia de Regan y otra que se desarrolla en África con la historia de Kokumo y el demonio Pazuzu, siendo ésta de mayor interés, al menos para el que esto escribe, fundamentalmente por su aspectos técnicos, fotografía, bellos planos, algunos casi imposibles y surrealismo. La subtrama africana protagonizada por el padre Lamont podría adscribirse fácilmente a la parte más genuinamente John Boorman del El exorcista el hereje. Está rodada con grandes dosis de imaginación audiovisual y John Boorman es capaz de construir una atmósfera malsana, tribal, creando interesantes paralelismos entre insectos y demonios. La plaga de langostas servirá de excusa para colocar la cámara en el aire e introducir planos subjetivos en secuencias de gran belleza visual. Es en esta parte donde John Boorman plasma en la pantalla todo el talento visual y formal creando una ambientación absorbente, a la vez de inquietante con el que introduce al espectador en un estado de ensoñación.

Es en el relato central protagonizado por Regan donde más reminiscencias a la película de William Friedkin podemos encontrar. Una secuencia sumamente inquietante es la sesión con el sincronizador en la que el padre Lamont es capaz de asistir al exorcismo al que Merrin sometió a Regan. La película se hace confusa a partir de este momento: hay momentos que no se distinguen entre el pasado y el presente: los acontecimientos del pasado se confunden con los del presente no sólo los relativos al exorcismo practicado a Regan sino a las vivencias de Merrin en África.

El exorcista: el hereje fue a todas luces un proyecto suicida, no solo por alejarse del tono y el mensaje de su predecesora sino también porque en ella John Boorman pretendió crear una película muy personal, como si fuera de autor, a la vez de comercial. Respecto a lo poco que podemos destacar de la película es la estupenda ambientación africana con cierto carácter pesadillesco y onírico. En contra, todo lo demás, una película altamente pretenciosa, un guión mal hilvanado, una narración torpe y confusa. Ninguna de las continuaciones de El exorcista estuvo ciertamente a la altura de la original y su única razón de ser fue el dinero. Todas estas continuaciones tuvieron importantes problemas a la hora de llevarlos a cabo. Con el paso del tiempo El exorcista II contaría con diferentes valedores como fue el caso de Martin Scorsese. En definitiva, una película que hoy en día podrá ser vista como una auténtica rareza dentro del cine de terror y cuyo visionado decepcionará a los seguidores de la película original.

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