viernes, 17 de julio de 2020

Hacia la Fenomenología de Husserl: algunos presupuestos de su pensamiento.

Edmund Husserl (1859-1958).
La filosofía trascendental moderna es un método filosófico fundado por Kant, aunque no reducible a él, cuyo objetivo es indagar los objetos tomando como hilo conductor al sujeto cognoscente y a sus modos propios y constitutivos de conocer. A diferencia de cómo era entendido lo trascendental en la Antigüedad y Edad Media con autores como Platón, Aristóteles, Proclo, Boecio o Tomás de Aquino con un sentido metafísico como propiedades de la propia realidad, Kant lo interpretará desde un a perspectiva gnoseológica.
El método trascendental kantiano se enfrenta al realismo ingenuo que había imperado en la filosofía anterior que concebía el conocimiento como la adecuación de un sujeto al objeto, de modo que cuanto mayor sea esa adecuación mayor sería el conocimiento que se tendría de la realidad. Este realismo ingenuo cimentó en dos principios fundamentales: en primer lugar se partía de la creencia de que había una similitud o analogía estructural entre el objeto y el sujeto cognoscente, pues si éste no fuera el caso, no sería posible el conocimiento; en segundo lugar se partía de una concepción figurativa o pictórica del conocimiento en la medida en que el sujeto debía reflejar el objeto del mejor modo posible.
Así, la filosofía transcendental kantiana invierte esa relación entre sujeto y objeto: no será el sujeto el que se tenga que adecuar al objeto, sino justamente al contrario, el objeto ha de adecuarse al sujeto. Kant en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura lo llamará giro copernicano del conocimiento y explicará que las matemáticas y la física se convirtieron en ciencias de pleno derecho desde el momento en que el sujeto cognoscente junto a sus elementos a priori asumieron el protagonismo del conocimiento. Así, tanto la matemática como la física se convirtieron en ciencias de pleno pues el sujeto cognoscente pasa a desarrollar un papel activo, ya no tanto receptivo, tal y como había ocurrido antes. Por supuesto que sigue existiendo receptividad en la medida en que Kant considera que el origen del conocimiento se encuentra en la experiencia. Pero no todo se reduce a experiencia. En contraposición, la metafísica no ha encontrado todavía el seguro camino de la ciencia sino que ha errado su trayectoria desde el principio y eso a pesar de que los asuntos de los que se ocupa suscitan el mayor interés del conocimiento humano. Por ello, en su obra Crítica de la razón pura Kant desarrolla un estudio crítico de la razón con la pretensión de establecer qué podemos conocer y hasta qué límite.
El conocimiento que podamos alcanzar, según Kant, no se refiere a la realidad en sentido propio, a lo que él denomina como cosa en sí sino al fenómeno que es el modo en que se nos aparece la realidad. Kant en su Crítica de la razón pura realiza una crítica del conocimiento adoptando la perspectiva del sujeto y no tanto del objeto. El sujeto conoce objetos y no cosas en sí. ¿Qué función tiene la cosa en sí en el contexto de la filosofía kantiana? En primer lugar tiene una función estratégica para oponerse a lo que él llama racionalismo dogmático y que él identificaba fundamentalmente con Leibniz y Wolff. Frente al convencimiento del que partía este racionalismo dogmático de alcanzar un conocimiento total de la realidad, Kant se opondrá a ello estableciendo, asumiendo la gnoseología de los límites de Locke, que nuestro conocimiento sólo puede partir de los fenómenos en la medida en que se nos dan a través de la experiencia. Todo intento de ir más allá del fenómeno y pretender conocer la realidad en sí estará destinado al fracaso. La influencia del escepticismo de Hume resulta esencial para la comprensión del pensamiento kantiano. Pero frente al escepticismo de Hume que establecía la imposibilidad de alcanzar un conocimiento certero sobre nada, desembocando en consecuencia en una concepción escéptica del conocimiento, Kant establece que es posible desarrollar un conocimiento científico y, en consecuencia, universal y necesario de los fenómenos. Los fenómenos que se nos dan a través de la experiencia, es fruto de la síntesis entre lo dado por las intuiciones empíricas y lo puesto por el sujeto a través de las intuiciones puras, que él identifica con el espacio y el tiempo. Por tanto, el fenómeno dado al sujeto cognoscente es el aparecer de la realidad según el modo propio del sujeto, pero no es la realidad misma.
Sin embargo, el modo en que se expresa Kant en la obra de Prolegómenos a toda metafísica futura que quiera presentarse como ciencia del año 1783, puede dar lugar a equívocos. Kant afirma que el fenómeno es el modo en que se nos aparece la realidad porque la misma es la causa de dicho fenómeno, parece que entra en contradicción con los presupuestos de su propia filosofía que había desarrollado en la Crítica de la razón pura. Es manifiesto que Kant defendía una cierta postura realista, al igual que otros autores como Descartes, pero no se trata de conocer la realidad en sí misma. Para Descartes, conocer era tener ideas y éstas reflejan la realidad gracias a la garantía omnibondadosa que sería Dios. Kant, siguiendo al empirismo, considera que el origen de todo conocimiento se encuentra en la experiencia. Para que se produzca un conocimiento objetivo es necesario que lo dado por la experiencia se sintetice con las formas a priori del sujeto. Por tanto, como el conocimiento es una combinación por lo dado por la experiencia y lo puesto por el sujeto, no conocemos la realidad en sí, sino, más bien, conocemos nuestro modo de interpretar de la realidad. Es difícil definir la filosofía mediante conceptos estáticos, y más en el caso de la filosofía kantiana que siempre se movió entre realismo e idealismo. Dependiendo de a cuál de estos elementos preste mayor atención el intérprete se podría acentuar el realismo o el idealismo, pero siempre desde el punto de vista crítico. Sin embargo, el planteamiento kantiano sobre el conocimiento siempre se ha definido como un Idealismo crítico: podemos pensar ideas pero las ideas no son inútiles para la ciencia sino que desempeña una función regulativa y orientativa para el quehacer científico. Será en el uso práctico de la razón donde el pensamiento encuentre su máxima realización mediante los postulados de la razón práctica.

El Idealismo Alemán continuó profundizando este camino que abrió Kant, aunque desarrollando la filosofía más allá de los estrictos límites que señaló el propio Kant. Sus representantes fueron deudores del planteamiento kantiano en cuanto al punto de partida de sus respectivos proyectos filosóficos pero acentuaron su reflexión desde el lado del sujeto. No asumieron las dicotomías en los que acabó derivando la filosofía kantiana entre uso teórico y uso práctico de la razón, fenómeno y cosa en sí, etc. Fichte desarrolló un tipo de Idealismo Subjetivo, inaugura una concepción dialéctica de la realidad, que habitualmente se le atribuye a Hegel y no a él. Fichte afirma que la realidad es un producto del sujeto cognoscente y que los objetos no pueden existir con independencia del sujeto que percibe. Schelling desarrolla un tipo de Idealismo Objetivo donde considera que tanto objeto como sujeto se identifican con el absoluto. Finalmente Hegel, que desarrollo un Idealismo Absoluto, radicalizando la importancia del sujeto hasta el punto de afirmar de que, en último término, la realidad es puesta por el propio sujeto mediante la actividad de su pensamiento. Hegel desarrolló una afirmación en su obra Principios de filosofía del Derecho que se convirtió en icónica: Todo lo racional es real, todo lo real es racional. Kant había desarrollado una delimitación entre conocer y pensar y había señalado respecto al primero qué se podía conocer y hasta cuándo. Respecto al pensar, había señalado que podía ir más allá del conocimiento teórico. Todo ello lo desarrolla a propósito de la cuestión del noúmeno como aquello que es objeto de pensamiento solamente: que no sea objeto de conocimiento no implicaba que no pudiera ser pensado. A diferencia del conocimiento donde Kant desarrolló un estudio crítico, no hace lo mismo con el pensamiento. Y esto es lo que desarrollará justamente Hegel fundando un método dialéctico tanto de la realidad como del conocimiento. La realidad posee en su desarrollo una estructura tripartita, basado en la afirmación de la realidad, en su negación posterior para, posteriormente llegar a una situación de síntesis de los dos momentos previos. Se trata de una concepción teleológica hacia un nivel superior a la realidad. Desde el punto de vista del conocimiento, como es produce una identificación entre realidad y racionalidad, esta concepción triádica se traduce a partir del tránsito entre el conocimiento y el pensamiento. El entendimiento nos permite conocer la realidad en sus momentos aislados y fragmentados y sólo a través del pensamiento podemos alcanzar una síntesis en la que esos elementos  pueden aglutinarse en una realidad superior.
Más allá del Idealismo Alemán encontramos a un autor fundamental para el surgimiento y posterior desarrollo tanto de la fenomenología de Edmund Husserl, como de la filosofía de Meinong que, a su vez, fue el precedente fundamental de toda la Filosofía Analítica que acabó por desarrollarse en el siglo XX. Su nombre era Franz Brentano que acuñó un concepto fundamental como fue el de intencionalidad: la conciencia se define como apertura hacia la realidad y la realidad se nos presenta como una imagen mental distinta a la misma realidad. La intencionalidad será reformulada por Husserl y sobre ella articulará toda su filosofía fenomenológica. Meinong asumirá esta intencionalidad, pero mientras que Husserl se orientará hacia el sujeto, Meinong estudiará la entidad de los objetos abstractos como los lógicos y matemáticos, afirmando su existencia. A partir de Meinong se desarrollará la filosofía de Frege, Russell y tantos otros.
La fenomenología fundada por Husserl puede definirse como el método filosófico que se ocupa de los fenómenos y de su aparecer a una conciencial. Husserl desarrolló un planteamiento psicologista de las matemáticas en su obra Filosofía de la aritmética afirmando que la fundamentación última de esta ciencia descansaba en el propio sujeto y en sus mecanismos mentales. Esta obra fue fuertemente criticada por el antipsicologista Frege y esto constituyó la clave que hizo posible la evolución intelectual de Husserl hacia la fenomenología. En primer lugar, dirige sus críticas a las filosofías positivistas que a lo largo del siglo XIX tuvieron un gran desarrollo a partir de la aparición de nuevas ciencias como la biología, la geología o la psicología.. Esta confianza hacia el poder explicativo de la ciencia vino acompañado, a su vez, de una merma de la reflexión filosófica. En este sentido, siguiendo el mismo ejemplo de Descartes, Husserl pretende fundamentar la ciencia de un modo filosófico. El gran mal que asola  al positivismo es lo que Husserl llama actitud natural: es aquella actitud que afirma la existencia del mundo, olvidando la co-presencia del sujeto. El mundo que nos rodea existe de suyo, con independencia de que este sujeto lo capte o no. Ante esta actitud sesgada e insuficiente de la realidad levantará Husserl el edificio de la fenomenología con la que pretende estudiar la realidad desde una perspectiva totalizadora y donde se afirme que el fundamento de la misma sea la conciencia. Desde el punto de vista de la lógica y las matemáticas el positivismo había desembocado en un psicologismo, del que ya formó parte Husserl inicialmente, como hemos señalado antes, en la Filosofía de la Aritmética. La fenomenología, tal como lo entiende Husserl, es aquella disciplina que se ocupa del fenómeno dado a la conciencia con puesta entre paréntesis o epojé fenomenológica de aquello que carezca de fundamentación fenomenológica. El fenómeno es lo dado a la conciencia de modo originario y es un fundamento de derecho de todo conocimiento. Una vez que el fenomenólogo aplica la epojé fenomenológica, tenemos la reducción fenomenológica, que no debe ser entendida en términos de acotación sino en términos de reconducción de la totalidad al fenómeno. No se trata tanto de una reducción como limitación, de modo que habría que distinguir entre el fenómeno y el no fenómeno, sino de una reconducción de la totalidad al fenómeno. La epojé fenomenológica consistirá en la puesta entre paréntesis de la cosa en sí y en la reducción fenomenológica en tanto reconducción al fenómeno. De este modo ya tendríamos el acoplamiento entre el campo de fenomenalidad y la capacidad constituyente de la conciencia. En su obra Ideas relativas a una fenomenología pura y a una filosofía fenoménica publicada en 1913, desarrolla el llamado Principio de todos los principios: aquello que se nos brinda originariamente en la conciencia constituye un fundamento de derecho del conocimiento, pero hay que tomarlo tal como se da y dentro de los límites en los que se da. Para dar cuenta de este primer principio fenomenológico considera que el rasgo más definitorio de la conciencia, siguiendo es esto a su maestro Franz Brentano es la intencionalidad. Lo que define a la conciencia es la apertura de modo que toda conciencia sale de sí hacia algo-otro-que-ella, pero sin abandonarse. Brentano que afirmaba que aquello a lo que apuntaba la conciencia es una imagen mental y esto provoca una escisión entre la realidad y la imagen mental. La conciencia opera de un modo inmanente y trascendente. La conciencia se caracteriza por salir fuera de sí, a algo que es trascendente, otro de la conciencia. Pero, por otra parte, ese otro de la conciencia se da en un acto de tener conciencia, es decir, se da en la inmanencia del ser consciente-de. Husserl supera a su maestro afirmando que el objeto intencional al que apunta la conciencia es existencialmente neutro. Precisaremos qué entiende  Husserl por noesis y noema. La noesis es el acto en virtud del cual el objeto intencional se da a la conciencia, mientras que el noema es aquello a lo que apunta nuestra conciencia. Cuando vemos un reloj o imaginamos un centauro, en ambos casos nuestra conciencia se abre a un objeto intencional, el objeto mismo y no a una imagen. Desde la actitud natural se afirmaba la existencia del mundo más allá del sujeto y esto conducía a la necesaria conclusión de que la percepción gozaba de una especial preferencia pues a través de ellas se confirmaría que un objeto externo está dotado de existencia. Sin embargo, para Husserl, el objeto intencional, el noema es existencialmente neutro de modo que la fenomenología crítica a toda actitud que parta de la afirmación del mundo como un principio incuestionable. La actitud natural a la que se aferra buena parte de la tradición filosófica considera que el reloj que vemos tiene un valor ontológico que el centauro que imaginamos pues en el primer caso nuestra conciencia se abre a un objeto corpóreo y existente mientras que en el segundo caso el centauro es un ser inexistente y que para ser necesite de un sujeto que la imagine. Sin embargo este planteamiento que deriva de la actitud natural es erróneo. En ambos casos, nos señala Husserl, la conciencia sale de sí y trasciende hacia algo-otro-que-ella. En un caso se basa en la percepción y en el otro la imaginación. Esto es porque el objeto intencional dado a la conciencia es existencialmente neutro y por ello la conciencia se siente tan cómoda operando tanto con la imaginación como con la visión. Tanto en el caso del objeto percibido como del imaginado, el objeto intencional se define por la alteridad respecto a la conciencia.
El fenómeno es lo que aparece a una conciencia, a un sujeto consciente, con la puesta entre paréntesis o suspensión de juicio respecto a lo que no se nos da a la conciencia. Y esto afecta a la existencia del mundo más allá del sujeto. El mundo no existe sino a través de su aparecer en cuanto tal. El fenómeno dado a la conciencia es la cosa misma que aparece a la una conciencia y eso no es una imagen que simplemente parece. La epojé fenomenológica consiste en hacer caso omiso a aquello que no parta de los datos originarios de la conciencia, que no respete el llamado principio de todos los principios de la fenomenología.
La primera puesta entre paréntesis, la primera epojé que debe practicar la fenomenología es el de la cosa en sí kantiana como lo que está más allá del fenómeno. La cosa en sí no será negada sino que simplemente se hará caso omiso de ella, absteniéndonos del juicio sobre su posible existencia o no. A través de esta epojé se podrá captar el sentido profundo del fenómeno con todo su peso ontológico. Desde este punto de vista cobraría absoluto sentido la afirmación de Sartre en El ser y la nada de que la fenomenología había acabado con la ilusión de los transmundos.
     La fenomenología estudia los fenómenos a partir de su vínculo con la conciencia. Es lo que denomina el apriori de correlación que constituye el enlace necesario entre conciencia y mundo pues no puede concebirse ninguno de estos elementos de manera separada. Tendrá una primera aproximación en el Principio supremo de los juicios sintéticos de Kant que enlazaba las condiciones de posibilidad de la experiencia con los objetos de la experiencia: las condiciones de posibilidad de la experiencia constituyen a los objetos de la experiencia que a su vez las legitiman. Se establece, desde el punto de vista de la filosofía Kantiana, una circularidad trascendental entre objeto y sujeto. Por tanto, mientras que el Principio supremo kantiano enlazaba sujeto y objeto, el apriori de correlación de Husserl enlazará subjetividad y mundo, conciencia y mundo.  ¿En qué medida Husserl supera a Kant? En la filosofía trascendental kantiana, el fenómeno se encontraba sometida a una doble relatividad: por una parte la cosa en sí, que era incognoscible, estaba más allá del fenómeno, y, por otra parte, del sujeto cognoscente. La fenomenología prescinde de su relatividad respecto a la cosa en sí, pues ésta no se nos da en la conciencia, quedándose con la relatividad que es la que apela al sujeto, pues es el sujeto el que dota de sentido al mundo. La cosa en sí queda entre paréntesis, no se pronuncia acerca de su existencia o no, pues no es experiencialmente relevante. He aquí una distinción: no es lo mismo negar su existencia que abstenerse de juzgar en torno a una presunta cosa en sí más allá del fenómeno. Como la verdad en fenomenología es lo que se da en la propia experiencia de sujeto cognoscente, al poner entre paréntesis a la cosa en sí, sólo nos queda la relación entre el aparecer y el sujeto, y se desconecta a la cosa en sí, como lo que está más allá del fenómeno, del sujeto, del aparecer. El fenómeno ya no parece sino que aparece en todo su apogeo a la conciencia. Así se produce un acoplamiento total y absoluto entre conciencia y mundo, manifestándose el fenómeno en todo su peso ontológico. Ésta es la primera epojé que debe realizarse desde la fenomenología, como hemos señalado más arriba, para captar el significado del fenómeno en el sentido fenomenológico del término. Si no ponemos a la cosa en sí entre paréntesis, parece que el fenómeno es deudor de una presunta e hipotética cosa en sí. Si no prescindiéramos de la cosa en sí el aparecer del fenómeno perderá peso ontológico, quedando reducido a mero parecer. Si no hay cosa en sí del fenómeno, la fenomenología se convierte en ontología: únicamente alcanzamos el valor ontológico de la cosa misma una vez que hayamos puesto entre paréntesis la cosa en sí.
     Otra de las diferencias importantes entre la Filosofía trascendental de Kant y la de Husserl se encuentra en que el primero toma como modelo de objetividad la ciencia de su tiempo, es decir, la ciencia de Newton de  y la fenomenología recurre al mundo de la vida, a la doxa mundana-vital. Esto resulta muy relevante para la fenomenología pues se abre por completo el campo de la conciencia de modo máximo. Esta conciencia, tal como lo piensa Husserl, al haber puesto entre paréntesis la cosa en sí y haber reivindicado el peso ontológico del fenómeno, es una conciencia trascendedora. Podemos hacer fenomenología no sólo con la ley de gravedad de Newton, por ejemplo, sino también sobre un sentimiento. Desde esta perspectiva fenomenológica, la objetividad ya no es patrimonio exclusivo de la ciencia sino que en la correlación conciencia y mundo ya estamos abiertos a campos de apertura que van más allá de la objetividad de la propia ciencia.