viernes, 17 de abril de 2020

La inteligencia emocional según Daniel Goleman.

Daniel Goleman.
La mayoría de las personas entienden que el éxito en la vida depende del coeficiente intelectual, es decir, cuando más racionales seamos más felices seremos. Aristóteles ya nos definía como animal racional, como si la dimensión afectiva y emocional fuera algo muy secundario en la definición de nuestro ser. ¿Hasta qué punto es esto verdad?
Las emociones y afectos inciden esencialmente en cualquier tipo de decisiones que podamos llevar a cabo porque no solamente somos racionales. El dominio de la inteligencia emocional es imprescindible para desarrollarnos como personas en su sentido pleno. Sólo así será uno capaz de mejorar nuestras relaciones sociales, realización profesional y bienestar físico en su máximo apogeo. La inteligencia emocional es una capacidad que todo ser humano posee y puede desarrollar con esfuerzo y disciplina. El ser humano es una realidad que hay que entender como una totalidad donde su dimensión afectiva y racional interaccionan de manera inevitable. Cuando enfermamos, nos resulta complicado pensar porque la parte corporal afecta a la parte mental. Igualmente cuando estamos tristes o estamos deprimidos acaba provocando efectos a nivel corporal.
Autores como Howard Gardner estudiaron a las personas con éxito en los diversos ámbitos profesionales. Todas ellas tienen en común el desarrollo de la inteligencia emocional. Son personas que se relacionan muy bien con ellas mismas y con los demás. Gardner desarrollaría la teoría de las inteligencias múltiples que enseña que no existe un único tipo de inteligencia que determine por completo nuestro proyecto vital sino que hay un conjunto amplio de disciplinas tan dispares como la inteligencia lógica-matemática, la lingüística, la naturalista o la musical. Concretamente, la inteligencia emocional puede entenderse como la suma de la inteligencia intrapersonal (consiste en ser dueño de las emociones de uno mismo) y la interpersonal (que consiste en discernir y en responder convenientemente en las relaciones con los demás.). Todo ello ha de contribuir a maximizar nuestra calidad de vida a todos los niveles. Esta tarea no corresponde solamente a la lógica-matemática pues que ésta por sí sola no puede elegir aspectos tan determinantes como qué actividad laboral desempeñar o con quién se inicia una relación efectiva. Sabemos que aquellas personas que más han destacado en el instituto o en la facultad no son necesariamente exitosos ni más felices o productivos en comparación con los que no destacaron por encima de la media.
¿Es la inteligencia emocional más importante que la racional? No podemos llegar a esa conclusión pues ambas son instancias que se encuentran en una permanente relación de retroalimentación. La inteligencia racional es aquélla que adquirimos desde nuestra minoría de edad en las escuelas y se relaciona con el cálculo, el razonamiento, la memoria, la agilidad mental o conocimientos generales. Pero aún siendo necesaria, este tipo de inteligencia no nos va a permitir de manera exclusiva ser una persona feliz o exitosa. La inteligencia emocional, por su parte, tiene una serie de componentes que resultan básicos que se pueden ir adquiriendo mediante disciplina y voluntad.
Las emociones revelan mucho de nuestra personalidad y su conocimiento hace que seamos personas más conscientes de nosotros mismos. Justamente, una de sus funciones más importantes es su valor de señal. Si prestamos atención a la posición, los rasgos o expresiones faciales, el lenguaje de los gestos y la expresión vocal de quienes nos rodean podemos acceder a sus estados emocionales. Pero también cumplen una función adaptativa en la medida que motiva al organismo a desarrollar conductas que contribuyen a su supervivencia.
La psicología humanista de Carl Rogers y Abraham Maslow ya consideraba que el ser humano es valioso por sí mismo, constructivo y digno de confianza, experimenta de manera subjetiva pues no hay una única verdad. La motivación máxima es la autorrealización, que somos capaces de elegir libremente. Queremos desarrollar nuestro potencial y talento. ¿Cómo sería una educación basado en un modelo cuyo fin sería alcanzar la excelencia de cada persona? Sin lugar a dudas sería mucho más estimulante. Desarrollaríamos de manera plena todo aquello que somos sin que permitamos que nuestras emociones dirijan nuestras decisiones. Cuando tomamos decisiones, es manifiesto que nuestros valores y nuestras creencias acaban influyendo inevitablemente en aquellas decisiones que tomemos.
Peter Salovey y John Mayer comienzan a estudiar y señalaron una serie de competencias que daban bienestar y éxito a las personas. Daniel Goleman, que se encargaría de popularizar el término de inteligencia emocional, recoge toda esta información en una conocidísima obra llamada Inteligencia Emocional.
¿Qué es la inteligencia emocional? Más allá de lo que puedan medir los tests, existe una inteligencia práctica, más intuitiva y vinculada a reacciones emotivas y no al coeficiente intelectual. La inteligencia emocional implica que, entre todas las respuestas emocionales que se encuentran a disposición del individuo se elija la más apropiada en relación al estímulo externo en cuestión, es decir, la más adaptativa.
La primera parte del libro Inteligencia Emocional trata sobre los descubrimientos realizados en torno a la estructura del cerebro aportando una explicación a esas situaciones en las que aparentemente nuestra razón queda superada y rebasada por las emociones adversas. Tenemos que lidiar con las emociones de manera inevitable pues el ser humano, lo quiera o no, está programado para actuar en base a sus emociones.
La teoría de los tres cerebros de Paul MacLean, sostiene que el cerebro es un órgano sumamente complejo que se divide en varias regiones con sus propias lógicas de funcionamiento y que desempeñan funciones específicas. Sin embargo, la neurociencia y la biología evolutiva entienden hoy en día que no importante tanto las actividades concretas que realiza cada una de estas partes por sí solas sino cómo están interconectadas para trabajar en conjunto y en tiempo real.
El sistema reptiliano es el tallo encefálico y es una zona del sistema nervioso que se encarga de poner en marcha pautas o patrones que están  programados de forma genética ante un estímulo determinado. Controla tipos de conductas muy simples e instintivos para garantiza la supervivencia básica: agresividad, dominación, territorialidad o miedo. Son conductas predecibles que el ser humano tiene en común con animales vertebrados. Los centros más antiguos de la vida emocional parten del lóbulo olfatorio. El olfato era para nuestros ancestros un órgano sensorial sumamente importante para su supervivencia pues es el criterio utilizado para elegir alimentos y pareja.
El sistema límbico permitió añadir dos instrumentos fundamentales como son el aprendizaje y la memoria. Se ocupa de la aparición de las emociones asociadas a cada una de las experiencias que vivimos: la evasión de sensaciones desagradables como el dolor y la atracción hacia emociones agradables como el placer. Por ejemplo, cuando una persona asiste por primera vez a un dentista puede establece un nexo de unión entre dentista y dolor y que se guardará en el hipocampo.
Por último, pero no menos importante, el sistema cortical o neocórtex es el responsable del pensamiento avanzado, la razón, el habla, la planificación, la abstracción, la percepción, comprender lo que nos sucede, coordinar los movimientos y lo que en general se denomina funciones superiores.  
El hecho de que la parte emocional de nuestro cerebro sea muy anterior a la parte racional pone de manifiesto la importancia de las relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.  No podemos elegir libremente cuál de estos tres ámbitos se activa.
¿El cerebro racional delega en el emocional en ciertas ocasiones? Si. El sistema límbico puede llegar a tomar decisiones antes incluso de que la parte racional del cerebro sepa con claridad lo que está sucediendo.  Cuando nos percatamos de un estímulo externo, el cerebro activa en los 200 primeros milisegundos tanto el sistema límbico como el reptiliano mediante una serie de neurotransmisores que dan lugar a la composición global de nuestra forma de procesar. A continuación el sistema cortical se activa a los 800 milisegundos. La amígdala se encuentra en el sistema límbico y constituye un sistema de vigilancia  pues se encarga de activar la secreción de noradrenalina, una hormona que pone al cerebro en estado de alerta. Esto significa que la amígdala puede comenzar a responder antes de que el neocórtex pondere la información y elabore una respuesta.  Tradicionalmente se había considerado que era el noecórtex el que enviaba señales al sistema límbico y de ahí al resto del cuerpo. Si el individuo tiene la capacidad para frenar este impulso emocional mediante una sustitución emocional más adecuada para la situación, entonces actuará en base a lo que quiere de manera consciente. En caso contrario, si el sujeto no ha logrado activar la cognición o lo ha activado muy poco para resolver el problema, las emociones se apoderarán de él para tomar las decisiones. Cuanto más intensa sea una emoción o menos entrenado esté el sujeto, más poder ejercerá ésta sobre nuestra mente ya que la parte emocional, tanto límbica como reptiliana , es susceptible de ser asaltada para dar una respuesta intuitiva y veloz antes de que la parte racional se pare a pensar sobre si la acción está bien o mal.
La parte racional y emocional de nuestro cerebro trabajan simultáneamente, requieren de una participación conjunta. Si las emociones dominan a la voluntad, el neocórtex justifica lo que el sistema reptiliano y límbico ya han decidido. De lo contrario, el neocórtex transforma una vieja sensación otra nueva pero no la elimina.
La segunda parte del libro Inteligencia Emocional desarrolla los componentes fundamentales de la inteligencia emocional. La inteligencia emocional es la capacidad para percibir las emociones propias y las de los demás y distinguir entre ellos. De este modo podemos servirnos de esa información para hallar el pensamiento de uno mismo. Sin embargo, en la práctica no es nada sencillo pues no siempre nos tomamos nuestro tiempo para identificar esa emoción que nos pueda afectar ni nos esforzamos para poder ejercer un control sobre él.
Hay cinco esferas o competencias que aglutinan a toda la inteligencia emocional: autoconocimiento, autorregulación (la forma en que gestionamos y regulamos nuestras emociones), automotivación (fuentes y actitudes internas que nos va a permitir automotivarnos), que corresponderían a la inteligencia interpersonal o la relación que uno tiene con uno mismo; la empatía (capacidad para identificar las emociones de los demás)y el manejo de las relaciones sociales, pertenecen a la esfera de la inteligencia interpersonal o relación con los demás.
¿Qué es lo que define a una persona que sea emocionalmente inteligente?
Las dos primeras facultades, el autoconocimiento y el manejo emocional se encuentran íntimamente relacionadas. De hecho, hay autores que agrupan ambos términos en una sola palabra: metacognición. La metacognición es la capacidad para conocerse uno mismo e interpretar las emociones para actuar correctamente.

La autoconciencia es la toma de conciencia acerca de nuestro estado anímico y de nuestros pensamientos acerca de ese estado anímico, es decir, la habilidad para reconocer nuestras propias emociones. Somos seres emocionales desde que nacemos, y no solo estrictamente racionales. Cuando somos pequeños y sentíamos un malestar llorábamos para informar de nuestra situación a los que nos rodeaban. Si no sabemos reconocer estas emociones sino que las reprimimos enfermaremos de manera inevitable: problemas digestivos, insonmio… Saber reconocer una emoción en cuanto aparece es fundamental para la introspección psicológica y la comprensión de uno mismo. Nos permite tomar decisiones personales con acierto y dirigir nuestra propia vida. Cuando al modo socrático somos capaces de conocernos a nosotros mismos tenemos mucha más capacidad para desarrollar el potencial o talento que tenemos de manera natural.  
Las emociones, a diferencia de los sentimientos, son instantáneas, no se puede controlar, pues ocurren de manera automática a partir de un estímulo.  Una emoción nos avisa de cosas que nos está afectando desde el exterior, por ejemplo, cuando nos asalta el miedo ante una situación concreta de la vida.
Hay que diferenciar entre una emoción y un sentimiento. De manera intuitiva, la diferencia entre emoción y sentimiento es precisamente el tiempo: la emoción es inmediata y el sentimiento puede prolongarse indefinidamente en el tiempo. Por ejemplo, la emoción de tristeza si persiste en el tiempo entonces se transformará en un sentimiento de melancolía o de depresión. El sentimiento que posee una persona es una construcción que se deriva de nuestro modo de interpretar la realidad.
Tras reconocer y clasificar las emociones que podamos sentir, la clave es controlar esos impulsos viscerales que pudieran dar lugar una respuesta demasiada precipitada o que imposibilite la actuación. Esto se llama es el manejo emocional: la capacidad para controlar las propias emociones. Una persona emocionalmente inteligente sabe controlar su irritabilidad, su ansiedad, sabe relajarse o que la tristeza no le envuelva de manera permanente. Son capacidades que nos ayudan a superar momentos y circunstancias difíciles en la vida.  Hay que reaccionar con determinación, templanza y sobriedad, no juzgar de antemano los hechos a partir de lo que sentimos inmediatamente. Hay hijos muy diferentes que han sido criados por los mismos padres. Una persona enfadada puede reaccionar con violencia en su relación con los demás. A través de la inteligencia emocional podemos actuar de manera adecuada en situaciones que podrían sobrepasarnos. Tanto retroalimentar as emociones en exceso como ignorarlas por completo son dos escenarios que hay que evitar a toda costa.  Como dice Aristóteles la clave consiste en utilizar las emociones según las circunstancias. No podemos elegir las emociones pero sí el modo en que interpretamos eso que sentimos. El problema no es tanto la naturaleza de la emoción sino el control que podamos ejercer sobre las mismas. En sentido propio no hay emociones positivas o negativas sino emociones bien o mal gestionadas. Unas veces la mejor manera de gestionar una emoción es contemplándola simplemente porque son temporales, no permanecen de manera infinita. Una misma situación concreta puede tener varias soluciones válidas. No hay respuestas universales sino que el sujeto ha de ser creativo. El miedo es una emoción que surge a partir de la desproporción existente entre los recursos que tenemos y la situación en la que nos encontramos. Un alumno que tiene que informar  a sus padres sobre sus nefastas notas, seguramente le asaltará el miedo. La respuesta automática ante el miedo es doble: o nos paralizamos o nos movilizamos. Sin embargo, si ese alumno está entrenado en inteligencia emocional seguramente sabrá afrontar  con éxito la situación: sabrá reconocer ante sus padres no haber trabajado lo necesario, planteará distintas soluciones para superar la situación…  El enfado nos lleva al ataque o a la defensa. Nos enfadamos cuando entendemos que nuestros derechos han sido vulnerados. El enfado conlleva muchas reacciones. Por ejemplo, cuando el estudiante entiende que la nota obtenida en el examen no corresponde con nuestro mérito. Si tenemos inteligencia emocional reconocemos nuestro enfado, nos tranquilizamos, respiramos. Nos hablamos interiormente tratando de convencernos de que la situación no es tan negativa como pensábamos inicialmente.  La tristeza nos prepara para superar una ausencia. Nos entristecemos ante algún tipo de pérdida: puede aparecer ante la pérdida de un ser querido, la pérdida de una pareja, la pérdida del trabajo… La gente siempre nos aconseja que no lloremos. Pero realmente, si una persona está triste porque está atravesando un momento de pérdida es necesario que llore. Ese desahogo mediante el lloro ayuda al cuerpo. Eso es inteligencia emocional y esta tristeza nos está ayudando para superar esa situación. 
La automotivación es la capacidad para utilizar nuestras propias emociones para conseguir la meta que deseamos. Esta habilidad es crucial para obtener un alto rendimiento en tareas que exigen mucho empeño y sacrificio. No llegaremos a ningún sitio sin entusiasmo, optimismo o perseverancia. Aplazar una gratificación, mantener la atención y la conducta hacia una dirección, subordinando la vida emocional a un objetivo, mejora nuestro rendimiento y eficacia. De acuerdo con lo que afirmamos más arriba, aquellas personas que tienen autoncontrol poseen igualmente la capacidad para posponer la gratificación a corto plazo. Una persona que comprenda que lo mejor llega después del esfuerzo, no antes o ahora, tiene las bases de la motivación asentadas. Son capaces de postergar una gratificación o un momento placentero gozan de una mayor salud, disponen de un mayor equilibrio emocional o calificaciones más altas en comparación con aquéllos que no se pueden contener. Por ello, tener una autoestima saludable implica sentirnos bien con nosotros mismos y poder establecer relaciones buenas con los demás. Una persona con una baja autoestima ante un fracaso se hunde. La inteligencia emocional nos enseña que vivamos ese fracaso, y después empecemos otra vez pero con fuerza y confianza.
Otro elemento de la inteligencia emocional es la empatía: es el reconocimiento de las emociones ajenas, el ser capaces de ponernos en el lugar de los demás. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro para comprender lo que siente. Pero no se trata simplemente de identificar las emociones ajenas de forma analítica y objetiva sino que también hay que ponerse en su lugar para comprender por qué siente lo que siente.  La capacidad para ponerse en el lugar de los demás no significa que tengamos que compartir sus opiniones, ni estar de acuerdo con su manera de vivir e interpretar la realidad o asumir sus problemas. Si nuestro compañero de trabajo es habitualmente una persona alegre y hoy viene cabizbajo, una persona empática le preguntará, escuchará y entenderá sus problemas pero no los hace propios.
Cada uno de nosotros somos en cierta medida responsable de cómo encaminamos los sentimientos de las personas con las que interactuamos, ya sea a nivel positivo o negativo. Es posible compartir las emociones mediante un mecanismo de contagio emocional. Expresar una conducta asociado a una emoción concreta delante de un agente externo desencadena una transmisión de dicho comportamiento hacia él. Es decir, no sólo hablamos de emociones sino de una sincronización de las expresiones, vocalizaciones, posturas, movimientos entre miembros de la misma especie. Basta con ver una emoción o un patrón conductal en otra persona para que se evoque hasta cierto punto el mismo estado en nosotros. A pesar de que genéticamente todos los miembros de nuestra especie estemos preparados para ser partícipes de ese contagio, hay personas que tienen mayor capacidad para transmitir emociones o de contagiarse por los demás. ¿Qué ocurre cuando dos individuos portan emociones totalmente opuestas? Es la ley del más fuerte. El principio de la realidad dominante estipula que la persona con las creencias más fuertes y mayor intensidad emocional será la que impondrá su actitud, comportamiento y estado anímico a la otra persona.
Por último, una persona con inteligencia emocional ejerce un control de las relaciones interpersonales donde entran en juego nuestras emociones y las de los demás. El control de las mismas supone la habilidad para relacionarnos adecuadamente y el éxito social, características de las personas que gozan de popularidad y mantienen posiciones de liderazgo. Tener inteligencia emocional no implica quedar bien con los demás. Si nos encontramos enfadado o irritado le podemos pedir a una persona que nos deje unos minutos para que se nos pase y no fingir una sonrisa. Hay que ser congruentes con nosotros mismos, con lo que pienso, con lo que creo y cómo actúo. Una clave importante es la asertividad: consiste en un punto medio entre la pasividad propia de una persona que prefiere callarse para no tener conflictos y el extremo de una persona que puede ser agresiva. Si estamos en la cola del supermercado y de repente uno se pone el primero sin esperar su turno, una persona pasiva se callaría. Otra persona con carácter más enfadadiza seguramente reaccionaría violentamente mediante insultos. Una persona asertiva es aquélla que es capaz de decir aquello que molesta de forma y momento concreto. La palabra clave que define la asertividad es la firmeza: una persona asertiva dice con firmeza lo que piensa.
Hemos de ser el protagonista de nuestra vida, y para ello hemos de elegir aquellas conductas que nos ayuden a alcanzar nuestros objetivos. Para ello es preciso identificar,  analizar y controlar nuestras emociones y sentimientos tanto en el trato con uno mismo como en el trato con los demás.  Vivimos apoyado muy firmemente en aquello que creemos. Si vivimos instalados en la creencia de que somos unos negados ante las matemáticas, esto provocará que nos sintamos muy incapaces. Sin embargo, no deja de ser una creencia que puede ser cambiada con esfuerzo y disciplina. Somos nosotros los que debemos elegir los distintos aspectos de nuestra vida, no los demás. Hay que desarrollar aquellas herramientas que nos permita alcanzar un objetivo: empatía, técnicas de autorregulación, el optimismo, el humor, la disidencia, la creatividad. Te tienes que comprometer para llevar a cabo aquello que nos hemos prometido. El compromiso es una clave fundamental para poder desarrollarnos emocionalmente de una manera inteligente. Cuando nos prometemos algo que luego no cumplimos pagamos una factura emocional porque sentimos que no nos estamos respetando. Si no somos capaces de comprometernos con nosotros mismos difícilmente podremos comprometernos con los demás. Igualmente hay que ser honestos: actuar de acuerdo con lo que se piensa y se siente siguiendo las normas aceptadas. Para ser honestos con los otros hay que empezar siendo honestos con nosotros mismos. Si estamos mal hay que identificarlo y reconocerlo, no simplemente taparlo. Así vamos generando un hilo conductor entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos.
¿Qué beneficios tiene el desarrollar la inteligencia emocional? La inteligencia emocional afecta a la persona considerada como un todo. Procura beneficios a la salud. Las emociones generan diversas reacciones químicas en nuestro organismo, el cortisol, por ejemplo, nace en nosotros después de un gran enfado, después de una situación de estrés y provoca que no podamos dormir. Nos genera automotivacion porque nos deja de ser dependientes de la opinión de los demás y sentimos que somos los verdaderos artífices de nuestra vida. Si cada día todos tuviéramos una meta que cumplir de forma consciente estaríamos mucho más felices porque la sensación de logro es grande. Nos permite comunicarnos con los demás de forma asertiva, empática, práctica escucha activa. En definitiva, nos permite ser felices, que es de lo que se trata.

viernes, 10 de abril de 2020

El show de Truman (1998), de Peter Weir.


El show de Truman es una película que lleva al espectador a una honda reflexión filosófica sobre qué sea la realidad. Está disfrazada de comedia amable pero que lleva a cabo una mordaz crítica a la sociedad actual tanto al consumismo desmesurado e irresponsable así como a la falta de capacidad crítica y autonomía de las personas. Fue dirigida por Peter Weir, director de películas como El club de los poetas muertos de 1989, con Robin Willians, y Master and Commander de 2003, con Russell Crowe, en el año 1998 y protagonizada por Jim Carrey. El guionista es Andrew Niccol que en 2002 dirigiría la película Simone con Al Pacino.
Destacamos en primer lugar la gran actuación de su actor principal, Jim Carrey, haciendo el papel de Truman Burbank, en una de las mejores interpretaciones de su carrera. Jim Carrey cimentó su fama a partir de comedias como La máscara, Dos tontos muy tontos, Ace Ventura o Mentiroso Compulsivo. Aunque también ha hecho otras película de mayor calado como Man on the moon, Número 13 o ésta que nos ocupa. El resto del reparto está igualmente excepcional: Ed Harris, interpretando a Christof, el despiadado director del programa de televisión, Laura Linney, como Meryl, esposa de Truman, Natascha McElhone como Silvia, el verdadero amor de Truman y Noah Emmerich como Marlon, el amigo de Truman.
El show de Truman es una ácida comedia con elementos dramáticos que crítica de forma demoledora la sociedad consumista en que vivimos que instrumentaliza de manera cruel al ser humano anulando su dignidad. La industria del espectáculo se retrata como un lugar terrible en el que, con el propósito de alcanzar las más elevadas audiencias televisivas, cualquier medio es válido. La película trata la historia de Truman Burbank, un agente de seguros, que vive una vida aparentemente apacible en un pueblo rodeado por un mar. A partir de una serie de sucesos, Truman comienza a sospechar de que lo que consideraba como máximamente real en su vida no lo es sino una farsa: su esposa, amigos y compañeros de trabajo... Truman luchará lo indecible por saber quién es y qué está pasando con su vida.
La sociedad a la que critica la película no hay lugar para valores como el respeto, la dignidad y la empatía. ¿Qué empatía podría tener una serie de personas que engañan de manera permanente a una persona con el objetivo de enriquecerse y otros solamente para entretenerse? Y no me refiero solamente a los guionistas, técnicos, director y el resto de actores sino todos los espectadores que son testigos de todo pero que incapaces de hacer nada.
La película nos presenta a Truman atrapado en una realidad impuesta y ficticia, creada por un director y un conjunto de guionistas y de técnicos de la televisión sin escrúpulos, siendo su vida no más que un espectáculo al servicio de las masas. Desde el comienzo de la cinta se informa al espectador que Truman es el protagonista de un reality-show seguido por millones de personas. El director del programa, Christof  señala que todo lo que expresa Truman a lo largo de la cinta es auténtico: sus emociones, sus acciones y no fruto de ningún guión escrito. Al respecto Christof señala: Estamos cansados de que los actores nos muestren emociones falsas, estamos cansados de los fuegos pirotécnicos y de los efectos especiales. Mientras que el mundo en que vives es en algunos aspectos falso, no hay absolutamente nada falso en Truman. No hay guiones. No hay trucos. No se trata de Shakespeare pero es genuino.
Sin embargo, el resto de personajes de la cinta, ya sean aquéllos con los que se relaciona Truman de manera directa (su esposa, sus amigos, sus vecinos…) como los que no tiene trato directo, son simples actores o extras que fingen La premisa de la que parte la cinta resulta estremecedora ¿Puede ocurrir que toda tu vida sea falsa? Platón describía en el famoso Mito de la Caverna, del Libro VII de La República la búsqueda de la verdadera realidad por parte del filósofo. En el mito, una serie de personas se encuentran encadenadas desde el momento en que nacieron contemplando las sombras procedentes de unos objetos que sobre una pared se proyectan a partir de un fuego. Cuando se le pregunta a Christof sobre la causa de por qué hasta ese momento Truman no se haya cuestionado la naturaleza del mundo en el que vive, contesta lo siguiente: Aceptamos la realidad del mundo tal y como nos lo presenta. Así de sencillo Es muy habitual en el mundo en el que vivimos no cuestionar en absoluto la realidad y aceptarla tal cual es. En todo caso, solo cuando surgen problemas salimos de nuestro lugar de confort y comenzamos a cuestionar todo lo anterior. Esta actitud crítica es propia del filósofo Truman: a partir de una serie de sucesos inexplicables (la desaparición de su amor, la aparición repentina de su padre tras años de ausencia después de que todos pensaran que había muerto…) de modo racional dentro de la ficción del mundo en el que vive, se cuestionará su realidad poniendo en duda su veracidad. Platón señalaba que cuando el filósofo se libera de sus cadenas, sale al exterior de la caverna para contemplar la verdad. Ese camino lo llamó Platón Dialéctica. Sin embargo, el filósofo no puede ser un individuo que pueda vivir en la soledad sino que tiene la obligación de retornar al interior de la caverna para informar a sus compañeros sobre cuál es la verdadera realidad. Aquí Platón ponía de manifiesto de manera clara la intencionalidad política que cruza el conjunto de su filosofía. En la película, a diferencia del mito de la Caverna, aparentemente sólo Truman vive en un mundo de sombras, mientras que el resto de personajes, al ser en realidad actores que saben distinguir entre lo real y lo ficcional, saben que la verdadera realidad es la que ellos viven más allá del programa de televisión, con sus familiares y amigos reales. Sin embargo, tal como hemos señalado antes, Truman dentro de la ficción del mundo de sombras en el que vive es mucho más real y más auténtico que el resto de personajes pues todo lo que expresa es auténtico y no simulado. En el mito de Platón todos los prisioneros vivían engañados, igual que el filósofo. Y era el filósofo el que hacía lo posible para regresar otra vez a la caverna y ayudar a sus compañeros. Sin embargo, este retorno del filósofo a la caverna resultaba muy peligroso: el resto de prisioneros no le iban a tomar en serio sino que lo considerarían un loco, incluso estarían muy tentados en matarlo, como efectivamente sucedió con Sócrates. Sin embargo, en la película, todos saben la verdad excepto Truman y ninguno de ellos se molestan en ayudarlo, salvo Silvia, la mujer de la que Truman verdaderamente se enamora. Resulta especialmente doloroso el caso de los personajes que se mueven en el círculo de Truman, ya sea su esposa Meryl, su amigo Marlon y sus padres que fingen un amor que no sienten realmente y, lo que es peor, le hacen ver que su comportamiento es propio de un loco y que debería seguir su vida como hasta entonces. El personaje clave que hace posible el tránsito de Truman desde las cadenas de la ignorancia a la luz del saber es precisamente Silvia. Cuando Truman y Silvia se enamoran  de modo real, más allá de la ficción de la serie, supone un elemento novedoso que escapa al argumento previsto por el director. Esta distinción entre realidad y apariencia ya fue tratada de manera brillante en otras películas de la época como Dark city, película dirigida por Alex Proyas  en el año 1998, y Matrix de Lana y Lilly Wachowski de 1999. En Dark City John Murdoch, protagonizado por Rufus Sewel, es una persona que se da cuenta que todos los habitantes de la ciudad en la que vive son sometidas a experimentos secretos por unos seres extraterrestres llamados  los ocultos, con el propósito de evitar su extinción y que carecen de una identidad individual. Solamente Murdoch, a quien persigue la policía, y un policía desequilibrado son conocedores de todo lo que acontece realmente. Sin embargo, nadie les presta atención. En Matrix, Neo, protagonizado por Keanu Reeves, se plantea que toda nuestro mundo no es real sino una simulación de realidad virtual.
En El show de Truman Silvia será expulsada porque su destino era la ser una simple extra y no ser la novia de Truman, papel destinado a Meryl. Todo elemento novedoso que resulte perturbador y que sale del redil de lo que cabía esperar debe ser eliminado sin ningún tipo de miramientos. Y aquí entra en juego otra vez la distinción entre realidad y apariencia: el amor de Silvia es auténtico mientras que el de Mery fingido. Silvia pretende advertir a Truman que toda su vida es una farsa. Es aquí  donde todo cambia: Truman comienza a notar sucesos y comportamientos extraños por parte de las personas que le rodean. Los personajes que forman parte de la realidad cotidiana de Truman hacen lo posible para persuadir a Truman para que se quede como está y que no evolucione. Antes de desaparecer, la familia de Silvia cuenta a Truman que se mudan a Fiji. Fijo se convertirá en el objeto de deseo de Truman y hará todo lo posible para ir a ese lugar. Sin embargo, a pesar de que, de acuerdo con el destino que le había diseñado Christof, Truman acabó casándose con Meryl nunca olvidó a Silvia. Es más, Truman compra revistas para recortar de las fotografías de mujeres aquellos rasgos que más le recuerdan a Silvia, Truman, como buen filósofo, niega aceptar esta situación y lucha por conocer la verdad cueste lo que cueste.
¿Cómo es la reacción de los espectadores del show dentro de la ficción del filme?
El show de Truman es una película que también reflexiona sobre lo fácilmente manipulable que es el ser humano. La audiencia que sigue el programa de Truman sería telespectadores cuyo papel quedaría reducido a ser un mero consumidor satisfecho, sin ningún protagonismo en su propia vida y que proyectan sus vacías existencias en la vida de Truman. ¿Cómo algo tan normal como la vida de otra persona puede suscitar tanto interés no solo en la ficción de la película sino en nuestra propia vida? Este consumidor satisfecho vive en búsqueda del entretenimiento, y cuando lo encuentra, una vez exprimido al máximo, lo desecha como si no hubiera existido antes. Esto nos convierte en objetos y dejamos de ser sujetos. Nos convertimos en seres fácilmente manipulables pues no nos cuestionamos nada sino que solamente asentimos. Por eso hay que tomar conciencia de quiénes somos. Estos espectadores son el fondo un voyeur de lo ajeno, que únicamente se interesan por el morbo. ¿A qué dedican buena parte de su tiempo los jóvenes hoy en día? Pues a jugar con los videojuegos y conectarse a las redes sociales. Las vidas que muestran muchas personas en sus redes sociales son totalmente ficticios, no serían sino un tipo de vida ideal donde las personas son felices, con coches caros, grandes casas… Además, las redes sociales nos invaden constantemente con falsas informaciones, las llamadas fake news que por el mero hecho de ser difundidas muchos de nosotros la aceptamos de modo acrítico, sin ninguna confirmación. La película critica el uso abusivo de la publicidad de manera encubierta. A través de la publicidad se orienta  la sociedad hacia determinados patrones que uno haya prefijado de antemano. Nosotros mismos somos testigos de ello cuando vemos la televisión, escuchamos la radio, leemos la prensa o nos conectamos a Internet. En la cinta, observamos que en una escena de gran hondura dramática en la que Truman pregunta a su esposa por qué desea tener un hijo con él cuando realmente ninguno de los dos se soportan, Meryl propone hacerle un vaso de leche con cacao de una determinada marca publicitaria, ante el desconcierto de Truman y del espectador. De manera muy sutil y encubierta se introduce la publicidad, sin que el espectador se percate apenas.
Silvia se plantea que lo que están haciendo a Truman no es correcto recriminando a Christof su actitud: ¿Y tú quién crees que eres para coger un bebé y convertir su vida en una farsa? ¿No sientes la más mínima culpa? Christof le contesta: Le he dado a Truman la oportunidad de llevar una vida normal. Y considera que: Puede marcharse cuando quiera. Si tuviera algo más que una mínima ambición. Si estuviera absolutamente decidido a descubrir la verdad, no podría impedírselo .La cuestión que plantea la cinta es: ¿Seríamos felices con una vida así aún sabiendo que es falsa?
Christof es el gran creador de la vida de Truman y ha determinado cada uno de los detalles de su vida incluso, lo que resulta más perverso, sus grandes miedos. Truman desde pequeño soñó con ser explorador e ir más allá de la ciudad  pero por una u otra circunstancia nunca pudo cumplir su sueño.  En un capítulo de su infancia su padre muere ahogado después de haberle insistido a su padre que quería ir a navegar. Esto creó en él un sentimiento de culpabilidad que le impide navegar. Todo ello con el pretexto de que Truman jamás descubriera la verdad. Eso es algo con lo que vivimos muchos jóvenes: nuestros familiares, nuestros amigos o la suerte impiden que se puedan cumplir nuestros sueños y deseos. Hacemos cosas que no nos gusta hacer, solamente por agradar a los demás, en lugar de pelear por lo que queremos realmente.
En el mundo de Truman todos sus elementos debían estar determinados y toda improvisación debe ser eliminada. Cuando Truman no cumple con alguna de sus rutinas, por ejemplo, no ir a trabajar, creaba un elemento de indeterminación que desorienta al resto de actores. Christof se asemeja mucho a aquellos padres autoritarios que manipulan a sus hijos para que éstos estudien una determinada carrera, o aquellas personas que ignoran a su pareja con el propósito de ejercer un poder y un control sobre él. Obviamente en la vida humana no existe una determinación absoluta sino que el ser humano siempre posee un cierto margen de libertad sobre su vida. Tal como señala José Luis López Aranguren, mientras que la vida de los animales está hecho pues existe una adecuación absoluta entre dicho animal y el medio, a través del mecanismo del instinto, la gran tragedia del ser humano, y también su máxima virtud, es que su vida no está hecha, existe una esencia falta de adecuación entre su vida y el mundo, tiene que hacerla mediante el ejercicio de su libertad. Sin embargo tampoco es cierto que nuestra vida sea absolutamente libre sino que, como decía Ortega y Gasset, no elegimos la circunstancia en la que vivimos sino que nos encontramos arrojados en una sin previo aviso. La vida, aunque lo queramos con todas nuestras fuerzas, no somos completamente dueños de ella. Además, siempre existe la posibilidad de que nos manipulen desde el exterior y no lo sepamos.
Cuando Truman logra vencer todos sus temores ignorando a todos aquéllos que pretenden disuadirlo, decide tomar las riendas de su vida y aún sabiendo los riesgos que conlleva quiere cumplir sus metas. Hasta entonces todos los intentos por salir de la ciudad fueron baldíos. Truman se echa al mar en un barco que curiosamente se llama Santa María, igual que el de Cristóbal Colón como emblema de un nuevo mundo. Cuando Truman llega al final del decorado, después de haber salido con vida de una cruenta tormenta, busca una salida y encuentra una puerta. En el momento en que decide salir, Christof habla con él e intenta disuadirle de su idea para que no marche. Es una escena que al modo de Blade Runner de Ridley Scott tiene un diálogo el Dios Christoff y su hijo Truman. Christof queda simbolizado a modo de Sol, muy parecido a la película de Dark City, donde el Sol estaba totalmente ausente de la cinta, salvo al final. Es el momento en que Truman deja atrás la oscuridad de la caverna y asciende al Mundo Verdadero: Escucháme Truman, ahí fuera no hay más verdad que la que hay en el mundo que he creado para ti, las mismas mentiras, los mismos engaños, Pero en mi mundo tú no tienes nada que temer(…).  Tienes miedo. Por eso no puedes marcharte. Está bien Truman, yo te comprendo. Llevo observándote toda tu vida: te observé al nacer, te observé cuando distes tu primer paso, observé tu primer día de colegio y el capítulo en el que se te cayó tu primer diente. No puedes irte Truman. Éste es tu sitio, conmigo.
Se plantea una dicotomía por parte de este Dios Christof: por un lado podemos escoger lo sencillo y permanecer en un mundo en que podemos ser felices viviendo en una docta ignorantia, sin asumir riesgos y llevar una existencia placentera, vacía y sin asumir riesgos; por el otro elegir realmente nuestro destino, ser el protagonista de nuestra propia existencia, conseguir lo que siempre quisimos. Curiosamente s el mismo planteamiento que el mismo  director Peter Weir hizo en El Club de los poetas muertos. Cuando Truman decide desoír las indicaciones de Christof entonces se ha producido lo que Nietzsche ya avisaba en su Gaya Ciencia y que repitió en Así habló Zaratustra: Dios ha muerto. ¡Qué fácil es no asumir responsabilidades y que otro tome las decisiones por nosotros! ¡Atrévete a saber! proclamaba Kant en ese opúsculo llamado ¿Qué es Ilustración? Sartre señalaba que La libertad consiste en elegir el propio ser, pues Dios no existe. Y añade Sartre No es sólo que Dios no exista sino que aunque existiera nada cambiaría.
La película que nos ocupa es altamente recomendable para todos los aficionados al buen cine y amantes de la filosofía. La película no sólo cumple con el mero fin de entretener, que lo hace sobradamente, sino que lleva al espectador a un nivel superior y a plantearse profundas cuestiones sobre quién es y sobre qué es la realidad.

jueves, 2 de abril de 2020

El curioso caso de Benjamin Button.


El curioso caso de Benjamin Button es una película dirigida por David Fincher en el año 2008 y protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchet. Dentro de la filmografía del director El curioso caso de Benjamin Button constituye una pequeña sorpresa, muy habituado al cine de suspense y de terror: Aliens 3, de 1991, The game, de 1997, Seven, de 1999, La habitación del pánico, de 2002 o Zodiac de 2007. La película no tiene nada de terror ni suspense sino, por el contrario, un componente dramático importante. Su tronco argumental gira como eje principal el paso del tiempo y cómo valoramos las cosas cuando su fin se aproxima.  A partir de esta premisa sobre el paso del tiempo da juego para muchas reflexiones sobre la vida y su sentido, con escenas dramáticas que conmueven al espectador de manera inevitable. La película se basa en un relato de Scott Fitzgerald que lo publicó en una revista en el año 1922.
La película gira en torno a la figura de Benjamín Button, una persona que nace vieja y se va haciéndose más joven conforme pasan los años. Su padre biológico, Thomas Button lo abandonó en la puerta de un asilo de ancianos, después de la muerte de su esposa al dar a luz. Una mujer llamada Queenie se hará cargo del bebé. Cuando tiene siete años, Benjamin conoce a Daisy, la nieta de una de las señoras que vive en el asilo. Aunque él aparentaba tener unos 80 años, una gran amistad se forjará entre los dos. Benjamin y Daisy se mantendrán en contacto a lo largo de toda la vida para volver a reunirse cuando ambos tienen 40 años.
La película gira en torno al paso incesante del tiempo y se plantea la cuestión de: ¿Qué harías si tu vida se desarrollase al orden inverso al habitual, es decir, que nacieras viejo físicamente (aunque no de mentalidad) y con el paso del tiempo te vas haciendo más joven (aunque no de mentalidad)? De esta cuestión del tiempo hace plantearnos otras cuestiones: ¿Qué harías si tuvieras que ver morir a todos tus seres queridos mientras que tú sigues vivo? Parecería una cuestión muy dramática y trágica. La película es una reflexión sobre la vida y cómo la vida de todas las personas, independientemente de quiénes sean o de los padecimientos que sufran, está abocada a la muerte. En la película Benjamín Button afirma: mi padre una vez me dijo: todo tiene su tiempo. Justamente por eso hay que saber apreciarlo: sólo se es una vez niño, una vez joven, una vez adulto y una vez anciano. Nacemos, crecemos y morimos. El nacer y el morir siempre estarán ahí. Lo que nos queda es vivir la vida lo mejor que podamos, sin arrepentirte de nada y llenándolas de gratas experiencias.
En el fondo Benjamín intenta responder a todas esas cuestiones existenciales que todos nosotros nos planteamos para atisbar al menos un cierto sentido al proyecto de nuestra vida. La residencia de ancianos con el paso de tiempo se llena de nuevas personas que sustituyen a las que mueren. Pero siempre se respira un aire de tristeza y melancolía. Todos los ancianos que se encuentran ahí sólo recuerdan y lamentan sus viejas glorias. Benjamin, a pesar de su enfermedad, logra a comprender lo plena que puede ser su vida y lo corta que es. Por ello, al igual que cualquiera que nosotros, desconoce cuánto tiempo de vida le queda y en lugar de esperar a la muerte como el resto de compañeros de la residencia, decide explorar aspectos de su vida que le apasionan y le hace sentir más persona. En nuestra andadura vital, según reflexiona el protagonista cuando es preguntado por Daisy, no debes aferrarte a nada material: Estaba pensando que nada es para siempre y lo triste que resulta.
La película trae la reflexión de que el tiempo que dispone cada persona en su vida es sumamente valioso y que no debería desperdiciarse bajo ningún concepto. Y sentimos que cuando la muerte nos acecha nos damos cuenta de qué cosas son realmente importantes. La película asume en buena medida ideas que aparecen en la filosofía de la existencia. Heidegger reflexionaba sobre la constante situación de finitud del ser humano, porque de manera inevitable somos un ser abocado a la muerte. Si comprendemos esta finitud constitutiva del ser humano, entonces cada momento que vivamos es importante y hay que aprovecharlo al máximo. Como si se tratara del eterno retorno de Nietzsche debemos aceptar  cada momento de nuestro de nuestra existencia de modo pleno y afirmándolo con tanta intensidad que queramos su eterno retorno en el tiempo una vez y otra vez.
La película no adquiere en absoluto un tono pesimista, a pesar de que le sobraran motivos para que hubiera podido desarrollarse de ese modo. No trata el tema de la enfermedad que padece Benjamin ni cómo éste se cuestiona por qué nació así y por qué existe. Sucede lo contrario, trata sobre cómo Benjamin afronta su vida del mejor modo posible, con coraje, firmeza y determinación. El tema de la enfermedad que padece Benjamin se deja en segundo plano. ¿Debemos llenar el tiempo de vida que nos queda en rencores y tristezas? ¿No será acaso preferible disfrutar de nuestro existencia en el mundo? La película está repleta de reflexiones sobre la vida y la muerte.
Cuando Thomas Button confiesa a Benjamin que era su padre, él podría haber reaccionado con odio y desprecio hacia él por haberle abandonado. Sin embargo, reacciona de modo contrario decidiendo pasar los últimos momentos de su padre a su lado. Benjamin decide perdonar antes de odiar porque en una vida tan efímera odiar no es algo que valga la pena.
La película nos muestra que el inicio y el final de la vida de una persona tienen muchos paralelismos: no tienen plena autonomía, necesitan dormir mucho, se mueven poco… Muchos ancianos, más cuando se vuelven seniles vuelven a comportarse como niños en muchos aspectos, con actitudes muy infantiles.
La película parte del recurso del diario, al modo de Titanic: la historia se cuenta a través de cartas y de notas que dejó Benjamin a lo largo del transcurso de su vida. La película comienza con una anciana Daisy en sus últimos momentos de vida con su hija Caroline en el hospital donde narra la historia de cómo conoció a Benjamin. Es muy creativo el hecho deque mientras Caroline lee estas cartas se da cuenta que Benjamin es su padre. El protagonista es especial y esta peculiaridad constituye su principal virtud y que lo usa para gustar a la gente y le permite superar muchos obstáculos. Benjamin va pasando por las diferentes etapas de la vida: de descubrimiento y de exploración de la existencia que pasamos a todos en un orden acorde al habitual. Hay aventuras amorosas, romances, amigos… muy parecido a Forrest Gump. Si lo analizamos detenidamente, la película guarda muchos puntos de unión con Forrest Gump, quizás porque compartan el mismo guionista Eric Roth aunque parten de fuentes distintas. Forrest Gump se basaba en una novela y esta película, tal como señalamos antes, parte de un relato corto de Scott Fitzgerald. Comparten una misma circunstancia: tanto Benjamin como Forrest Gump están enamorados de una mujer a lo largo de toda una vida. En ambos casos, tanto Daisy como Jenny no están convencidas inicialmente de pasar toda la vida con su prometido, pero tras pasar por momentos de dificultad acabarán juntos. Quizás la principal diferencia es el aspecto fantasioso de nuestra película: como la vida de una persona que se desarrolla en orden inverso al normal.
Las interpretaciones de todos los actores de la película resultan absolutamente maravillosas, especialmente la de Brad Pitt, una de sus mejores interpretaciones de la carrera. A destacar los efectos visuales generados por ordenador que permitió a Brad Pitt interpretar el mismo personaje con independencia de la edad. También destaca la interpretación de Cate Blanchet en las distintas fases de la vida del personaje de Daisy.
La película puede provocar reacciones muy diversas. Pero, independientemente de esto, la película nos pide que disfrutemos de la vida, que nos enamoremos, que perdonemos, que pasemos tiempo con las personas que son realmente importantes, que llenemos nuestra vida del mayor número de experiencias apasionantes. Hay muy poco tiempo para hacerlo efectivo. Podemos hacer de nuestra vida un viaje realmente increíble del que nos sintamos plenos. Podemos tropezar, tener muchas dificultades, pero ¿cómo explicar esa maravillosa sensación que nos envuelve cuando hemos superado un problema que pensábamos que no tenía solución? Porque, como afirma Benjamín Button nunca es demasiado tarde, o en mi caso demasiado temprano para ser quién quieres ser.