domingo, 24 de noviembre de 2019

Kant y la ciencia: la matemática y la física.

Inmanuel Kant (1724-1804).

¿Qué relevancia y repercusión ha tenido la filosofía kantiana en la historia del pensamiento científico? Muchísima, aunque es cierto que muchas de sus intuiciones han sido superadas, nos encontramos indudablemente con un pensamiento de gran actualidad. Nos encontramos con uno de los autores que mejor representa al ideal o prototipo de lo que debe ser un filósofo: interés por todos las áreas del conocimiento humano (la filosofía, la física, las matemáticas, la religión, la estética, la antropología o la geografía…) incansable buscador de la verdad pero entendida siempre dentro de un lento proceso lento y gradual en el que todos los conocimientos deberían estar perfectamente fundamentados hilvanados sin ninguna improvisación o paso en falso.
Su filosofía del conocimiento responde a la fundamentación del conocimiento científico: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori tanto en las matemáticas como en la física? En 1669 presenta Kant su Memoria de Acceso a Cátedra y en 1770 obtiene su plaza como profesor titular de Lógica y metafísica en la Universidad de Königsberg, cargo que ocupó hasta su muerte. Se inicia un período de tiempo, el que transcurre entre 1770 y 1881, que es el año de publicación de la primera edición de la Crítica de la razón pura, que los estudiosos de la obra kantiana denominan de transición hacia su etapa crítica. Precisamente se denomina etapa crítica porque la razón se somete a un estudio riguroso y profundo con el objetivo de conocer sus facultades, qué puede conocer y hasta cuándo. Es un período en el que apenas publica nada, y cuando lo hace es de manera muy puntual y tangencial, centrando su atención en la fundamentación de las matemáticas y de la física. Para Kant el paradigma de todo conocimiento científico se identificaba con Euclides desde el punto de vista matemático y con Newton desde el punto de vista físico. Sin embargo, seguramente su entusiasmo por tales teorías le llevó a atribuir las características de necesidad y universalidad, características que serán abandonadas por el devenir científico posterior. Sin embargo no podemos exigir a Kant ningún tipo de responsabilidad porque de manera evidente la época en la que Kant vivió el desarrollo de los conocimientos era menor que el que tenemos actualmente.
Para Kant las leyes de la matemática y de la física son sintéticas a priori, esto es, leyes que no solamente presentan un carácter universal y necesario sino amplían nuestro conocimiento del mundo. En su estudio sobre las matemáticas, concretamente en la geometría, toma como criterio la geometría de Euclides, tal como aparece formulada en su obra Elementos. La matemática parte de definiciones de conceptos claros y precisos y procede a deducir consecuencias a partir de ellas. Además, sólo podemos representar u observar las cosas en la medida en que las forzamos a adoptar las formas a priori de nuestra sensibilidad. Para Kant, nuestro mundo perceptual es euclideo y eso justamente porque el mundo sólo puede aparecérsenos cuando se conforma a las formas de nuestra sensibilidad, que es precisamente euclídea.
Podemos criticar a Kant respecto a su planteamiento de las matemáticas los siguientes dos puntos: en primer lugar, si atendemos al campo de la biología y concretamente a Darwin y los planteamientos evolucionistas que vinieron después, nuestras formas a priori tienen un carácter biológico que hemos ido adquiriendo a través de un largo proceso evolutivo y esto conduce a la siguiente conclusión: nuestras estructuras perceptivas incorporadas en nuestro aparato neurosensorial son a priori respecto al individuo, pero son a posteriori respecto a la especie. En segundo lugar, la filosofía kantiana de la matemática es una defensa de la tesis de que la geometría euclídea es necesaria y la única posible. Entre planteamiento acabaría entrando en crisis en el siglo XIX cuando se produjo la proliferación de nuevas geometrías no euclidianas rigurosamente fundamentadas y que resultaban igualmente válidas para el estudio de la realidad. Entre las geometrías no euclídeas desarrollas destacamos la de Gauss, Bolyai, Lobatchesky y Rienman. Por ejemplo, para Einstein la concepción  geometría que mejor se amoldaba en su concepción sobre la realidad a partir de su teoría de la Relatividad era no euclidiana, concretamente la de Rienman.
Respecto a la concepción kantiana de la física Kant estuvo siempre interesado por el estudio de la física y en su fundamentación. En el período que los especialistas denominan pre-crítica (justamente denominado así porque Kant no tenía un modelo consolidado de conocimiento en ese momento) Kant desarrolló primero una línea leibno-wolfiano, que nunca le convencería de modo pleno hasta que poco a poco se fue acercando a una línea newtoniana. Publicó en 1746 Pensamientos sobre la verdadera estimación de las fuerzas vivas y realiza un análisis de los planteamientos de Descartes y de Leibniz y toma partido por este último. Descartes había definido la fuerza de un móvil como el producto de su masa por su velocidad y había formulado un principio de conservación de la cantidad total de fuerza. Leibniz consideraba insuficiente este planteamiento y distingue entre los conceptos de fuerza viva y fuerza muerta. Mientras que la fuerza muerta es la que depende de la posición del cuerpo, la fuerza viva es el producto de la masa por el cuadrado de la velocidad.
Sin embargo, los intereses de Kant no se limitaban únicamente a la física sino también a la cosmología. En sus estudios sobre la cosmología desarrolló una tesis muy original sobre el origen del sistema solar que posteriormente sería desarrollada por Laplace. Será en 1755 cuando Kant publique Historia natural general y teoría del cielo. Expone una concepción sobre el sistema solar donde destaca la coplanaridad de las órbitas planetarias, es decir el hecho de que toda ellas se encuentren aproximadamente en el mismo plano, el de la elíptica. También desarrolla Kant una simpática teoría sobre el carácter de los posibles inquilinos de nuestros planetas vecinos planteando que los más sutiles e inteligentes serán aquéllos cuya materia sea más sutil y ligera y, por tanto, cuanto menos denso es el planeta en el que viven. Así, los habitantes de los astros más alejados serían demasiado sabios y de elevado espíritu como para caer en el pecado, mientras que los habitantes de los planetas inferiores están demasiado apegados a su densa materia y carecen de un espíritu suficientemente capaz como para ser responsables de sus actos ante el tribunal de justicia. Respecto al origen del sistema solar plantea que fue a partir de la rotación y contracción de una nube o nebulosa gaseosa primitiva. En el año 1796 Laplace expondría la misma teoría, mucho más elaborada matemáticamente y físicamente, en su Exposición del sistema del mundo. Al principio habría existido una nebulosa gaseosa incandescente, dotada de un movimiento rotatorio, que lentamente se enfriaba y contraía. Al contraerse aumentaba su velocidad. Al aumentar la velocidad angular, la aceleración del giro determinó un aumento de la fuerza centrífuga, que a su vez dio lugar al desprendimiento de anillos de materia de la superficie del núcleo de la nebulosa en contracción. El núcleo central acabó siendo el Sol y los anillos desprendidos acabaron dando origen a los planetas, que seguían girando en el mismo sentido que sus anillos generadores (y que el Sol). De hecho, si Kant no hubiese pasado a la historia del pensamiento por sus estudios en el campo de la filosofía lo habría hecho seguramente sobre su planteamiento sobre el origen del sistema solar.
En la Crítica de la razón pura, Kant pretende fundamentar los principios más generales de la mecánica de Newton en las condiciones de toda la experiencia posible, salvándolos así de las críticas de Hume. Hume había considerado que los juicios de la ciencia no son universales sino que se basan en el hábito que genera en nosotros el hábito o la costumbre. Hume había realizado de manera particular una demoledora crítica al principio de causa que hasta ese momento gozaba de un estatus privilegiado en el campo de la ciencia. Kant compartía con Hume la crítica al principio de causa pero no las consecuencias que se derivaban de esa crítica. De hacerlo, se seguiría que el conocimiento científico no sería posible, o al menos un tipo de conocimiento rigurosamente fundamentado que era lo que precisamente quería obtener Kant. En la Crítica de la razón pura Kant pretende legitimar la ciencia física en las formas a priori de nuestro entendimiento y que él denomina categorías (en clara alusión a Aristóteles) o conceptos puros. Nuestro entendimiento proyecta sus categorías o conceptos puros, entre los cuales se encuentra el principio de causa, a los fenómenos dados por la experiencia, que a su vez también constituye una síntesis entre la sensación empírica y las intuiciones puras del espacio y del tiempo, pertenecientes a la sensibilidad, y de este modo son posibles los juicios sintéticos a priori de la física.
Tanto en la Crítica de la razón pura, en su primera y segunda edición, de 1781 y 1787 respectivamente, como en Prolegómenos a toda metafísica que quiera presentarse como ciencia en el futuro, Kant distinguía todavía entre los principios generales de la física de Newton (como el principio de causa) que serían puros y a priori, y los principios empíricos, que dependerán parcialmente de la experiencia, como las leyes del movimiento. Sin embargo, esta distinción irá desapareciendo en la evolución posterior del pensamiento kantiano. El apriorismo kantiano irá aumentando hasta el punto de que las tres leyes del movimiento de Newton hasta ahora consideradas como parcialmente empíricas ya aparecerán como principios a priori en Fundamentos metafísicos de la ciencia natural.
Sin embargo, la fundamentación que realiza Kant en su Crítica de la razón pura puede ser criticada a partir del desarrollo de la ciencia en el siglo XIX y XX. Considera Kant que las leyes de la naturaleza son sintéticas a priori y por eso tienen validez universal: representan la estructura de toda experiencia posible. La experiencia es el lugar privilegiado en que el mundo perceptual es no sólo percibido sino además pensado. El pensamiento es posible siempre de acuerdo con las categorías, esquemas y principios de nuestro entendimiento. Como hemos señalado más arriba, uno de estos principios a priori era el de causa. Tal era su importancia que Kant consideraba que no era posible hacer física sin introducir dicho principio. De aquí se seguiría, según Kant que una física indeterminista no podría existir. Sin embargo, la física cuántica no asume el principio de causalidad y es aceptada por la comunidad de científicos. Max Planck trató siempre la causalidad como una hipótesis, no como un a priori del pensamiento humano. La mecánica cuántica acabará por sustituir la causalidad por relaciones de probabilidad. Igual ocurre con otro principio de nuestro entendimiento que para Kant era el de la conservación de la masa. La mecánica relativista criticará de modo amplio afirmando que la masa no se conserva sino que aumenta con la velocidad y se transforma con frecuencia en energía.
El hecho de que la filosofía kantiana hoy en día haya quedado rebasada en algunos aspectos no significa que la abandonemos. Muy al contrario. Cuando nos acercamos a un autor clásico es necesario hacerlo siempre con cierta sensibilidad histórica, es decir, Kant vivió en una etapa concreta de la historia y por razones evidentes no podía predecir la evolución de los conocimiento en el paso del tiempo. Justamente por ello, se hace necesaria su readaptación. Kant no disponía el conocimiento de geometrías no euclídeas, ni de la física cuántica. Todos somos hijos de una época, y esto significa que hemos de asumir una serie de prejuicios teóricos propios de la época. El pensamiento kantiano sigue siendo un poderoso instrumento de reflexión sobre la realidad, el conocimiento o la ciencia. Todo aquél que se interese por la lectura de su obra, podemos decir que su perspectiva sobre la realidad se enriquecerá, del mismo modo que su juicio crítico. Especialmente en el campo de la psicología la presencia de Kant resulta insoslayable, especialmente en los planteamientos en torno a la actividad perceptiva y representativa. Tenemos planteamientos como la psicología de la Gestalt cuyo significado en castellano es forma, un término de fuerte arraigo kantiano. Concretamente esta escuela de psicología desarrolla un análisis sobre las leyes de la percepción a través de las cuáles el sujeto ordena y estructura los estímulos sensoriales. Igual ocurre con la escuela cognitivista donde se pone especial énfasis a la actividad constructiva del sujeto en su percepción de la realidad. Kant fue responsable en teoría del conocimiento de lo que conocemos como revolución copernicana porque considera que cuando ejercitamos la actividad del conocimiento el sujeto tiene prioridad respecto a aquello que conocemos. Por tanto, construimos en buena medida la realidad que percibimos, aunque, obviamente necesitamos de un objeto estimulante para que se inicie todo el proceso. Kant constituye el paradigma de lo que debe ser todo filósofo, buscador incansable de la verdad, entiende la filosofía como una labor multidisciplinar que se ocupa de todos los ámbitos del conocimiento humano abarcando la antropología, la ética, la política, la religión incluso la geografía. El pensamiento kantiano nunca morirá sino que a través de lecturas y relecturas de su amplísima obra podremos empaparnos de un pensamiento filosófico auténtico.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Crítica de Érase una vez en Hollywood.


Recientemente llegó a las salas españolas la última película dirigida por Quentin Tarantino cuyo título es Érase una vez en Hollywood, un grandísimo título que homenajea a Sergio Leone y su Érase una vez en América. Está protagonizada por Leonardo Di Caprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Dakota Fanning, Kurt Russell, Bruce Dern y Luke Perry. El guión está firmado por Quentin Tarantino.
¿Cómo realizar la crítica de una película cuyo director se ha convertido en sí mismo en un género y que por el mero hecho de ser un genio tendrá siempre detractores independientemente de la calidad cinematográfica de las películas que haga? Estamos ante su novena película que según comenta el mismo director será su penúltima película. Esperemos que no sea así y que continúe rodando nuevas películas. No se entiende la postura de aquéllos que por definición criticarán a Tarantino haga lo que haga. Concretamente Érase una vez en Hollywood es una gran película que supera con mucho a la mayoría de las películas que llegan a las carteleras a lo largo del año. La cinta posee los rasgos característicos del cine de Tarantino, diálogos muy logrados, una gran banda sonora, el humor, un reparto de lujo y el uso de la violencia explícita, que llega incluso a sorprender por su exageración.
En la trama de la cinta se encuentran hiladas varias líneas argumentales: por una parte relata la amistad entre Rik Dalton, (Leonardo Di Caprio), y Cliff Booth (Brad Pitt); por otra parte la historia protagonizada por Sharon Tate (Margot Robie) una actriz que comienza en Hollywood y su relación con el director Roman Polansky (Rafał Zawierucha); y en último lugar la secta de Charles Manson (Damon Herriman) y como al final estos tres elementos confluyen en un espectacular y sangriento final.
Tarantino retrata con gran respecto y amor a sus personajes, con independencia de cuáles fueran sus motivaciones. Es especial emotivo el modo en que retrata la decadencia de Rik Dalton que en otro tiempo contó con una enorme fama protagonizando westerns para la televisión y cómo esto acaba por afecta a Cliff Booth que es precisamente su doble para las escenas más peligrosas. Debido a ello, y siguiendo las recomendaciones de su agente Marvin Schwarz, protagonizado por Al Pacino, ha de ganarse la vida en cintas baratas de apaguetti-western italianos. Nuestro protagonista está convencido de que su talento está muy por encima de la calidad de estos filmes de serie b pero aceptará protagonizarlos estoicamente con la intención de recuperar su estatus de estrella otra vez. Además, muy poco común en Hollywood y en la vida en general, siempre permanecerá fiel a su compañero sin traicionarle jamás. Son temáticas que están muy presentes en la propia vida de Tarantino. Estamos ante un director dotado de un saber enciclopédico del mundo del cine. Tiene unas referencias cinéfilas bien definidas y que no abarcan solamente las grandes producciones del cine clásico sino también películas de bajo presupuesto de serie b y z y series de televisión, aprendizaje que adquirió a partir de la experiencia acumulada de su trabajo en un video-club y que ha sabido amortizar perfectamente en su carrera cinematográfica. Además, en su carrera ha sido responsable de resucitar actores que habían quedados olvidados como John Travolta para Pulp Fiction, David Carradine para las dos películas de Kill Bill o Kurt Russell en Death Proof.
Precisamente el personaje de Leonardo Di Caprio representa a todos aquellos actores que pudieron ser grandes y al final no lo fueron. Rik Dalton fue un actor que triunfó en el mundo televisivo y pero que se encuentra olvidado. Hay escena de gran hondura dramática en la que se muestra lo torturado de este personaje: una inicial protagonizada junto a Al Pacino y otra junto una niña con la que está protagonizando una película. Otra destacada escena es aquélla en la que se explica que Rik Dalton estuvo muy cerca de protagonizar el clásico del cine bélico La gran evasión de John Sturges en un momento cuyo actor inicialmente propuesto Steve Mc Queen dudó en protagonizarla. Cliff Booth es totalmente distinto a Rick Dalton: no le preocupa el hecho de no haberse convertido en una estrella del cine, y es feliz con lo que tiene. Hay varias secuencias protagonizadas por Brad Pitt a lo largo de toda la película que brillan con luz propia: todas las que comparte con Leonardo Di Caprio son brillantes o junto a su perro. Hay dos que podemos destacar: una cuyo personaje tiene un enfrentamiento con Bruce Lee repleta de humor; y otra que es realmente estremecedora  que es cuando entra en la mansión de George Spahn (Bruce Dern) ocupada por la familia hippie de Charles Manson. Ésta nos recuerda a lo mejor del cine de terror clásico comenzando por Psicosis de Alfred Hitchkock, siguiendo por La noche del cazador de Charles Laughton y finalizando con El resplandor de Stanley Kubrick. Respecto a Margot Robbie también deja escenas en el recuerdo: una de ellas  es en la que asiste al estreno de su propia película y es testigo directo de las reacciones del público y en concreto de su actuación, en una especie de juego de cine sobre cine,
La película se ubica en el año 1960 y Quentin Tarantino retrata con suma maestría el mundo de entonces caracterizados por el auge del movimiento hippie, la guerra del Vietnam, las drogas, el pacifismo y todo ellos al unísono de una banda sonora con canciones de la época. En definitiva una película compleja argumentalmente y sobre todo un testamento del amor que el director Tarantino profesa al cine en sentido amplio. En ella encontramos al Tarantino más genuino con grandes actuaciones, el guión perfectamente estructurado, la música… de modo que las casi tres horas de metraje se pasan rápidamente. Quizás el final de la película resulte excesivamente violenta y suponga un contraste con lo que había sido la película hasta ese momento. Pero a Tarantino se lo perdonamos todo.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Los sofistas del siglo XXI.


El sofista Protágoas.
Recuerdo que aún siendo niño al escuchar las noticias, ya sea de la radio o de la televisión, sobre encuestas sobre los grandes problemas del país según los ciudadanos figuraban, además de los típicos del paro, la vivienda o el terrorismo, los políticos. Dentro de mi mentalidad infantil no podía entenderlo: ¿cómo los políticos van a ser un problema cuando ellos gobiernan justamente para solucionar nuestros problemas? A medida que fui creciendo y adquiriendo mi mayoría de edad intelectual también llegué a la conclusión de que la clase política es, si no el principal, al menos uno de los grandes problemas para nuestro país. ¿Nuestros políticos les interesan resolver los problemas de los ciudadanos? En principio, la respuesta parecería ser que sí porque es su propia razón de ser. Del mismo modo que el fin del panadero es hacer pan, el del constructor diseñar edificios y el del abogado defender a sus clientes, parecería lógico suponer que el cometido del político es buscar el bien de la ciudadanía. Sin embargo, la experiencia nos hace sospechar que no, o quizás les interese solamente resolver los problemas de determinada sector de la población, concretamente de aquéllos que les votaron. Sin embargo, desde el momento en que nuestro político se desvía de ese cometido inicial y centrar sus esfuerzos en determinado sector de la población, pierde gran parte de su carácter de autoridad moral.
Pero, ¿qué ocurre con el resto de personas, que aunque sean minoría no les votaron? ¿Acaso no tienen derecho a que sus aspiraciones y exigencias sean cumplidas en la medida de lo posible? Esto nos remite a una cuestión central en la política, que ya trató John Stuart Mill, a propósito del respeto a los grupos minoritarios. El gobierno debe respetar al conjunto de la ciudadanía por muy minoritario sea. ¿Acaso éstos no pagan los impuestos al igual que los individuos pertenecientes a los grupos mayoritarios? A los políticos se les llena la boca afirmando que la crisis política está siendo superada gracias a sus medidas. Sería mejor decir, en todo caso, que la crisis económica va siendo superada a pesar de nuestros políticos. Hace pocos años, en los inicios de la crisis económica en este país se pusieron de moda cierta terminología como hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que a partir de ahora habría que apretarse el cinturón. Seguramente el término que se hizo más famoso era el de recorte. Estos políticos llegaron a la conclusión de que la culpa de la crisis económica y del gran número de  parados descansaba finalmente en los ciudadanos porque no vivieron como deberían haber vivido. Se les pasaba por alto de que quizás alguna de las causas había residido en la insaciable avaricia de banqueros cuya única aspiración era enriquecerse más y más  y en una nefasta gestión llevada a cabo por los propios políticos. Además de casos permanentes de corrupción política, amiguismos y favoritismos. Quizás lo más grave de todo sea el victimismo, o quizás estoicismo, con el que la mayoría de  los ciudadanos asumían esta situación. Cierto partido político fue imputado como persona jurídica en un caso de corrupción política porque, según parece, contaba con dos cajas, una que era legal llamada A y otra ilegal llamada B. Tras ser inspeccionado su sede, la policía se llevó como prueba el ordenador donde se había trabajado la gestión económica de dicho partido político. Lo más curioso de todo es que el ordenador incautado no tenía disco duro porque había sido hecho trizas. Según afirmaron algunos dirigentes posteriormente, el procedimiento habitual de dicho partido era reventar los discos duros de los ordenadores de aquellas personas que ya no trabajaban para el partido. Resulta al menos curioso que en tiempos de crisis económica haya personas que destrocen alegremente los discos duros de los ordenadores de aquéllos que ya no trabajan. Quizás la solución más adecuada hubiera sido donar esos ordenadores a personas que por circunstancias económicas no podían permitirse el lujo de comprarse uno.
Independientemente de ellos, los políticos llegaron a la feliz idea de que era necesario recortar y comenzaron en primer lugar con los derechos sociales, culturales y económicos: se redujo la inversión en educación y sanidad y se rebajó el sueldo de los funcionarios. En educación, con la clara intención de reducir el número de profesores interinos se les amplió su jornada lectiva pasando de dieciocho horas a veinte o veintiuna, dependiendo de la comunidad autónoma. Para evitar equívocos, he de señalar que las horas lectivas del profesorado se refiere a la docencia directa con alumnos y que no agota la jornada completa que comprendería, además, reuniones de departamento, reuniones con padres, claustros o guardias. Cierta presidenta de una comunidad autónoma del país justificaba  estos recortes como imprescindibles porque la mayoría de la gente trabajaba más de veinte horas y no se quejaban. La ignorancia siempre ha ido muy atrevida, pero también puede resultar peligrosa cuando te pronuncias sobre hechos en los que puedes influir y manipular a las personas. Un consejero de educación de otra comunidad autónoma, ante la pregunta de sí se despedirían a docentes, con semblante serio dijo que no. El buen consejero se refería, aunque de manera muy imprecisa, a los docentes con plaza fija que no serían despedidos, pero olvidaba, quizás de manera premeditada, a los docentes interinos que no serían despedidos sencillamente porque ya no serían contratados.
Todo ello se une a la propia condición egoísta de muchas personas. Los políticos suelen usar la máxima de Divides y vencerás. Vamos a poner un ejemplo extraído de la realidad educativa para que nos podamos entender mejor. Si yo preguntara ¿cuántos tipos de profesores existen? Una persona podría contestar que los hay de infantil, de primaria, de secundaria, de Formación Profesional o de Universidad? Si, a continuación preguntara: dentro de cada tipo de profesores citado anteriormente ¿existen a su vez diversos subtipos? La respuesta pareciera ser que no. Sin embargo la respuesta es si: podemos hablar de profesores funcionarios interinos y de profesores funcionarios en sentido propio. A su vez, un profesor funcionario interino puede ser a su vez: con vacante completa, sustituto, los que aprobaron el examen de oposición pero sin plaza o aquéllos que son interinos pero no tuvieron la fortuna de aprobar el examen de oposición. A su vez los profesores funcionarios en sentido propio pueden ser a su vez de prácticas o de carrera. Con todas estas divisiones y subdivisiones la administración quiere hacernos convencer mezquinamente de que aunque seamos todos docentes somos distintos. Y si somos distintos es porque tenemos intereses igualmente distintos: unos cobran el verano, otros no cobran el verano. Todo ello hace que el sector educativo esté esencialmente desunido y que pueda ser controlado fácilmente por las esferas políticas.   
Como docente que soy siempre me gusta que mis alumnos al responder a una cuestión de examen sean claros y precisos, respondiendo solamente a lo que se le pide y no usar la pregunta como pretexto para no contestar directamente (que quizás no la domine) y contestar precisamente lo que él sabe mejor. Pero si lo pensamos con más detenimiento, éste es el arte que mejor dominan nuestros queridos políticos. Estoy convencido que si estos políticos tuvieran que realizar los mismos exámenes que hago a mis alumnos, algunos de ellos tendrían serios problemas para llegar siquiera al aprobado. Y curiosamente, todos ellos presentan unos currículum increíbles: varias carreras, idiomas, másteres… El adjetivo que definiría a muchos de ellos sería el de sofista al modo clásico. Sofista es un término que debido a la influencia de Sócrates y de Platón acabó por adquirir un sentido peyorativo designando a aquél que miente y que es capaz de hacer parecer verdadero un argumento falso y viceversa. Sin embargo, al menos en su sentido etimológico sofista se emparenta con sabio y sabiduría. Tenía un doble sentido: designaba a alguien que era experto en algún tipo de materia o alguien que no era experta en nada concreto pero que estaba en posesión de una sabiduría de carácter general que permitía aconsejar y persuadir a sus discípulos con acierto. Será efectivamente este segundo sentido el que acabó por imponerse para designar a los sofistas.
Recomiendo a los sofistas de la política actual la lectura de los clásicos. Uno muy importante al que yo acudo con frecuencia para leer y releer con verdadera pasión es Platón y su obra La República. En esta obra, Platón reflexiona acerca del filósofo y que identifica con el prisionero que se encuentra encadenado en el interior de la caverna. Una vez que se libera de sus pesadas cadenas, comienza un recorrido y una búsqueda y se da cuenta que lo que antes consideraba como más verdadero no era sino falso. Cuando sale al exterior de la caverna contempla la verdadera realidad alcanzando finalmente a la visión del Sol. Sin embargo, señala Platón, este sabio tiene la obligación moral de retornar otra vez al interior de la caverna para guiar hacia la liberación a sus antiguos compañeros. Pero no resulta nada fácil, de hecho, hubiera sido más sencillo para el sabio permanecer en el exterior ejercitando el conocimiento y siendo máximamente feliz. Aún así retorna, será tratado como un loco, será insultado e incluso ejecutado, como sucedió con el propio Sócrates. Éste es el verdadero ejercicio del político. El político debe estar cultivado y acceder a la política como un mal necesario y con el propósito de procurar el bien común.
¿Por qué los sofistas de la política actual tienen tanto interés en alcanzar el poder político? Esto nos hace pensar que son poco platónicos, pues para Platón, el sabio político tenía que ser incluso obligado a gobernar. En las campañas electorales podemos observar como nuestros políticos recorren buena parte de las ciudades y pueblos del país con el propósito de extender su mensaje político, de mostrarnos cuáles son los grandes problemas y cómo ellos son los únicos capaces para resolverlos. Les veo en la televisión haciéndose fotos y selfies con la gente, muy sonrientes. Incluso veo a gentes gritándole lo guapo que son. Ciertamente algunos podrán ser más guapos y, otros son menos pero ninguno de ellos destacan especialmente en lo que deberían destacar, esto es, en el arte de la política. Es más, esos ciudadanos que tan alegres se les ve con nuestros queridos políticos no los volverán a ver hasta la próxima vez que haya elecciones. Seguro que el interés de los políticos por alcanzar el poder no coincide con el pensamiento de Platón. Sospecho que seguramente que su verdadero interés es el económico porque una vez alcanzado el poder comenzarán a gozar de una serie de privilegios de los que no gozaba hasta ese momento y tendrá la oportunidad de ayudar a todas aquellas personas que estén próximas a su círculo: familiares y amigos.
Los políticos reprochan a los ciudadanos de escasa participación, de no ir a las urnas y votar. Toda esta situación de desafección política y desesperanza generalizada viene motivada de modo fundamental por nuestros propios políticos: por su incapacidad por detectar los problemas del país unido por su escaso interés por resolverlos, además de no poder alcanzar acuerdos entre ellos para formar gobiernos. Los grandes problemas de este país, además, de la propia clase política, son la vivienda, las pensiones de nuestros mayores, el paro y la necesidad de invertir de manera decidida por la sanidad  y la educación, porque, que no se nos olvide, los jóvenes de hoy son el futuro de nuestro país. Y exigimos a los políticos que de manera decidida y enérgica se pongan a trabajar de manera eficaz en la resolución de todos estos problemas.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Nuestros mayores.


Fotograma de la película Arrugas (1911).
Cada vez más, son frecuentes en los medios de comunicación las noticias sobre ancianos que mueren en la más absoluta soledad en sus casas o residencias. Nadie les echaba de menos, pareciera como si estuvieran de más en el mundo. Nadie o casi nadie acudió a su funeral. Estaban con vida pero ya habían experimentado una primera muerte: la social, que precede a la física. Su única compañera fiel durante los últimos años de su existencia fue la soledad. A nadie les importaba: ni familias, ni amigos ni allegados. Incluso hay quienes murieron y nadie se percató de ello hasta mucho después. ¿Os parece un modo legítimo de acabar la vida alguien que se esforzó y trabajó mucho por el bien de muchos?
Parecen que sólo llegan a importar cuando dejan de pagar las facturas, pero como ocurre que muchos de ellos tienen esos gastos domiciliados en cuentas bancarios, siguen pagando fielmente cada mes, incluso después de muerto. O también por temas de herencia, ¡cómo cambian de actitud aquellos hipócritas herederos con respecto al anciano del que puede recibir la herencia! ¿Por qué la gente sólo parece tener compasión y empatía con aquéllos que espera recibir algo a cambio?
¡Cómo les gusta realizar encendidos homenajes a estas personas cuando ya murieron y que poco se acordaron cuando estaban con vida! ¡Cómo les gusta reconocer los méritos de una persona cuando ya no está!
¿Te puedes imaginar la vida de una persona en un día de extrema soledad esperando la visita de alguien o aquella llamada de teléfono que no tendrá lugar? Porque el ser humano es esencialmente sociable y necesitamos del apego de nuestros semejantes. Necesitamos reír, emocionarnos, socializar, en definitiva necesitamos vivir con los demás. Las personas necesitamos sentirnos importantes y acompañados.
¿Puedes comprender que esa persona que a día de hoy se convirtió en un anciano tuvo un pasado donde una vez fue un joven y un niño? Puedo imaginar la vida de ese anciano en el pasado. Imagino el día en que nació y con cuánta alegría fue recibido por sus padres. Pienso en la alegría inmensa que recibió esos padres cuando él llegó al mundo. Esos padres hubieran hecho cualquier cosa, incluso sacrificar su propia vida, por el bien de su querido hijo. ¿Qué sentirían sus queridos padres si tuviesen la oportunidad de volver a la vida y vieran a su hijo tan desamparado y en soledad? Estoy seguro que sentirían un dolor inmenso porque no hay dolor más grande para unos padres que la desgracia de un hijo. Estoy convencido que estos pobres padres dirían: ¿Qué sentido tiene todos los sacrificios que durante en vida llevamos a cabo para que nuestro pequeño pudiera prosperar y poder tener una vida propia?
Me imagino a nuestros mayores cuando tuvieron a sus hijos y la alegría con los que los acogieron. Todos los sinsabores que sufrieron y todos los sacrificios que llevaron a cabo. ¿Cómo es posible desatender a los mayores después de los sacrificios que tuvieron que pasar para poder sacarnos adelante a pesar de las dificultades que nos ofrece el día a día de la vida?
Recuerdo a mis queridísimos abuelos, vivas personificaciones de la bondad humana, reunían todas las cualidades que siempre he admirado en una persona: además de la bondad, la empatía, el saber escuchar, el sacrificio, la fidelidad, la lealtad y tantas otras virtudes que no cabrían en ningún papel. Aunque ellos murieran, realmente no dejaron de existir nunca. Su recuerdo sigue presente en cada uno que tuvo la suerte de conocerlos. Y sé que cuando sus grandes corazones dejaron de latir, parte de mí también murió, como si el Sol ya no brillase tan fuerte o si el cielo ya no fuera tan azul como antes. Después de su muerte, ellos vivían dentro de mí, me alumbran a modo de fuerza interior al modo del ejemplo que me dieron en vida. Pero esto es justamente lo que deberíamos sentir cuando nuestros mayores nos dejan.
¿Qué tipo de sociedad es ésta en el que la gente mayor deja de tener su propio espacio y no se le respeta? Seguro que es una sociedad en la que a pocos nos gustaría vivir. La gente no reflexiona sobre el paso del tiempo, que la vejez se nos acerca a pasos agigantados y al final la muerte nos iguala a todos. Vivimos en un mundo tecnológico y globalizado cuya señal de identidad es el cambio permanente, y cada vez más rápido. La realidad nos desborda permanentemente, no tenemos ni siquiera tiempo para asimilar tantos cambios. Y cuando surge una noticia ya es sustituida por otra más reciente. Surge un nuevo producto y cuando paso un corto período de tiempo ya queda obsoleto y tiene que ser sustituido por otro. Pero esto no sólo desde el punto de vista material de los productos comerciales sino también para las personas.
Esto contrasta sobremanera con la imagen del anciano en el mundo clásico que era considerado como un vivo ejemplo que había que respetar y pedir consejo porque tenía experiencia y había vivido mucho. Es la imagen que Platón retrata en la obra La República con el anciano Céfalo cuando Sócrates le preguntaba qué era lo que entendía por justicia.
El filósofo Kant en su obra Fundamentación de la metafísica de las costumbres ya reflexionaba sobre este aspecto. Afirmaba que el individuo debía actuar de acuerdo con unos principios que derivaban de su razón y que mandaba de un modo incondicionado y universal. Estos principios los llamó imperativos categóricos y una de sus formulaciones hacía referencia a que debíamos tratar a toda la humanidad, ya sea uno mismo o ya sea cualquier otra persona siempre como fin y nunca como mero medio. Esto significaba que la persona por el hecho de ser tiene un valor absoluto e incondicionado, es decir, tiene dignidad, y, por tanto hay que respetarle bajo cualquier circunstancia. Pero en el mundo en el que vivimos cada vez más los valores brillan por su ausencia y se trata del mismo modo a una persona que a un objeto. El ser humano queda instrumentalizado y sólo es valorado en la medida en que pueda proporcionar algún tipo de beneficio o utilidad. En el deporte, por ejemplo en el fútbol, un deportista de élite de se hace mayor, pierde habilidades, pierde velocidad, se cansa antes. Los aficionados acaban reclamando un sustituto, y da igual lo grande que pudo ser en el pasado. Y los presidentes de los grandes clubes buscan una nueva estrella siguiendo un criterio económico. Pero esta estrella correrá la misma suerte que la estrella que había sustituido previamente.
¿De verdad que éste es el mundo que queremos legar a nuestros hijos? ¿Un mundo en el que sólo se valore a las personas por lo que nos pueda proporcionar y no por lo que se es? 
El hecho de envejecer a poca gente gusta. El paso permanente del tiempo trae consigo una pérdida de muchas cualidades. No seguiremos siendo eternamente el joven que somos actualmente, antes o después las arrugas surcarán nuestra frente y rostro, perderemos nuestra fuerza de juventud, nuestros cabellos adquirirán un tono plateado y a otros sencillamente se les caerá. Habrá quienes luchen contra el paso del tiempo con teñidos de pelos, operaciones estéticas, pero de poco servirá.
¡Cuánto nos habría gustado vivir eternamente esa etapa de permanente juventud como si fuera una estación de primavera o verano de largas tardes soleadas, con cielo azul!  ¡Cómo ese primer amor, aunque fuera platónico, en el que nos sentimos invencibles pero también tan vulnerables! Pensábamos que nadie era mejor que nosotros, nos poníamos el mundo como montera y ni siquiera lo pensábamos.
La vejez hay que asumirlo como un elemento consustancial a nuestro periplo vital. La gran tragedia humana es que estamos en permanente cambio, y no nos gusta aceptarlo. No somos seres estáticos sino que somos un proyecto en el que nos definimos..
Estoy seguro que no te gustaría vivir los últimos momentos de tu vida en absoluta soledad sino estar acompañado de los tuyos. Te gustaría exhalar tu último aliento de aire sintiendo el amor y comprensión de tus seres más queridos. Por ello, has de hacer tú lo mismo con nuestros mayores porque, seguramente, como trates a la gente, así te tratarán a ti.