Inmanuel Kant (1724-1804). |
¿Qué relevancia y repercusión ha
tenido la filosofía kantiana en la historia del pensamiento científico? Muchísima, aunque es cierto que muchas de sus intuiciones
han sido superadas, nos encontramos indudablemente con un pensamiento de gran
actualidad. Nos encontramos con uno de los autores que mejor representa al
ideal o prototipo de lo que debe ser un filósofo: interés por todos las áreas
del conocimiento humano (la filosofía, la física, las matemáticas, la religión,
la estética, la antropología o la geografía…) incansable buscador de la verdad
pero entendida siempre dentro de un lento proceso lento y gradual en el que
todos los conocimientos deberían estar perfectamente fundamentados hilvanados
sin ninguna improvisación o paso en falso.
Su filosofía del conocimiento responde a la fundamentación del conocimiento
científico: ¿Cómo son posibles los juicios
sintéticos a priori tanto en las matemáticas como en la física? En 1669
presenta Kant su Memoria de Acceso a Cátedra
y en 1770 obtiene su plaza como profesor titular de Lógica y metafísica en la
Universidad de Königsberg, cargo que ocupó hasta su muerte. Se inicia un
período de tiempo, el que transcurre entre 1770 y 1881, que es el año de
publicación de la primera edición de la Crítica
de la razón pura, que los estudiosos de la obra kantiana denominan de
transición hacia su etapa crítica. Precisamente se denomina etapa crítica
porque la razón se somete a un estudio riguroso y profundo con el objetivo de
conocer sus facultades, qué puede conocer y hasta cuándo. Es un período en el
que apenas publica nada, y cuando lo hace es de manera muy puntual y
tangencial, centrando su atención en la fundamentación de las matemáticas y de
la física. Para Kant el paradigma de todo conocimiento científico se identificaba
con Euclides desde el punto de vista matemático y con Newton desde el punto de
vista físico. Sin embargo, seguramente su entusiasmo por tales teorías le llevó
a atribuir las características de necesidad y universalidad, características
que serán abandonadas por el devenir científico posterior. Sin embargo no
podemos exigir a Kant ningún tipo de responsabilidad porque de manera evidente
la época en la que Kant vivió el desarrollo de los conocimientos era menor que
el que tenemos actualmente.
Para Kant las leyes de la matemática y de la física son sintéticas a priori, esto es, leyes que no
solamente presentan un carácter universal y necesario sino amplían nuestro
conocimiento del mundo. En su estudio sobre las matemáticas, concretamente en
la geometría, toma como criterio la geometría de Euclides, tal como aparece
formulada en su obra Elementos. La
matemática parte de definiciones de conceptos claros y precisos y procede a
deducir consecuencias a partir de ellas. Además, sólo podemos representar u
observar las cosas en la medida en que las forzamos a adoptar las formas a priori de nuestra sensibilidad. Para
Kant, nuestro mundo perceptual es euclideo y eso justamente porque el mundo
sólo puede aparecérsenos cuando se conforma a las formas de nuestra
sensibilidad, que es precisamente euclídea.
Podemos criticar a Kant respecto a su planteamiento de las matemáticas los
siguientes dos puntos: en primer lugar, si atendemos al campo de la biología y
concretamente a Darwin y los planteamientos evolucionistas que vinieron después,
nuestras formas a priori tienen un
carácter biológico que hemos ido adquiriendo a través de un largo proceso
evolutivo y esto conduce a la siguiente conclusión: nuestras estructuras
perceptivas incorporadas en nuestro aparato neurosensorial son a priori respecto al individuo, pero son
a posteriori respecto a la especie. En
segundo lugar, la filosofía kantiana de la matemática es una defensa de la
tesis de que la geometría euclídea es necesaria y la única posible. Entre
planteamiento acabaría entrando en crisis en el siglo XIX cuando se produjo la
proliferación de nuevas geometrías no euclidianas rigurosamente fundamentadas y
que resultaban igualmente válidas para el estudio de la realidad. Entre las
geometrías no euclídeas desarrollas destacamos la de Gauss, Bolyai, Lobatchesky
y Rienman. Por ejemplo, para Einstein la concepción geometría que mejor se amoldaba en su
concepción sobre la realidad a partir de su teoría de la Relatividad era no
euclidiana, concretamente la de Rienman.
Respecto a la concepción kantiana de la física Kant estuvo siempre
interesado por el estudio de la física y en su fundamentación. En el período
que los especialistas denominan pre-crítica (justamente denominado así porque
Kant no tenía un modelo consolidado de conocimiento en ese momento) Kant
desarrolló primero una línea leibno-wolfiano, que nunca le convencería de modo
pleno hasta que poco a poco se fue acercando a una línea newtoniana. Publicó en
1746 Pensamientos sobre la verdadera
estimación de las fuerzas vivas y realiza un análisis de los planteamientos
de Descartes y de Leibniz y toma partido por este último. Descartes había
definido la fuerza de un móvil como el producto de su masa por su velocidad y
había formulado un principio de conservación de la cantidad total de fuerza.
Leibniz consideraba insuficiente este planteamiento y distingue entre los
conceptos de fuerza viva y fuerza muerta. Mientras que la fuerza muerta es la
que depende de la posición del cuerpo, la fuerza viva es el producto de la masa
por el cuadrado de la velocidad.
Sin embargo, los intereses de Kant no se limitaban únicamente a la física
sino también a la cosmología. En sus estudios sobre la cosmología desarrolló
una tesis muy original sobre el origen del sistema solar que posteriormente
sería desarrollada por Laplace. Será en 1755 cuando Kant publique Historia natural general y teoría del cielo.
Expone una concepción sobre el sistema solar donde destaca la coplanaridad de
las órbitas planetarias, es decir el hecho de que toda ellas se encuentren
aproximadamente en el mismo plano, el de la elíptica. También desarrolla Kant
una simpática teoría sobre el carácter de los posibles inquilinos de nuestros
planetas vecinos planteando que los más sutiles e inteligentes serán aquéllos
cuya materia sea más sutil y ligera y, por tanto, cuanto menos denso es el
planeta en el que viven. Así, los habitantes de los astros más alejados serían
demasiado sabios y de elevado espíritu como para caer en el pecado, mientras
que los habitantes de los planetas inferiores están demasiado apegados a su
densa materia y carecen de un espíritu suficientemente capaz como para ser
responsables de sus actos ante el tribunal de justicia. Respecto al origen del
sistema solar plantea que fue a partir de la rotación y contracción de una nube
o nebulosa gaseosa primitiva. En el año 1796 Laplace expondría la misma teoría,
mucho más elaborada matemáticamente y físicamente, en su Exposición del sistema del mundo. Al principio habría existido una
nebulosa gaseosa incandescente, dotada de un movimiento rotatorio, que
lentamente se enfriaba y contraía. Al contraerse aumentaba su velocidad. Al
aumentar la velocidad angular, la aceleración del giro determinó un aumento de
la fuerza centrífuga, que a su vez dio lugar al desprendimiento de anillos de
materia de la superficie del núcleo de la nebulosa en contracción. El núcleo
central acabó siendo el Sol y los anillos desprendidos acabaron dando origen a
los planetas, que seguían girando en el mismo sentido que sus anillos
generadores (y que el Sol). De hecho, si Kant no hubiese pasado a la historia
del pensamiento por sus estudios en el campo de la filosofía lo habría hecho
seguramente sobre su planteamiento sobre el origen del sistema solar.
En la Crítica de la razón pura,
Kant pretende fundamentar los principios más generales de la mecánica de Newton
en las condiciones de toda la experiencia posible, salvándolos así de las
críticas de Hume. Hume había considerado que los juicios de la ciencia no son
universales sino que se basan en el hábito que genera en nosotros el hábito o
la costumbre. Hume había realizado de manera particular una demoledora crítica
al principio de causa que hasta ese momento gozaba de un estatus privilegiado
en el campo de la ciencia. Kant compartía con Hume la crítica al principio de
causa pero no las consecuencias que se derivaban de esa crítica. De hacerlo, se
seguiría que el conocimiento científico no sería posible, o al menos un tipo de
conocimiento rigurosamente fundamentado que era lo que precisamente quería
obtener Kant. En la Crítica de la razón
pura Kant pretende legitimar la ciencia física en las formas a priori de
nuestro entendimiento y que él denomina categorías (en clara alusión a
Aristóteles) o conceptos puros. Nuestro entendimiento proyecta sus categorías o
conceptos puros, entre los cuales se encuentra el principio de causa, a los
fenómenos dados por la experiencia, que a su vez también constituye una
síntesis entre la sensación empírica y las intuiciones puras del espacio y del
tiempo, pertenecientes a la sensibilidad, y de este modo son posibles los
juicios sintéticos a priori de la
física.
Tanto en la Crítica de la razón pura,
en su primera y segunda edición, de 1781 y 1787 respectivamente, como en Prolegómenos a toda metafísica que quiera presentarse como ciencia en el futuro,
Kant distinguía todavía entre los principios generales de la física de Newton
(como el principio de causa) que serían puros y a priori, y los principios empíricos, que dependerán parcialmente
de la experiencia, como las leyes del movimiento. Sin embargo, esta distinción
irá desapareciendo en la evolución posterior del pensamiento kantiano. El
apriorismo kantiano irá aumentando hasta el punto de que las tres leyes del
movimiento de Newton hasta ahora consideradas como parcialmente empíricas ya
aparecerán como principios a priori
en Fundamentos metafísicos de la ciencia natural.
Sin embargo, la fundamentación que realiza Kant en su Crítica de la razón pura puede ser criticada a partir del
desarrollo de la ciencia en el siglo XIX y XX. Considera Kant que las leyes de
la naturaleza son sintéticas a priori
y por eso tienen validez universal: representan la estructura de toda
experiencia posible. La experiencia es el lugar privilegiado en que el mundo
perceptual es no sólo percibido sino además pensado. El pensamiento es posible
siempre de acuerdo con las categorías, esquemas y principios de nuestro
entendimiento. Como hemos señalado más arriba, uno de estos principios a priori era el de causa. Tal era su importancia
que Kant consideraba que no era posible hacer física sin introducir dicho
principio. De aquí se seguiría, según Kant que una física indeterminista no
podría existir. Sin embargo, la física cuántica no asume el principio de
causalidad y es aceptada por la comunidad de científicos. Max Planck trató
siempre la causalidad como una hipótesis, no como un a priori del pensamiento humano. La mecánica cuántica acabará por
sustituir la causalidad por relaciones de probabilidad. Igual ocurre con otro
principio de nuestro entendimiento que para Kant era el de la conservación de
la masa. La mecánica relativista criticará de modo amplio afirmando que la masa
no se conserva sino que aumenta con la velocidad y se transforma con frecuencia
en energía.
El hecho de que la filosofía kantiana hoy en día haya quedado rebasada en
algunos aspectos no significa que la abandonemos. Muy al contrario. Cuando nos
acercamos a un autor clásico es necesario hacerlo siempre con cierta
sensibilidad histórica, es decir, Kant vivió en una etapa concreta de la
historia y por razones evidentes no podía predecir la evolución de los
conocimiento en el paso del tiempo. Justamente por ello, se hace necesaria su
readaptación. Kant no disponía el conocimiento de geometrías no euclídeas, ni
de la física cuántica. Todos somos hijos de una época, y esto significa que
hemos de asumir una serie de prejuicios teóricos propios de la época. El
pensamiento kantiano sigue siendo un poderoso instrumento de reflexión sobre la
realidad, el conocimiento o la ciencia. Todo aquél que se interese por la
lectura de su obra, podemos decir que su perspectiva sobre la realidad se
enriquecerá, del mismo modo que su juicio crítico. Especialmente en el campo de
la psicología la presencia de Kant resulta insoslayable, especialmente en los
planteamientos en torno a la actividad perceptiva y representativa. Tenemos
planteamientos como la psicología de la Gestalt
cuyo significado en castellano es forma, un término de fuerte arraigo kantiano.
Concretamente esta escuela de psicología desarrolla un análisis sobre las leyes
de la percepción a través de las cuáles el sujeto ordena y estructura los
estímulos sensoriales. Igual ocurre con la escuela cognitivista donde se pone
especial énfasis a la actividad constructiva del sujeto en su percepción de la
realidad. Kant fue responsable en teoría del conocimiento de lo que conocemos
como revolución copernicana porque considera que cuando ejercitamos la
actividad del conocimiento el sujeto tiene prioridad respecto a aquello que
conocemos. Por tanto, construimos en buena medida la realidad que percibimos,
aunque, obviamente necesitamos de un objeto estimulante para que se inicie todo
el proceso. Kant constituye el paradigma de lo que debe ser todo filósofo,
buscador incansable de la verdad, entiende la filosofía como una labor
multidisciplinar que se ocupa de todos los ámbitos del conocimiento humano
abarcando la antropología, la ética, la política, la religión incluso la
geografía. El pensamiento kantiano nunca morirá sino que a través de lecturas y
relecturas de su amplísima obra podremos empaparnos de un pensamiento
filosófico auténtico.