Pesadilla
en Elm Street es una película del año
1984 dirigida por Wes Craven y protagonizada por Robert Englund, John
Saxon y los debutantes Heather Lagenkamp y Johnny Deep. Así nacería
uno de los grandes mitos cinenatográficos del cine terror ochentero
como sería Freddy Krueger, con su cara quemada, su jersey a rayas y
cuchillas en las manos, dando lugar a una de las grandes sagas de
terror de mayor éxito de todos los tiempos, a la vez que
constituirse en un clásico del cine slasher
de los 80.
La
acción de la cinta transcurre en un pueblo llamado Sprinwood, en
Ohio, donde los hijos de la vecinos del lugar comienzan a sufrir
pesadillas relacionadas todas ellas con un hombre de aspecto terrible
llamado Freddy Krueger. A medida que avanza el metraje los
espectadores irán descubriendo que Freddy Krueger había asesinado
en el pasado a varios jóvenes del lugar. Sus padres tomaron la
resolución de tomarse la justicia por su propia mano quemándolo
vivo, ante la pasividad de la justicia. Sin embargo, Freddy Krueger
no morirá de manera definitiva sino que se refugiará en el mundo
de los sueños, o más bien de las pesadillas, con el objetivo de
acabar con la vida de los hijos de los ejecutores.
La
película comienza con una primera muerte excelentemente rodada hasta
punto de no tener absolutamente nada que envidiar con la mítica
escena de la ducha de Psicosis
(1960) de Alfred Hitchcock: una joven tiene una pesadilla que se
repite constantemente en la que es perseguida por Freddy Krueger.
Finalmente su novio será testigo de su asesinato siendo arrastrada
por las paredes y por el techo por el asesino de las cuchillas.
El
creador del personaje de Freddy Krueger fue Wes Craven que desde
entonces comenzaría a ser reconocido en el mundo del cine. Antes
había dirigido La última casa a la
izquierda (1972) y Las
colinas tienen ojos (1977), películas
de bajo presupuesto que acabarían convirtiéndose en títulos de
culto y establecería en buena medida las bases de gran parte del
cine de terror de la década de los 70 y de los 80. Además, en la
década del 2000 ambas películas fueron objetos de remake.
Sin lugar a dudas, de toda la
filmografía del director está será su película con mayor
repercusión. Pesadilla en Elm Street
daría lugar a una saga cinematográfica bastante irregular en sus
resultades anque con gran éxito a nivel comercial. Después
dirigiría Scream, vigila quien llama
(1996), otro gran éxito de taquilla en el que Wes Craven realiza un
ejercicio muy irónico sobre el cine de terror de los años 80.
Scream acabaría convirtiéndose también en otra saga
cinematográfica de gran éxito.
Pesadilla
en Elm Street también acabaría
convirtiéndose en una cinta de culto para todos los amantes del cine
de terror de los 80. La cinta forma parte del subgénero slasher,
muy típico de la época, pero, a diferencia de otras cintas,
sumamente original: el asesino mata a sus víctimas no ya desde
nuestro mundo real sino desde el mundo de los sueños y de las
pesadillas. Se trata de una historia sencilla y sin demasiadas
pretensiones pero con un guión muy bien escrito de la mano de Wes
Craven demostrando su gran capacidad para crear personajes
terroríficos que hacen pasar un mal rato a los espectadores.
Tal
como señala el propio Wes Craven, el personaje Freddy Krueger nació
a partir de dos sucesos cotidianos de su vida. En cierta ocasión,
cuando Wes Craven era niño estaba contemplando en la ventana de su
habitación y pudo ver a un hombre que llevaba un sombrero que le
cubría el rostro y que fijó su mirada en él, provocándole un gran
terror. Años después, en otra ocasión, Wes Craven escuchó en la
radio que un joven había muerto mientras dormía. Este joven durante
sus últimos días de vida luchó de manera incansable por no dormir
pues alguien pretendía asesinarle en sus pesadillas.
¿Cuál
es la novedad que introdujo Pesadilla en
Elm Street en el mundo del cine
slasher? A
diferencia de La noche de Halloween
(1978) y de Viernes 13
(1980), por citar los dos grandes ejemplos del cine slasher
de la
época, donde los asesinos (Michael
Myers y Jason Voorhees)eran personajes reales que ejecutaban a sus
víctimas haciendo uso de distintas armas: cuchillos, hachas…, en
Pesadilla en Elm Street, como
hemos señalado más arriba, el
asesino pertenece al mundo de los sueños. Las víctimas trataban de
evitar dormirse para no morir a manos de Freddy Krueger. Es cierto
que en las sucesivas continuaciones de La
noche de Halloween como de Viernes
13 se fueron introduciendo elementos
fantásticos. Otra elemento identificatorio del personaje de Freddy
Krueger es el humor. Freddy posee un carácter irónico y sarcástico
y en películas posteriores irá incluso en aumento. Este sentido del
humor marcaría una nueva tendencia en el modo de hacer cine de
terror y que influirá en otras cintas de la época como Noche
de miedo (1985) de Tom Holland y House:
una casa alucinante (1985) de Steve
Miner, donde se combinaba con gran acierto el terror y el humor. En
Pesadilla en Elm Street
el humor se introducirá en pequeñas
dosis, a diferencia de lo que ocurriría en posteriores secuelas
donde se radicalizará. Las continuaciones bajaron el nivel
cinematográfico de la primera película, a excepción de la
extraordinaria Pesadilla en Elm Street
III: Los guerrero del sueño (1986) de
Chuck Russell y La nueva Pesadilla
(1994) dirigida por el propio Wes Craven.
El
principal atractivo de la cinta será el personaje de Freddy Krueger,
interpretado por Robert Englund, que en las películas posteriores
acabaría convirtiéndose en el principal reclamo con un sentido del
humor exacerbado convirtiéndolo prácticamente en un bufón. El
Freddy Krueger de Robert Englund es un personaje que posee su propia
mitología, no teniendo nada que envidiar a otros grandes monstruos
de la pantalla como el Drácula de Christopher Lee o el Frankenstein
de Boris Karloff. Al igual que estos personajes, Freddy Krueger posee
también una serie de elementos icónicos del propio personaje: el
cuerpo quemado, el jersey a rayas, el sombrero o las cuchillas de las
manos convirtiéndolo en una de las figuras más emblemáticas del
cine de terror.
Freddy
conoce los miedos más profundos de sus víctimas y los utiliza a su
favor, premisa argumental que también aparecería años después en
la reivindicable Horizonte final
(1997) de Paul W. S. Anderson. En Pesadilla
en Elm Street, los espectadores se
sienten siempre atraídos por Freddy Krueger y la razón de ello se
encuentra seguramente en su humor, aunque ciertamente se encuentra a
medio camino entre el terror y lo cómico. A diferencia de otros
asesinos del universo cinematográfico, Freddy no se encuentra en
ningún lugar concreto, ya sea un motel como Norman Bates de
Psicosis,
un psiquiátrico como Michael Myers de La
noche de Halloween o un campamento como
Jason Voorhees de Viernes 13
sino, como hemos señalado antes, forma parte de los miedos más
íntimos de cada individuo. A diferencia de Norman Bates, de Michael
Myers y de Jason Voorhees, que eran personajes reales que una vez
detenido y encarcelado dejaban de ser una amenaza (aunque es cierto
que en el caso de Michael Myers y de Jason Voorhees en las secuelas
sucesivas fueron revistiéndose cada vez más de un halo
sobrenatural), Freddy Krueger pertenece al mundo de los sueños y,
por tanto, no podía morir. Así, solamente cuando los protagonistas
dormían, sus vidas podían correr peligro.
Pesadilla
en Elm Street crea un vínculo fuerte
entre Freddy Krueger y Nancy, muy parecido al que ya se establecía
entre Norman Bates y Marion Crane en Psicosis,
Michael Myers y Laurie Strode en La
noche de Halloween o Hannibal Lecter y
Clarice en El silencio de los corderos.
Se trata de una relación en la que cada polo necesita de su polo
contrario para sacar lo máximo de sí mismo.
Al
igual que Robert Englund, es muy destacable el papel de Heather
Langenkamp que debutaba en el cine en esta cinta y que se encargará
de dar perfecta réplica a Freedy Krueger no desentonando en su papel
en ningún momento. También nos encontramos a un joven Johnny Deep
en un breve papel antes de sus grandes películas de Eduardo
Manostijeras y Piratas
del Caribe.
Respecto
a la banda sonora de la cinta destaca especialmente la melodía
principal que acompaña a lo largo de la cinta compuesta por Charles
Bernstein y que la dota de un clima muy onírico y perturbador.
Pesadilla
en Elm Street, al igual que el filósofo
Descartes en su obra Discurso del
método, reflexiona acerca de esa
distinción entre el mundo real y el mundo ficticio, confundiendo de
manera permanente tanto a los personajes de la película como a los
espectadores. De este modo y éste el el elemento original de la
película tal como señalábamos más arriba, el género slasher
es llevado al mundo de los sueños y del inconsciente freudiano
indagando los grandes miedos de la mente humana.
Llama
la atención la descripción tan negativa y pesimista con la que
retrata Wes Craven el mundo de los adultos de la películas, quienes
teóricamente deberían ser los máximos referentes de los jóvenes y
velar por su seguridad. Se muestran incapaces de asumir las
consecuencias de las acciones que llevaron a cabo en el pasado. Y lo
que es peor, no son capaces de proteger de manera adecuada a sus
propios hijos de un ser maligno del que ellos fueron máximos
responsables.
Respecto
al desenlace del final de la película. Wes Craven inicialmente tenía
pensado un final cerrado que imposibilitara la realización de nuevas
continuaciones. Sin embargo, el productor de la cinta, Robert Shaye,
siendo consciente de las posibilidades argumentales del personaje de
Freddy Krueger impuso un final abierto que hiciera posible una
continuación de la cinta, lo que acabaría pasando finalmente.
Pesadilla
en Elm Street constituyó un soplo de
aire fresco en el cine de terror gracias a su sentido del humor, la
dualidad realidad-fantasía que introduce y, por supuesto, su terror.
Aunque esté lejos de ser una obra maestra al modo de Psicosis
(1960), pero es muy superior a la mayoría de las cintas de slasher
de la época. En definitiva, estamos ante una cinta sumamente
recomendable y que todo aficionado al cine tiene la obligación de
visionar, al menos una vez en la vida.