Cuarta entrega de una de las sagas de terror más conocidas de la década de los ochenta como fue House: una casa alucinante. Son una serie de películas de serie B, con bajo presupuesto donde se combinaba de terror y comedia, todo ello unido al encanto que destila el cine ochentero. La primera de la saga, House una casa alucinante constituyó un buen punto de referencia de gran éxito sobre todo de cineclubs. La segunda bajaba el nivel sobremanera pues prácticamente desaparecía el terror para convertirse en una especie de comedia de aventuras, aunque no por ello deje de ser recomendable para el seguidor de este tipo de cine. La tercera fue, al menos para el que esto escribe, la mejor de la saga. Aunque los productores de la cinta eran los mismos que los de las dos entreas anteriores, la cinta se alejaba argumentalmente. Aquí se abandonaba todo ese tono amable y de comedia de las dos primeras entregas para convertirse en una cinta de auténtico terror sobre un asesino ejecutado que, al modo de Freddy Kruegger, volvía de la muerte para vengarse del policía que lo detuvo. ¿Qué decir de esta cuarta entrega sin resultar demasiado duro en la crítica? Se trata de una cinta con una dirección torpe y carente de ritmo, con una ambientación donde el bajo presupuesto se pone de manifiesto, rozando de modo muy peligroso el cutrerío, con una fotografía que no tiene nada que envidiar a las películas televisivas que emiten cierto canal español los fines de semana poco después de la hora de comer y con solo un par de escenas de terror. No por ello el seguidor de la saga House debe dejar su visionado pues es un producto que a pesar de sus evidentes defectos a todos los niveles (técnicos, dirección o guión) acaban entreteniendo e incluso divirtiendo, aunque de un modo muy diferente al modo en que inicialmente fue concebido la cinta.
Como guiño a los seguidores de la primera película, la cinta vuelve a recuperar el personaje de William Katt, interpretando a Roger Cobb, aunque su tiempo en pantalla sea muy reducido.
Pasemos al análisis del argumento. Roger Cobb y su familia sufren un accidente de tráfico y que acaba con el fallecimiento de él y la hija quedándose paralítica. Nelly, la mujer de Roger Cobb, decide hacerse cargo de una casa vieja pertenece a la familia de Roger Cobb. Su objetivo es reformarla para trasladarse allí a vivir con su hija y empezar una nueva vida. Pero Nelly desconoce que la casa está construida bajo un manantial de origen indio considerado sobrenatural. No es un argumento nada nuevo sino que se repite habitualmente en el cine de terror desde Al final de la escalera (1980) de Peter Medak hasta Cementerio de animales (1989) de Mary Lambert. Ni siquiera el tema de la venta de la casa encantada es algo novedoso sino que también se repite con frecuencia, por ejemplo en Motel Bates (1987) de Richard Rothstein. ¿Qué decir de esa escena final que seguramente se inspiró en la película Ghost (1990) de Jerry Zucker? Repito, la cinta argumentalmente no aporta nada: en el fondo es el mismo que el de la primera entrega pero cambiando personajes. Respecto a los personajes, aparece el personaje de William Katt de manera muy tramposa para poner en relación esta película con la primera entrega. Sin embargo el personaje es ligeramente diferente a lo que fue en la primera entrega. Además, como hemos señalado antes, se trata de un cameo sin más trascendencia. Del resto del reparto nos encontramos con el personaje de Verna, la asistenta, que está interpretada por Denny Dillon, que había participado en la serie Sigue soñando como secretaria de la protagonista. Terri Treas interpreta a Nelly, una actriz de amplia carrera sobre todo en el mundo de la televisión.
No llego a comprender que el director y productor Sean S. Cunningham que ya había demostrado su buen hacer en el cine de terror en cintas como la saga de terror de Viernes 13, pueda estar involucrado en semejante subproducto. También vuelve a aparecer Manfredini como responsable de la banda sonora. Por cierto, tanto Manfredini como Cunningham han estado siempre ligados a la saga desde la primera entrega.
La dirección corre a cargo de Lewis Abernathy, un realizador que tampoco ha tenido una gran carrera en el cine. Le ha faltado introducir más dinamismo y chispa a la narración, parece que no existe un auténtico sentido unitario para toda la trama. ¿Qué decir de esa escena en la que se muestra a una pizza parlanchina? Como he señalado antes la cinta presenta un inaguantable tufillo a telefilm que desde mi punto de vista lastran con mucho la cinta.. Además, al ser la cuarta cinta de la saga cabría esperar una mayor inversión de dinero y con medios al menos dignos que hagan que la película visualmente hubiera resultado más atractivo. Es que ni siquiera hay efectos especiales para envolver de cierta ambientación para una película de terror. La escena más destacable desde un punto de vista visual fue la ducha con sangre, pero muy poco para ser la cuarta entrega de la película.
En definitiva, una película que aunque se pueda ver y es entretenida siempre y cuando se desligue de la saga originaria, no deja de ser una pequeña decepción para ser el cierre, al menos por ahora, de la saga de House. Todo queda muy descafeinado y light, se prescinde del terror e incluso, a veces parece un melodrama aunque con algunos apuntes de terror.
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