Vivimos en una etapa de decadencia permanente de la cultura donde, como ya advirtió Nietzsche, hemos perdido las grandes referencias. Hay desinterés y nulo espíritu crítico predominando la ley del mínimo esfuerzo y sometimiento permanente a la opinión de los demás. Las personas que deberían dar ejemplo realmente no son ejemplo en nada y sobrevivimos al día día sin un proyecto de vida acabado pareciendo que el azar es el que guía nuestros inciertos destinos.
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