El Exorcista: el comienzo es la esperada precuela del clásico del cine de terror El exorcista (1973) de William Friedkin dirigida por Renny Harlin en 2004 y protagonizada por Stellan Skarsgard e Izabella Scorupco. Es todo un fiel reflejo de todos los avatares que sufrieron todas las secuelas de El Exorcista ya sea por guiones flojos o mal enfocados, directores equivocados o decisiones fallidas tomadas por el equipo de producción. A excepción de la película original, el resto de cintas parecen tocados por el despropósito y la calamidad. La película original de El exorcista, como todo aficionado sabe, acabó por convertirse en un clásico del cine de terror, además de iniciador de un nuevo subgénero de posesiones diabólicas y exorcismos. Es una auténtica referencia para el cine de terror posterior. Lo que llama la atención es que nació con vocación de cine comercial y de entretenimiento. La secuela de El exorcista llegaría a los cines en el año 1977 bajo el título de El exorcista 2: el hereje con una dirección que correría a cargo del personal John Boorman. Fue un error esta elección del director de la cinta pues, aunque se trata de un profesional del cine de un incuestionable talento tiene un universo cinematográfico muy definido y que difícilmente podía casar con el universo de El Exorcista. Su película fue tremendamente confusa, enigmática, por momentos tediosa pero también, ¿por que no?, fascinante con unos extraños viajes hipnóticos por el tiempo, plagas de langostas y bellas imágenes oníricas de carácter pesadillesco. Pero, no nos engañemos, nada de ello guardaba la más mínima relación con El Exorcista.. Aunque a servidor le gustara la película por proponer algo totalmente distinto para lo que previsiblemente debería haber sido una continuación de El Exorcista, no me sorprende en absoluto el batacazo que se llevó la película a nivel comercial y sobre todo artístico. Aunque ciertamente no fue un fracaso comercial en cuanto a taquilla pues recuperó con creces el dinero invertido para la producción pero quedó lejos de convertirse en el éxito de taquilla al que estaba destinado inicialmente y muy lejos, por supuesto, de la película original. Fue tanta la decepción que generó la cinta que la tercera entrega no llegaría hasta el año 1990, ya sin John Boorman y dirigida por William Peter Blatty, el autor de la novela de El exorcista y que adaptaba su novela Legión, continuación de El exorcista e ignoraba por completo todo lo acaecido en El exorcista II El hereje.. La película estuvo protagonizada por George G. Scott, que tampoco tuvo la mejor interpretación de su carrera. John Boorman volvería a recuperar el prestigio perdido con la gran Excalibur (1981).
El director inicialmente previsto para dirigir este El Exorcista: el comienzo era John Frankenheimer que contaba con una amplia experiencia en el mundo del cine con películas como El hombre de Alcatraz (1962), Siete días de Mayo (1964), ambas protagonizadas por Burt Lancaster, French Connection II (1975) con Gene Hackman, La isla del doctor Moreau (1996) con Marlon Brando y Val Kilmer o Ronin (1998) con Robert de Niro y Jean Reno. Sin embargo, John Frankheimer fallecería poco antes de iniciarse el rodaje de la película a partir de las complicaciones que se derivaron de una operación en la columna vertebral. La dirección correría a cargo esta vez de Paul Schrader, otro monumental error de elección tal como ocurrió antes con John Boorman. Paul Schrader, al igual que John Boorman es un director también con un universo muy personal y reconocible donde hizo una película en la que vertió todas sus obsesiones relativos a la pérdida de la fe y de la naturaleza del mal, pero muy alejado del tipo de película comercial que los productores demandaban llevar a cabo inicialmente. Paul Schrader es un excelente guionista de cintas como Taxi Driver (1975) y La última tentación de Cristo (1988), ambas dirigidas por su amigo Martin Scorsese y director de Posibilidad de escape (1992) y Aflicción (1997). Sin embargo, que seas un gran artista del cine no significa que pueda hacer todo tipo de película. Concretamente, esta cuarta entrega de El exorcista no pedía ser una película filosófica acerca de la pérdida de la fe y la maldad de la naturaleza humana sino una cinta más comercial dirigida hacia el gran público. La versión de Paul Schrader no acabaría por llegar a los cines pues no gustó nada a los productores. Éstos contrataron a un nuevo director, en este caso al competente Renny Harlin, responsable de éxitos como La jungla 2 (1990) con Bruce Willis, Máximo riesgo (1993) con Sylvester Stallone o Deep blue sea (1999) con Thomas Jane, para que arreglara el desaguisado de Schrader. Esto nos hace reflexionar que en ocasiones parecen basar sus decisiones en torno al mundo del cine más bien en el capricho y la arbitrariedad y que en un verdadero conocimiento. Se le dio a Renny Harlin un aumento del presupuesto y su pretensión era partir del material rodado por Schrader y rodar nuevas escenas que introdujesen mayor acción y dinamismo a la cinta. Una de las dificultades de las que partió Renny Harlin es que ya no pudo reunir el mismo elenco de protagonistas de la cinta de Paul Schrader, esto obligó a rodar una película prácticamente nueva. A servidor le gusta más la versión de Renny Harlin en primer lugar porque la película de Paul Schrader está inacabada, como podemos comprobar con su pobrísimo acabado visual de la película con unos efectos especiales que parecen sacados de una barata cinta de serie B. Renny Harlin desde el primer momento tuvo claro cuál sería su cometido en la cinta: aterrorizar al pobre espectador. Se trata de una misma historia pero contada en dos versiones distintas. Es manifiesto que Renny Harlin, a diferencia de Paul Schrader es un especialista del cine de acción pues su montaje es mucho más dinámica y enérgico, con un mejor acabado visual que el espectador sigue con interés sobre todo a lo largo de la primera parte de la cinta, evitando el ritmo cansino y lineal de Schrader. A pesar de lo dicho, no significa que estemos ante una gran película de terror. La versión de Renny Harlin fue la que acabó por exhibirse en las salas de todo el mundo siendo objeto de muy malas críticas y de escasa repercusión en taquilla hasta el punto de no recuperar el dinero invertido en él.
La película se inicia con un intenso prólogo que se remonta aproximadamente al siglo V después de Cristo donde el espectador puede darse cuenta que se trata claramente de una precuela, además de un homenaje a la cinta original. La película vuelve al siglo XX donde podemos observar a su personaje principal, Lankester Merrin, viviendo una crisis de fe debido a un episodio traumático vivido en la 2ª Guerra Mundial y que a lo largo de la cinta se va revelando en diversos flashbacks. Merrin acabaría abandonando los hábitos para retomar su profesión de arqueólogo. A lo largo de la cinta el espectador asistirá como testigo a la narración de esa historia. Unos oficiales nazis obligaron a Merrin durante la 2º Guerra Mundial a elegir entre 10 miembros de su congregación religiosa a morir, porque si no lo hacía morirían todos. Este sufrimiento interno llevará a Merrin a la pérdida de la fe en Dios y en la consideración de la maldad inherente al ser humano. Tales pensamientos llevará a Merrin a entregarse a la bebida. La película nos llevará a continuación hasta la región de Turkana, a Kenia, sometido por el dominio británico donde acaba de producirse el descubrimiento de una Iglesia Cristiana perteneciente a una época muy anterior a la llegada del Cristianismo. Poco a poco, a medida que la Iglesia es desenterrada, una ola de maldad se extenderá por toda la zona destruyendo todo aquello que se encuentra a su paso. Unas hienas devorarán a un pobre niño indefenso.
Se trata de un argumento poco novedoso respecto a la cinta original de William Friedkin, pero, a pesar de ello, Renny Harlin disponía de todos los mimbres necesarios para construir una cinta interesante. En su primera parte la película es ciertamente notable, tanto la ambientación y con una historia que logra interesar al espectador. Como he señalado más arriba, la cinta comienza de manera notable con una secuencia inicial maravillosa repleta de acción y que permite situar al espectador en el corazón del argumento. Observamos a un Merrin cansado, como si hubiera perdido todo interés por seguir viviendo, todo ello como consecuencia de su tormentoso pasado en la 2º Guerra Mundial. Este Merrin presenta una caracterización que a servidor le recuerda sobremanera a Indiana Jones, no sólo por ser arqueólogo sino por su vestimenta. Sin embargo, el innterés de la cinta decae de manera preocupante en la segunda mitad de la cinta, cuando debería haber sido lo contrario. Me han llamado la atención sus efectos especial que son un poco pobres, por ejemplo en la escena de unas hienas digitalizadas que parecen volar.
Ya con la contratación de Renny Harlin los productores pusieron de manifiesto que no había ninguna intención artística de hacer una película que pasase a la historia del cine sino una cinta convencional, nada innovadora, comercial y perfectamente olvidable una vez vista. No observo ninguna intención de contentar al verdadero aficionado del cine de terror sino que el enfrentamiento entre Merrin y el diablo fuera lo más sangriento y visceral posible para atraer a la máxima cantidad posible de gente al cinte. La cinta está llena de trucos baratos y tópicos, que podemos ver en cualquier otra cinta de medio pelo, y sin ya mencionar un final que parece merecer un capítulo aparte. Y es que, tal como sucedía El exorcista III parecía necesario introducir una escena de exorcismo aunque fuera de manera forzada y si se parece a la niña Regan de la película original original mejor. Me queda la sensación de no ser más que una parodia de la primera película, un poco como la cinta de Reposeída (1990) con Leslie Nielsen.
La cinta de Renny Harlin abandona el terror para centrarse solamente en los sustos fáciles. Éste es el mayor error de la cinta porque carece de toda esa ambientación terrorífica que sí tenía la cinta original. Y es que la película pasa perfectamente por un thriller de acción, sumamente efectista con escenas truculentas más o menos explícitas. El guión está mal resuelto porque se introduce un giro final pretendidamente novedoso para sorprender al espectador y que no lo consigue pues no hace sino repetir lo que ya se ha visto en otras cintas de temática parecida. Repito. el espectador, o al menos servidor, termina con la sensación de que la película tenía que introducir una escena de exorcismo ad hoc. Aunque lógicamente ya me diréis es que si no lo hace entonces el título de la cinta carecería de sentido.
También la película tiene algún aspecto positivo. El diseño de la Iglesia enterrada es muy potente y llama la atención que en lugar de señalar un camino hacia el Cielo, que sería lo más previsible, señala al interior de la tierra. Ese camino se inicia a partir de una tumba que a modo de una caja de Pandora encierra la esencia del Mal en su interior. En la película se plantea ciertamente cuestiones filosóficas muy interesantes en torno a la existencia del mal en el mundo, de la libertad y la culpa pero únicamente a modo de pinceladas pues son interrumpidas constantemente por escenas de acción y de susto, que es lo que más le interesaba expresar Renny Harlin. En este aspecto sí que me gustó más la versión de Paul Schrader.
Volviendo a Paul Schrader, éste mantuvo un juicio con los productores para conseguir la exhibición de su versión, y logró justo un año en una versión en DVD y un lanzamiento para video-clubs. Se trata de una obra indudablemente inacabada: su acabamiento visual es bastante pobre debido a sus limitaciones de presupuestos. Una virtud de su versión es que no hay tantas visceras gratuitas ni tanto efecto digital pues esto en el fondo no hacía sino restar verosimilitud a la historia que está contando. Renny Harlin parece tener mucho más claro el propósito de su película ofreciendo al espectador lo que quiere ver. La cinta de Paul Schrader es más pretenciosa, al modo de Prometheus (2012) de Ridley Scott, la precuela de Alien, donde los fantasmas interiores de Merrin están más presentes que la historia que inicialmente quería contar. El error de Paul Schrader es su falta de coherencia, no puedes hacer una película de arte y ensayo cuando la intención era llegar al máximo numero posible de audiencia. En la versión de Renny Harlin sí que tiene una continuidad con la primera cinta. Sin embargo, que la versión de Harlin sea más coherente con la historia original, más entretenida, aunque igualmente olvidable una vez vista, no significa que estemos ante una gran película, como he señalado antes. Renny Harlin usa los mismos trucos para asustar que el espectador atento ha visto en muchas otras cintas como por ejemplo la saga Scream de Wes Craven o clásicos ochenteros como La Noche de Halloween (1978) de John Carpenter y Viernes 13 (1980) de Cunningham donde manda los escenarios poco iluminados y los sustos fáciles, pero aún así logra sobrecoger al espectador. La película se encuentra a años luz de la cinta de Friedkin, no engaña a nadie y su única pretensión es entretener, algo que consigue holgadamete. Por tanto, es una película que todo seguidor de la saga de El Exorcista debería ver, aunque, indudablemente su calidad cinematográfica deje a veces bastante que desear.