sábado, 26 de diciembre de 2020

House IV (1992) de Leis Abernathy.

    


Cuarta entrega de una de las sagas de terror más conocidas de la década de los ochenta como fue House: una casa alucinante. Son una serie de películas de serie B, con bajo presupuesto donde se combinaba de terror y comedia, todo ello unido al encanto que destila el cine ochentero. La primera de la saga, House una casa alucinante constituyó un buen punto de referencia de gran éxito sobre todo de cineclubs. La segunda bajaba el nivel sobremanera pues prácticamente desaparecía el terror para convertirse en una especie de comedia de aventuras, aunque no por ello deje de ser recomendable para el seguidor de este tipo de cine. La tercera fue, al menos para el que esto escribe, la mejor de la saga. Aunque los productores de la cinta eran los mismos que los de las dos entreas anteriores, la cinta se alejaba argumentalmente. Aquí se abandonaba todo ese tono amable y de comedia de las dos primeras entregas para convertirse en una cinta de auténtico terror sobre un asesino ejecutado que, al modo de Freddy Kruegger, volvía de la muerte para vengarse del policía que lo detuvo. ¿Qué decir de esta cuarta entrega sin resultar demasiado duro en la crítica? Se trata de una cinta con una dirección torpe y carente de ritmo, con una ambientación donde el bajo presupuesto se pone de manifiesto, rozando de modo muy peligroso el cutrerío, con una fotografía que no tiene nada que envidiar a las películas televisivas que emiten cierto canal español los fines de semana poco después de la hora de comer y con solo un par de escenas de terror. No por ello el seguidor de la saga House debe dejar su visionado pues es un producto que a pesar de sus evidentes defectos a todos los niveles (técnicos, dirección o guión) acaban entreteniendo e incluso divirtiendo, aunque de un modo muy diferente al modo en que inicialmente fue concebido la cinta.

Como guiño a los seguidores de la primera película, la cinta vuelve a recuperar el personaje de William Katt, interpretando a Roger Cobb, aunque su tiempo en pantalla sea muy reducido.

Pasemos al análisis del argumento. Roger Cobb y su familia sufren un accidente de tráfico y que acaba con el fallecimiento de él y la hija quedándose paralítica. Nelly, la mujer de Roger Cobb, decide hacerse cargo de una casa vieja pertenece a la familia de Roger Cobb. Su objetivo es reformarla para trasladarse allí a vivir con su hija y empezar una nueva vida. Pero Nelly desconoce que la casa está construida bajo un manantial de origen indio considerado sobrenatural. No es un argumento nada nuevo sino que se repite habitualmente en el cine de terror desde Al final de la escalera (1980) de Peter Medak hasta Cementerio de animales (1989) de Mary Lambert. Ni siquiera el tema de la venta de la casa encantada es algo novedoso sino que también se repite con frecuencia, por ejemplo en Motel Bates (1987) de Richard Rothstein. ¿Qué decir de esa escena final que seguramente se inspiró en la película Ghost (1990) de Jerry Zucker? Repito, la cinta argumentalmente no aporta nada: en el fondo es el mismo que el de la primera entrega pero cambiando personajes. Respecto a los personajes, aparece el personaje de William Katt de manera muy tramposa para poner en relación esta película con la primera entrega. Sin embargo el personaje es ligeramente diferente a lo que fue en la primera entrega. Además, como hemos señalado antes, se trata de un cameo sin más trascendencia. Del resto del reparto nos encontramos con el personaje de Verna, la asistenta, que está interpretada por Denny Dillon, que había participado en la serie Sigue soñando como secretaria de la protagonista. Terri Treas interpreta a Nelly, una actriz de amplia carrera sobre todo en el mundo de la televisión.

No llego a comprender que el director y productor Sean S. Cunningham que ya había demostrado su buen hacer en el cine de terror en cintas como la saga de terror de Viernes 13, pueda estar involucrado en semejante subproducto. También vuelve a aparecer Manfredini como responsable de la banda sonora. Por cierto, tanto Manfredini como Cunningham han estado siempre ligados a la saga desde la primera entrega.

La dirección corre a cargo de Lewis Abernathy, un realizador que tampoco ha tenido una gran carrera en el cine. Le ha faltado introducir más dinamismo y chispa a la narración, parece que no existe un auténtico sentido unitario para toda la trama. ¿Qué decir de esa escena en la que se muestra a una pizza parlanchina? Como he señalado antes la cinta presenta un inaguantable tufillo a telefilm que desde mi punto de vista lastran con mucho la cinta.. Además, al ser la cuarta cinta de la saga cabría esperar una mayor inversión de dinero y con medios al menos dignos que hagan que la película visualmente hubiera resultado más atractivo. Es que ni siquiera hay efectos especiales para envolver de cierta ambientación para una película de terror. La escena más destacable desde un punto de vista visual fue la ducha con sangre, pero muy poco para ser la cuarta entrega de la película.

En definitiva, una película que aunque se pueda ver y es entretenida siempre y cuando se desligue de la saga originaria, no deja de ser una pequeña decepción para ser el cierre, al menos por ahora, de la saga de House. Todo queda muy descafeinado y light, se prescinde del terror e incluso, a veces parece un melodrama aunque con algunos apuntes de terror. 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Tu luz me ilumina desde el Cielo.

         Mi querida abuela, eras como una luz que iluminaba este mundo hasta ese día en que tu corazón se apagó y te marchaste para siempre. Te fuiste lentamente, casi sin avisar. Tenías un corazón demasiado grande para este mundo. Quiero que estas palabras lleguen a ti porque no te hablo yo sino mi corazón. Sé, que ni siquiera habría sido necesario escribir estas palabras porque tú con una simple mirada ya adivinaba todo lo que acontecía en mí interior.

Te fuiste tal día como hoy de hace pocos años debido a esa maldita enfermedad que tanto odié, y que poco a poco te fue mermando hasta lograr privar a tus seres queridos de la luz que irradiaba tu presencia. Recuerdo la última vez que te vi. Era finales de agosto y, como era habitual en mí, antes de incorporarme a mi centro de trabajo en Septiembre fui a tu casa para despedirme de ti. Me despedí de ti con un beso y un fuerte abrazo, como solía hacerlo siempre. Sin embargo, ¿Sabes mi muy querida abuela que supe en ese momento que ya no te volvería a ver más? Tuve ese presentimiento, como un pensamiento claro y preciso, no como una mera intuición u ocurrencia sino como una certeza absoluta e indudable. Debido al desarrollo de esa maldita enfermedad que tenías permaneciste impasible sin articular palabra. ¡Cuánto me habría gustado decirte en ese momento lo importante que fuiste en mi vida y que yo no quería que te marcharas nunca! Cuando cogía el autobús lo pensé detenidamente de nuevo e incluso tuve la tentación de bajarme para volver a verte y decirte lo mucho que te había querido y que siempre fuiste el mejor ejemplo que tuve en vida. Pero no lo hice. Ese pensamiento me abandonó y como ocurre siempre, me sumergí en la vorágine de la vida y en sus rutinas y continúe mi camino. Hasta que tal día como hoy de hace pocos años mi madre me llamó para decirme que te habías ido. De verdad querida abuela, desde que te fuiste el mundo se convirtió en un lugar menos humano, más oscuro, triste y sombrío, perdiendo gran parte de su encanto. Y no puede ser para menos, porque sin ti el mundo ha perdido esa sonrisa tan tuya que irradiaba de vida y de luz todo lo que te rodeaba.

Querida abuela, eras una persona discreta, valiente, luchadora y cuando tenías un problema te lo guardabas para ti y no querías que ninguno de tus seres queridos se enteraran para evitarles cualquier sufrimiento.

Ya sé mi querida abuela que todos nos vamos tarde o temprano de este mundo, pero es ¡tan difícil de aceptar que una persona tan maravillosa como tú se marchara! Pedí un permiso y volví a casa. No fui a tu funeral porque me negaba a verte sin vida. Para mí hubiera sido un dolor muy fuerte e inasumible. Además, en estas ocasiones siempre aparecen las personas que en los momentos importantes no estuvieron presentes, personas a los que apenas tuve contacto en mi vida cotidiana y que ni siquiera conocía. No soy partícipe de esa hipocresía. Creen que asistiendo a tu funeral ya te pueden mirar por encima del hombro sobre una falsa autoridad moral. Son como las ratas que abandonan el barco cuando éste se va hundiendo. Para mí no significan nada.

Querida abuela, mucha gente cuando habla sobre las personas que no están suelen hacerlo con cierta condescendencia moral. Piensan ingenuamente cuán afortunados son porque siguen con vida y sienten lástima por los que se fueron porque el proyecto de su vida quedó truncado. Pero se equivocan de manera irremediable, en el fondo todos somos igualmente víctimas ya que todos morimos, unos antes y otros después porque el paso de tiempo es inexorable. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar, que es el morir, señalaba Jorge Manrique. En el fondo, todos somos una misma persona, elementos de un mismo ser al que retornamos finalmente. En mi caso, siento mayor admiración por aquellas personas que no están porque han dado ese paso hacia la muerte que ninguno de los vivos pueden dar y que a todos genera miedo, incertidumbre o desasosiego. La muerte supone el cierre definitivo de todas las aspiraciones o metas que pudiéramos tener, pero hay que aceptarlo. ¿Cómo si no podremos darnos cuenta del milagro que supone la vida? ¿Cómo si no podemos apreciar la llegada de la primavera y del verano sin antes no hemos pasado por un largo y frío invierno?

¿Cómo me ha ido la vida desde que te fuiste? Me ha ido bien porque siempre luché por aquello en lo que creía y que consideraba correcto y me importaba. Poco me importaba lo que otros pudieran decir de mí o criticar pues para mí ellos son nada. También puedo decirte que soy muy feliz pero esa felicidad nunca podrá ser completa cuando tú no puedes ser partícipe de ella. Ha llegado un momento en la vida en la que soy joven pero también he vivido mucho y tengo algunas cicatrices en el alma que me acompañarán siempre. Si he tenido problemas en mi vida siempre los he entendido como pruebas cuya superación me han ayudado a mejorar. Quizás haya perdido un poco de esa fuerza vital propia de los jóvenes ingenuos. Cuando empiezas a abrirte camino por la vida tienes una fuerza sobrenatural que haces que luches por todo y contra todos y te rebeles contra aquello que consideras injusto. Y si a esto se le une el orgullo de la juventud, algo que siempre me ha caracterizado, la vida puede darte fuertes golpes. Pero no por ello has de desistir sino que es necesario seguir adelante. Lo importante no son las veces que caes a la lona, diría un boxeador, sino las veces que te levantes. En este momento de mi vida se caracteriza por la calma y el sosiego, ambos necesarios para ser feliz, para disfrutar de una vida plena y vivir cada momento como si fuera el último. He encontrado mi lugar en el mundo, pero, cómo bien me decías de niño, eso nunca fue tarea sencilla. Uno aprende que en la vida nada permanece igual en el tiempo y ese elemento de descontrol y arbitrariedad hay que asumirlo. Aprenderlo me ha costado muchas decepciones, además de lágrimas amargas. Como decía Nietzsche, lo que no nos mata nos hace más fuerte.

¡Cuán necesario es tener en la vida buenos maestros y referentes que te sirvan de ejemplo! Y yo tuve el mejor ejemplo de todos: tú. Sin embargo, a medida que avanza mi vida y se incrementa mi experiencia, uno aprende, querida abuela, que llega un momento en el que los referentes dejan de ser estrictamente necesarios porque tú mismo eres ya un referente para otras personas. Es cierto también que nunca dejamos de aprender. Pero cuando te conviertes en referente de las personas que más quieres es necesario tener buen temple, tranquilidad y calma, aunque interiormente la situación sea de miedo o incertidumbre. Cuando eres más joven y no tienes nada que perder no puedes darte cuenta de ello. Y sí la vida me ha hecho daño, como dije más arriba, siempre lo he entendido como un paso más dentro de mi aprendizaje vital. Pero ningún dolor será suficiente para que mis seres queridos dejen de ser felices. ¡Cuánto me habría gustado que hubieses conocido a las nuevas personas que han ido incorporándose a mi vida y a mi familia!

Querida abuela, en mi vida han aparecido gentes de todo tipo: gentes que me han aportado mucho, gentes totalmente indiferentes, personas que me han hecho daño, y que me arrepiento mucho de haber estado con ellos, o personas que simplemente te han fallado en momentos claves de la vida. Pienso que nadie puede sentirse decepcionado ante nadie, sólo aquél que espera algo de alguien puede sentirse decepcionado. En el fondo, el mundo es como es y sucede como sucede. No puede ser como nos gustaría que fuese. Tú me enseñaste, al modo del ejemplo que me diste en vida, a dar sin esperar nada a cambio. ¡Cuánta hipocresía hay en el mundo! ¿Verdad, querida abuela? Hay muchos que dan con la firme intención de que en el futuro en situaciones parecidas se les dé en la misma medida. Pero el mundo no funciona así y las personas hacen lo que quieren hacer. Tú sólo puedes controlar los límites de tu cuerpo y las decisiones que tomes en cada momento. Es estúpido esperar algo de alguien, aunque sea de la persona más querida que te puedas encontrar.

¿Recuerdas abuela como me encantaba llamarte Alegría? Te llamaba así porque estabas hecha de puro amor e irradiabas de luz y color por donde ibas pisando. Eras de esas personas que dejan huella en la vida y permanecen en el recuerdo de todos. De entre las muchas virtudes que tenías, había una importante: hacías mejores a los demás. Pienso que aquellas personas que pasan por la vida sin hacer mejor a la gente que le rodea, ¿de qué les vale? Viven una vida de engaño y apariencia. Sin embargo, querida abuela, dejabas la sensación de que cuando estás contigo las cosas sólo saldrían bien.

Gracias querida abuela por ser un ejemplo para todos a lo largo de tu maravillosa vida, y para mí de manera particular. Te sacrificaste por los demás y diste sin esperar nada a cambio sino por pura gratitud y amor. Y es eso, precisamente lo que hace que una vida sea digna de ser vivida. ¡Si yo te dijera, querida abuela, la gente que hay en este mundo que intenta aprovecharse de los demás de manera ingrata! Gracias abuela por ayudar a mis padres en situaciones de penuria económica, por ayudarme a encontrar mi lugar en este mundo, por apoyarme y estar siempre cuando te necesité y por, sobre todo, quererme tanto.

Desde hace mucho tiempo tenía la ilusión de volver a verte en el lugar donde descansas. ¡Y no te creas que fue fácil para mí! En primer lugar, porque cuando un ser tan querido, como ocurre contigo, se nos va, todo recuerdo de felicidad que tuvimos con ella se nos aparece como trágicamente doloroso. Después de varios años sí que tuve el valor necesario para ir. Cuando llegué a ese lugar, no tenía ninguna referencia para encontrarte. Había tantas lapidas que cualquier otra persona se habría dado por vencido, pero yo no. Había en mí una fuerza interior que me llevaba hacia ti. Y allí estabas, junto a mi abuelo. ¿Sabes que fue lo primero que hice? Me fijé inmediatamente en las lápidas próximas a la tuya para saber quiénes estaban allí. Y sinceramente, esos difuntos me parecieron que fueron buenas personas en vida. Encontré la calma y la tranquilidad. Y me hizo ver, además, la futilidad de la vida. ¡Cómo nos preocupamos por cosas que no tienen importancia! ¡Cuántas veces nos enfadamos con nuestros seres más queridos por simples malentendidos! No nos damos cuenta de la condición trágica de la vida, que todos tenemos, antes o después fecha de caducidad lo queramos reconocer o no. Y sólo entonces nuestra vida cobra verdadero sentido pues ya estamos en condiciones de valorar lo importante de lo que no lo es.

En la vida, desde que nacemos, como dije antes, poco a poco van muriendo todos, es una ley de la naturaleza. No podemos luchar contra eso. Sin embargo, en el fondo no acabamos de morir completamente. Puede ser que físicamente dejemos de existir, pero siempre vivimos a partir del recuerdo y el ejemplo que dimos en vida. Hay momentos en la vida que siempre permanecerán hasta la eternidad, momentos especiales que parece como si se detuviese el tiempo y que permanecen. ¿Recuerdas querida abuela cuánto me gustaba ir a tu casa a estudiar cuando era alumno en el instituto y en la universidad? Tú, mi querida abuela, realmente siempre vivirás en el corazón de las personas que tanto te quisieron.

Puedo decirte, querida abuela, que tuviste los hijos más maravillosos que una madre pudiera tener. Sé que estás muy orgullosa de todos ellos, cada uno recorrió su propio camino en la vida. Tuviste el mejor marido que una mujer pudo tener, mi querido y añorado abuelo, que tanto te quiso. Estoy seguro que tu amado hijo Luis ya se reunió contigo y con abuelo en algún lugar del firmamento. Sé lo mucho que le querías. Me lo imagino después de venir de EEUU fundiéndose en un abrazo contigo y con abuelo, en un momento que aunque durara pocos segundos fue eterno. Ahora los tres estáis juntos en un algún lugar, y ese pensamiento me colma de felicidad. Respecto a mí, puedo decirte que seguramente habrá nietos mucho mejores que yo en este mundo, pero ninguno de ellos habrá tenido una abuela como la que yo tuve.

Sé que volveremos a vernos algún día, precisamente ese día en el que todos seamos uno. Es el destino de las personas que tanto se quisieron en la vida. Alcanzamos la inmortalidad mediante las acciones que realizamos en la vida y cuyo recuerdo permanece en la memoria de todos. Tu legado nunca morirá y el ejemplo que nos distéis en vida permanecerá para siempre. Tu presencia no solo nos hizo mejores sino que también hiciste del mundo un lugar mejor. Ahora vives dentro de mí, abuela mía.. Me has acompañado durante todos estos años en todos los lugares en los que he estado. Gracias por haber existido amada abuela. Nunca te olvidaré.