Al final de la escalera es una cinta de terror del año 1980 dirigida por Peter Medak y protagonizada por George C. Scott, Trish Van Devere, Melvyn Douglas y Roberta Maxwell. Es una cinta que el tiempo se ha encargado de situarla dentro de los clásicos del cine, en una referencia para el género del terror venidero, que no ha perdido ni un ápice de interés a pesar de los años transcurridos. Y es que 1980 marcó el inicio de un nuevo tipo de cine de terror con dos grandes obras como fueron El resplandor de Stanley Kubrick y ésta de Al final de la escalera. Por cierto, ambas películas tienen muchos aspectos en común, en concreto el hacer del entorno un personaje más con vida propia: en la cinta de Kubrick sería el hotel Overlook y en la de Peter Medak la mansión que el protagonista alquila.
Peter Medak, a pesar de su gran talento, no tuvo una carrera como cineasta tan destacable como hubiera cabido esperar después de esta maravillosa cinta. Apenas podemos destacar la dirección de la discreta Species II (1995) en cines y capítulos de famosas series de televisión como House, Breaking Bad y Hannibal. Peter Medak dirigió una película que aglutina numerosos patrones que han sido una referencia para el cine posterior y, por supuesto, copiados hasta la saciedad. Para el espectador primerizo, podría parecer Al final de la escalera a día de hoy una cinta un tanto desfasada pues su fórmula ha sido copiada sin ningún tipo de pudor por el cine posterior. Pero en 1980 constituyó todo un estallido de originalidad. Se ha convertido por mérito propio en un título de culto y contiene varias escenas que se han convertido en icónicas dentro del cine de terror. La combinación entre efectos sonoros, trucajes, músicas e imágenes que simplemente sugieren construyen una atmósfera opresiva y agobiante, es decir, toda una muestra de lo que debe ser una cinta de terror.
La época en la que Peter Medak rueda Al final de la escalera, el género de terror se caracteriza por la presencia de psicópatas como sucedía en La matanza de Texas (1974) de Tobe Hopper, La noche de Halloween (1978) y Viernes 13 (1980) de Sean S. Cunningham, películas de zombies como Zombi (1978) de George A. Romero o exorcismos con El exorcista (1973) de William Friedkin. Aquí se prescinde de todo gore o violencia, con pocos efectos especiales y donde lo realmente importante es el terror psicológico. Y en esto se encuentra la principal virtud de la cinta.
El inicio de la película está rodado de manera excelente: el espectador siente la tensión desde el inicio y tiene que acabar por convencerse de que nada bueno puede pasar. Es todo muy opresivo y siniestro. Frente a lo que es habitual en las películas de este tipo, por ejemplo, que llegue a la mansión una familia feliz, aquí sucede todo lo contrario. John Russell, interpretado por George C. Scott, se encuentra muy hundido debido a la muerte de su familia. No tiene ningún interés por la vida y está convencido de que a estas alturas no tiene nada que perder pues lo ha perdido todo. Esto explica su falta de miedo ante lo desconocido y hacer frente al misterio sin huir del lugar. Por supuesto que también se atemorizará pero acepta la realidad tal como se le presenta sin cuestionarla en absoluto pues en el fondo no es más que un fantasma que encuentra a otro para saciar sus ganas de venganza.
La gran virtud de la película, tal como ya es señalado, es que narra una historia propia de la vida cotidiana pero que, a medida que se desarrolla el argumento, se introducen elementos sumamente tenebrosos. A todo ello se le une una música terrorífica que no hace sino meter el miedo en el cuerpo del pobre espectador. Igual ocurre con la película de El exorcista (1973) de William Friedkin que empieza siendo un drama a partir del divorcio de unos padres y una hija con problemas psicológicos. En el caso de que nos ocupa, Al final de la escalera comienza siendo un drama: un afamado compositor tiene que lidiar con la trágica muerte de su familia. Peter Medak resalta la soledad del personaje principal en varias escenas como aquélla en que abandona su casa. Está realizando la mudanza y el espectador puede observar muchos espacios vacíos, que no son sino una metáfora del interior del protagonista sin ninguna esperanza para enfrentarse a la vida. Poco a poco va introduciendo el terror, pero un terror psicológico, nada visceral ni violento, siguiendo los cánones del cine clásico de los años cincuenta y sesenta. La genialidad estriba precisamente en que la cinta transmite terror e inquietud solamente sugiriendo, nunca mostrando, con elementos mínimos: por ejemplo, cuando una pelota cae por la escalera, una tecla de piano que suena cuando aparentemente no hay nadie presente. Esta forma de elaborar el suspense capaz de convertir lo cotidiano en terror, pero de una manera muy sutil y pausada. Esto es lo que distingue a esta película de la mayoría de cintas de terror. Y es que es mucho sugerente para el amante del cine aterrorizar con una simple sugestión que a través de la violencia. Es muy habitual en el cine de terror y de ciencia ficción desde Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock a Depredador (1987) de John McTiernan pasando por Alien, el octavo pasajero (1979) de Ridley Scott. La película nos habla sobre la imposibilidad del crimen perfecto, la avaricia humana, la venganza, la imposibilidad de curar ciertas heridas a pesar del paso del tiempo. La primera hora de metraje es de auténtico terror psicológico. La obsesión de John Russell por alcanzar la verdad ha sido inspiradora en otras cintas como Poltergeist (1982) de Tobe Hooper, Los Otros (2000) de Alejandro Amenábar, Insidious (2009) de James Wan o Expediente Warren (2013) también de James Wan.
El uso de la cámara es realmente sorprendente, especialmente con la introducción del plano subjetivo donde el espectador puede observar en primera persona como un personaje más. La cámara se mueve libremente por los rincones más recónditos de la casa atemorizando al pobre espectador. Un ejemplo de ello es aquella escena en la que la cámara realiza una panorámica hacia atrás para ver como misteriosamente se pulsa una tecla del piano. Otro aspecto destacable es la música que suena a lo largo de todo el filme, genera terror con los coros infantiles y un transfondo sumamente sórdido..
Muchos críticos afirman que la cinta queda cerca de la perfección debido a la parte final es la más débil de la cinta, resulta más rutinaria y para mantener la tensión recurre a efectismos y un montaje paralelo. Para el que esto escribe no está nada de acuerdo con esa afirmación pues el final está bien resuelto, con gran maestría. ¿Qué esperaban esos críticos? Es una cinta que se circunscribe dentro del género del terror y ha de seguir unas ciertas reglas, ni más ni menos.
Cualquier película de género de casas encantadas toma Al final de la escalera como referente y en el caso de que diga que no, miente. Lo que distingue a esta cinta de esta cinta de muchas otras que la copian es que lo realmente importante no son los sustos sino la atmósfera, la cámara subjetiva, los efectos de sonido, todo ello acompañado por el ritmo siempre adecuado al momento de la película. A pesar de ser compleja argumentalmente pues hay drama, terror y venganza todo ella está perfectamente ensamblado.
En definitiva, Al final de la escalera es un filme de terror aroma clásico, como tiene que ser, sin recurrir a trucos efectistas. Hay inquietud y tensión pero mediante la sugerencia y no mediante la violencia. Es una película que todo amante del cine de terror debe visionar de manera necesaria.
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