sábado, 30 de julio de 2022

La mano (1981), de Oliver Stone.

 La mano fue la segunda película, tras Seizure (1974), que dirigiera Oliver Stone y su primera oportunidad de dirigir una película de alto presupuesto. El resultado final puede calificarlo de muy positivo, aunque desgraciadamente en el momento de su estreno fuera injustamente vapuleada por la crítica especializada. Sin embargo, tal como ocurre con las grandes películas, el tiempo se encargaría de situarla en un lugar muy especial dentro del cine de terror. Muy bueno el trabajo de Oliver Stone detrás de las cámaras con secuencias muy cuidadas e impactantes. Desde una perspectiva global, analizando la carrera cinematográfica de Oliver Stone como director, observamos que tanto La mano como Seizure se alejan sobremanera de aquellas inquietudes que más le habían interesado con un tipo de cine altamente compromentido y con tintes políticos, bélicos, biográficos o sociológicos como Platoon (1986) Wall Street (1987), JFK: caso abierto (1991), Nixon (1955), Asesinos natos (1992) o Alejandro Magno (2004). En La mano Oliver Stone desarrolla un estilo que lo acerca bastante al cine de otros directores como Psicosis de Alfred Hitchcock, La semilla del diablo de Roman Polanski, Vestida para matar de Brian De Palma (cinta también protagonizada por Michael Caine) y La cosa de John Carpenter, plasmando una atmósfera muy absorbente y axfisiante y que logra mantener el interés hasta el final. Posee un fuerte componente psicologista que a modo de thriller nos lleva a descubrir la vida de un dibujante y cómo un fatídico accidente le cambiaría la vida. Se basa en una novela de Marc Brandel y presenta una premisa argumental muy común del cine de terror y cuenta con un final sorprendente. A destacar la interpretación de Michael Caine en un papel inquietante y que me recordó a Vestida para matar.

Respecto al argumento: Michael Caine interpreta a un dibujante y guionista de cómics de gran éxito llamado Jonathan Landsdale. Sin embargo, su carrera se irá a pique a partir de un accidente de tráfico en el que acaba perdiendo la mano. Su vida cambia diametralmente entonces. A todo ello se le suma una profunda crisis con su mujer y que le llevará a vivir separado y a ser infiel. No poder seguir con su trabajo le sumirá en una situación de depresión. El protagonista sufrirá alucinaciones en las que la mano amputada se encarga de asesinar a todo aquél que suponga un peligro para su vida. Precisamente, la película destaca por un intencionado carácter ambiguo pues se plantea siempre desde la perspectiva subjetivista del protagonista y que lleva al espectador a dudar de modo permanente quién es el responsable de los asesinatos. Desde este punto de vista la lectura de la obra psicoanalítica de Freud se encuentra muy presente a lo largo del metraje: la mano amputada representa el elemento inconsciente, el ello freudinao que mediante un ejercicio atroz de violencia destruye todo aquello que pudiera inquietar al protagonista. Como hemos señalado, la cinta posee una atmósfera inquietante y malsana que me recuerda en todo momento a Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock en más de un sentido. En primer lugar, Norman Bates arrastraba una enfermedad mental que le provocaba una distorsión de su personalidad y que le impedía saber quién era realmente. Lo mismo ocurre con Jonathan Landsdale. El origen de la enfermedad mental de ambos personajes residía en un capítulo traumático en algún momento de su vida. En el caso de Norman la infancia y en el caso de Jonathan Landsdale un accidente de tráfico. Al igual que pasaba con Norman Bates, Jonathan Landsdale se vuelve cada vez más oscuro y terrorífico. Para algunos críticos de medio pelo consideran que la cinta presenta alguna trampa a nivel argumental pues, como he señalado antes, debido a su carácter subjetivista. Esto lejos de constituir defecto alguno es una herramienta más dentro del cine de terror. La dirección de Oliver Stone resulta contenida y sin fisuras, sin los excesos propios en los que podría caer un producto de este tipo en los años 80 y de su propio cine con Asesinos natos. Aunque es un producto ochentero, de 1981, se trata de una película todavía poco ochentera muy influida por el cine de suspense y de terror de los años 70, muy seco, impactante, cercano al drama y, en definitiva, muy alejado de ese cine de terror ochentero caracterizado por el gore y el sentido del humor.

¿Cuáles fueron algunas causas que motivaron el fracaso de La mano en taquilla Seguramente porque de cara al público y con el propósito de buscar un mayor impacto dentro de las taquillas, la película fue vendida exclusivamente como un vehículo de terror cuando realmente Oliver Stone quería rastrear las secuelas psicológicas que la amputación de una mano ocasionaba al protagonista de la cinta, todo ello desde una perspectiva psicoanalista y que provocaba un desdoblamiento en la mente del protagonista. En definitiva, se trata de una cinta muy recomendable para el amante del cine de terror, y que no le dejará en ningún momento indiferente al espectador. Es una película que con el paso de los años, lejos de perder, ha ganado mayor relevancia e interés.