El terror no tiene forma es una de las grandes películas del género fantástico, ciencia ficción y terror de la década de los ochenta, aunque lejos de ser una obra maestra. Tiene buenos efectos especiales y resulta sumamente divertida gracias a su ritmo. Es un remake bastante independiente respecto la cinta La masa devoradora protagonizada por Steve McQueen y dirigida por Irwin S. Yearworth Jr. en el año 1958. La cinta de Irwin S. Yearworth Jr era un buen ejemplo de la serie b de la década de los 50 pero para mi gusto la cinta de Chuck Russell logra superarla fundamentalmente por su gran calidad nivel visual, además de sus efectos especiales y su estilo ochentero. El terror no tiene forma formaría parte de un conjunto de películas de finales de los 70 y años 80 que se inspiraron en películas de los años 50 como La invasión de los ultracuerpos (1978) de Philio Kaufman que se basó en La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel (1956), La cosa (1984) de John Carpenter que se basó en El enigma de otro mundo de Chirian Nyby y Howard Hawks (1951), La mosca de David Cronenberg (1986) que se basó en La mosca de Kurt Newman (1958) o Invasores de Marte de Tobe Hooper (1986) que se basó en Invasores de Marte William Cameron Menzies (1953).
La acción de la película se desarrolla en un pequeño pueblo de la América profunda llamado Arborville cuya paz llegará a su fin con la llegada de un meteorito del que irrumpe una masa sin forma va creciendo en la medida en que va saciando su hambre engullendo a todo ser vivo que encuentre. La primera víctima de su hambre voraz será un vagabundo y a partir de aquí otras muchas más víctimas. El protagonista de la película, interpretado por Kevin Dillon, es un joven motoclista que nada a contracorriente frente a los convencionalismos sociales de una época autoritaria. En un principio sólo se preocupa por sí mismo, aunque poco a poco irá evolucionando convirtiéndose en el héroe.
Podría haber sido una rutinaria cinta de invasión extraterrestre en el típico pueblo americano perdido, sin embargo,se convierte en una película muy divertida a través de un estilo narrativo que lo aproxima mucho a la cinta de John Carpenter La cosa, aunque no por ello exento de originalidad.
Entre las virtudes de la cinta destacamos el buen hacer del director Chuck Russell detrás de la cámara, un director que había debutado un año antes con Pesadilla en Elm Street III: los guerreros del sueño (1987) y que se acabaría convirtiéndose en la mejor secuela de toda esa saga. También fue el responsable de dirigir La máscara (1994), una película muy de cómic con grandes efectos especiales y muy divertida que llevaría a Jim Carrey al estrellato. También dirigió a Arnold Schwarzennegger en Eraser (1997) trepidante película que recogía la esencia del cine de acción de los noventa con unos efectos especiales estupendos siguiendo el dicho hollywodiense de lo más difícil todavía. En 2000 dirigiría a Kim Basinger en La bendición, una cinta de terror sobrenatural muy propio de finales de los noventa y principios del 2000 al igual que otras cintas como Stigmata con Patricia Arquette, El fin de los días con Arnold Schwarzenegger o la versión extendida de El exorcista (2000). En 2002 dirigiría a Dwayne Johnson La roca en El rey escorpión en un spin off de uno de los personajes de La momia II de Stephen Sommers. A partir de entonces y de manera inexplicable la carrera de Chuck Russell comenzó una decadencia que los llevaría a hacer muy poco cine.
Chuck Russell, siguiendo las pautas del terror ochentero tiene como objetivo dirigirse a un público juvenil y adolescente de ahí la presencia de ciertos estereotipos con los que los jóvenes de la época podían identificarse más fácilmente. Hay escenas en las que gracias a los efectos especiales el espectador puede mostrar al monstruo engullendo a sus víctimas de modo muy realista, además de muertes muy originales.
Respecto al equipo de intérpretes hemos de señalar que, a pesar de que las interpretaciones resultan convencionales, aunque con un calado ligeramente superior a otros productos de la época como Viernes 13. Como hemos señalado antes el papel protagonista cae en manos de Kevin Dillon, hermano de Matt Dillon y que ya había actuado en películas como Curso del 65 (1985) de Michael Dinner, Delta Force (1986) de Menahem Golam o Platoon (1988) Ferdinand Fairfax. La actriz protagonista es Shownee, que años después aparecería en Saw y otros secundarios bastante reconocible para el público como Erika Eleniak y Paul McCrane.
Además de sus buenos efectos especiales podemos destacar el guión de la cinta en el que se plantea un origen al monstruo, aunque ciertamente tampoco va más allá ni realiza ninguna crítica de carácter moral o ética. Eso sí, desde el momento en que se nos muestra a la criatura y cómo ésta va matando a sus víctimas hasta finalmente engullirlos.
En definitiva, El terror no tiene forma posee todos los ingredientes necesarios para que el aficionado al género de ciencia ficción y de terror pueda disfrutar: un ritmo trepidante de principio a fin, los efectos especiales de recreación del monstruo y unos personales que rápidamente se ganan el cariño del espectador. En el momento de estreno la película fue un fracaso comercial, aunque tras su paso por los videoclubs y en el paso de los años se ha convertido en un título de referencia que todo buen aficionado al cine de terror debería visionar al menos una vez.