martes, 28 de junio de 2022

El terror no tiene forma (1988) de Chuck Russell.

 El terror no tiene forma es una de las grandes películas del género fantástico, ciencia ficción y terror de la década de los ochenta, aunque lejos de ser una obra maestra. Tiene buenos efectos especiales y resulta sumamente divertida gracias a su ritmo. Es un remake bastante independiente respecto la cinta La masa devoradora protagonizada por Steve McQueen y dirigida por Irwin S. Yearworth Jr. en el año 1958. La cinta de Irwin S. Yearworth Jr era un buen ejemplo de la serie b de la década de los 50 pero para mi gusto la cinta de Chuck Russell logra superarla fundamentalmente por su gran calidad nivel visual, además de sus efectos especiales y su estilo ochentero. El terror no tiene forma formaría parte de un conjunto de películas de finales de los 70 y años 80 que se inspiraron en películas de los años 50 como La invasión de los ultracuerpos (1978) de Philio Kaufman que se basó en La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel (1956), La cosa (1984) de John Carpenter que se basó en El enigma de otro mundo de Chirian Nyby y Howard Hawks (1951), La mosca de David Cronenberg (1986) que se basó en La mosca de Kurt Newman (1958) o Invasores de Marte de Tobe Hooper (1986) que se basó en Invasores de Marte William Cameron Menzies (1953).

La acción de la película se desarrolla en un pequeño pueblo de la América profunda llamado Arborville cuya paz llegará a su fin con la llegada de un meteorito del que irrumpe una masa sin forma va creciendo en la medida en que va saciando su hambre engullendo a todo ser vivo que encuentre. La primera víctima de su hambre voraz será un vagabundo y a partir de aquí otras muchas más víctimas. El protagonista de la película, interpretado por Kevin Dillon, es un joven motoclista que nada a contracorriente frente a los convencionalismos sociales de una época autoritaria. En un principio sólo se preocupa por sí mismo, aunque poco a poco irá evolucionando convirtiéndose en el héroe.

Podría haber sido una rutinaria cinta de invasión extraterrestre en el típico pueblo americano perdido, sin embargo,se convierte en una película muy divertida a través de un estilo narrativo que lo aproxima mucho a la cinta de John Carpenter La cosa, aunque no por ello exento de originalidad.

Entre las virtudes de la cinta destacamos el buen hacer del director Chuck Russell detrás de la cámara, un director que había debutado un año antes con Pesadilla en Elm Street III: los guerreros del sueño (1987) y que se acabaría convirtiéndose en la mejor secuela de toda esa saga. También fue el responsable de dirigir La máscara (1994), una película muy de cómic con grandes efectos especiales y muy divertida que llevaría a Jim Carrey al estrellato. También dirigió a Arnold Schwarzennegger en Eraser (1997) trepidante película que recogía la esencia del cine de acción de los noventa con unos efectos especiales estupendos siguiendo el dicho hollywodiense de lo más difícil todavía. En 2000 dirigiría a Kim Basinger en La bendición, una cinta de terror sobrenatural muy propio de finales de los noventa y principios del 2000 al igual que otras cintas como Stigmata con Patricia Arquette, El fin de los días con Arnold Schwarzenegger o la versión extendida de El exorcista (2000). En 2002 dirigiría a Dwayne Johnson La roca en El rey escorpión en un spin off de uno de los personajes de La momia II de Stephen Sommers. A partir de entonces y de manera inexplicable la carrera de Chuck Russell comenzó una decadencia que los llevaría a hacer muy poco cine.

Chuck Russell, siguiendo las pautas del terror ochentero tiene como objetivo dirigirse a un público juvenil y adolescente de ahí la presencia de ciertos estereotipos con los que los jóvenes de la época podían identificarse más fácilmente. Hay escenas en las que gracias a los efectos especiales el espectador puede mostrar al monstruo engullendo a sus víctimas de modo muy realista, además de muertes muy originales.

Respecto al equipo de intérpretes hemos de señalar que, a pesar de que las interpretaciones resultan convencionales, aunque con un calado ligeramente superior a otros productos de la época como Viernes 13. Como hemos señalado antes el papel protagonista cae en manos de Kevin Dillon, hermano de Matt Dillon y que ya había actuado en películas como Curso del 65 (1985) de Michael Dinner, Delta Force (1986) de Menahem Golam o Platoon (1988) Ferdinand Fairfax. La actriz protagonista es Shownee, que años después aparecería en Saw y otros secundarios bastante reconocible para el público como Erika Eleniak y Paul McCrane.

Además de sus buenos efectos especiales podemos destacar el guión de la cinta en el que se plantea un origen al monstruo, aunque ciertamente tampoco va más allá ni realiza ninguna crítica de carácter moral o ética. Eso sí, desde el momento en que se nos muestra a la criatura y cómo ésta va matando a sus víctimas hasta finalmente engullirlos.

En definitiva, El terror no tiene forma posee todos los ingredientes necesarios para que el aficionado al género de ciencia ficción y de terror pueda disfrutar: un ritmo trepidante de principio a fin, los efectos especiales de recreación del monstruo y unos personales que rápidamente se ganan el cariño del espectador. En el momento de estreno la película fue un fracaso comercial, aunque tras su paso por los videoclubs y en el paso de los años se ha convertido en un título de referencia que todo buen aficionado al cine de terror debería visionar al menos una vez.


jueves, 9 de junio de 2022

El otro (1972) de Robert Mulligan.

 El otro es una maravillosa película de terror y suspense dirigida por Robert Mulligan en el año 1972. Está lleno de sorpresas y puede definirse como un cruce entre Matar a un ruiseñor (1962) dirigida por el propio Robert Mulligan y Psicosis (1961) de Alfred Hitchcock pero manteniendo una personalidad propia. Robert Mulligan había retratado el mundo infantil en la citada Matar a un ruiseñor donde se ponían de manifiesto el racismo y la discriminación en un pueblo de EEUU a través de los ojos de los niños protagonistas y el mundo de la adolescencia en Verano del 42 (1971). En El Otro sigue explorando el mundo infantil pero esta vez para centrarse en lo más oscuro y despiadado de la infancia.

Como es habitual en las grandes cintas de culto, El otro no obtuvo un gran éxito comercial, aunque si se llevó el premio al mejor director en el Festival de Sitges de 1972. Es digno de elogiar el mérito de Robert Mulligan de narrar una historia que podría parecer una fábula onírica y que acaba desembocando en el terror más absoluto. Pero no nos engañemos no se trata de cine gore como La matanza de Texas: no hay necesidad de recurrir a efectismos baratos de truculencia ni de sangre. Habrá situaciones que pudieran resultar viscerales y violentas pero que Robert Mulligan se limita únicamente a sugerir y no a mostrar. Es justamente lo contrario de lo que puede suceder en otras cintas de terror como por ejemplo Saw (2004) de James Wan una película notable que sin embargo se ve lastrada por su excesiva truculencia y sadismo. En El otro Robert Mulligan consigue dibujar un excelente clima de tensión, gran atención hacia el pequeño detalle, una fotografía muy colorida y que contrasta con la violencia latente.


La película que se basa en la novela del mismo título que escribiera en 1971 Tom Tryon y que él mismo llevará a cabo su adaptación cinematográfica, La película es de bajo presupuesto pero no por ello deja de ser una gran obra, como ocurre con cualquier historia basado en un guión en el que los personajes están muy trabajados desde el punto de vista psicológico, lleno de giros argumentales y sobresaltos varios. Es una película muy setentera y digo esto en el mejor sentido posible, resaltando las virtudes del cine de esa época. Quizás al espectador de hoy en día el ritmo de la película pudiera parecerle lenta, tan acostumbrado que están a películas como Los vengadores y otras del estilo. Sin embargo, atento lector, no se engañe, el ritmo de la película es justamente el apropiado, ni más ni menos. No se sentirá decepcionado en absoluto.

Siempre he sentido debilidad por esas películas de terror que se desarrollan a plena luz del día porque los terrores más grandes a los que se enfrentan el ser humano son los cotidianos, aquellos que permanecen ocultos bajo un halo de bondad. Por ello, no puedo evitar recordar otras películas como ¿Por qué lloras Susan? (1967) de David Greene, ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Narciso Ibáñez Serrador o la misma Psicosis II (1983) de Richard Franklin.


El argumento podría parecernos rutinario, pero no nos confundamos, es auténtico cine lo que rezuma cada uno de sus fotogramas: cuenta la historia dos niños gemelos de nueve años llamados Niles y Holland en una granja de la América profunda en la década de los 30. Cada uno de ellos posee un carácter antitético: Niles en un niño obediente y atento mientras que Holland es desobediente y travieso. Su abuela se encarga del cuidado de los niños pues su madre se encuentra imposibilitada debido a una crisis mental desde la muerte de su marido en un accidente tiempo atrás. La abuela constituye una figura esencial para los niños en la medida en que cuida a los niños e introduce al niño en un juego peculiar que lo denomina el Gran Juego. Esto permite al niño protagonista acceder a la mente tanto de animales como de personas y sentir lo que ellos están sintiendo. Lo que parecía ser un mundo repleto de felicidad el espectador será testigo como las travesuras de Holland se hacen cada vez más peligrosas hasta el punto de provocar grandes desgracias y muerte.


Me gusta mucho la atmósfera agobiante y opresiva que impregna a la cinta en todo momento. Los paisajes naturales son un elemento indispensable de la historia. El escenario es enteramente bucólico como si de un cuento de hadas se tratara, un intenso sol de verano está presente a lo largo de toda la trama. Esta luminosidad contrasta con la oscuridad en la que desemboca finalmente la historia. También destacamos la interpretación de los dos hermanos gemelos, Chris y Martin Udavarnoky que representan perfectamente la dualidad entre el bien y el mal.


El tema principal de la película es el bien y el mal encarnados respectivamente en los gemelos Niles y Holland, como si fuera Caín y Abel. En la cinta se pone de manifiesto la necesaria relación entre el bien y el mal, pues son dos polos indisolublemente unidos que únicamente pueden cobrar sentido en su mutua interacción. En todo momento, Niles, el hermano bueno respeta hasta límites insospechados la conducta negligente de su hermano. Desde un punto de vista filosófico esta cinta remite tanto a Hobbes, que expresaba nuestra tendencia innata al mal como a Rousseau que establece la bondad natural del ser humano. Esto está presente en Nietzsche con su contraposición entre lo apolineo y lo dionisiaco y en Freud con su distinción entre el superyó y el ello y entre eros y thanatos. En realidad el niño protagonista es el bueno y el malo desdoblándose su personalidad esquizofrénica y malvada que engaña a la gente que le rodea sin que nadie se percate de ello.


Un aspecto muy interesante de la película El otro, a diferencia de lo que ocurría por ejemplo en Psicosis, es que no da una explicación acerca del origen maligno del niño. Aunque es cierto que el espectador puede desarrollar su propia teoría a partir de lo que narra la cinta. Lo que menos me gustó de la película Psicosis fue justamente la escena final en la que se explicaba los motivos del protagonista. De esta forma se elimina el elemento interpretativo que cualquier espectador pudiera desarrollar y que indudablemente enriquece la historia.

Las cintas de terror protagonizadas por niños suelen inspirar mucha tensión e impacto pues pone de manifiesto como una criatura aparentemente inocente puede esconder gran maldad. Lo mismo ocurre en multitud de películas como El pueblo de los malditos, tanto la versión clásica de Wolf Rilla como la de John Carpender, Los chicos del maíz (1984) de Fritz Kierch

En definitiva, una gran película que merece ser reivindicada como una excelente película de terror de la década de los 70 bastante olvidada. A partir de esta película surgirán otras como La profecía (1976), ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Narciso Ibáñez Serrador. En la década de los 90 se estrenaría en 1993 la irregular El buen hijo con Macaulay Culkin y Elijad Wood y la estupenda El sexto sentido (1999) dirigida por M. Night Shyamalan y en 2001 Los otros de Alejandro Amenábar.